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Mujeres afganas se manifiestan a favor del régimen talibán.

Mujeres afganas se manifiestan a favor del régimen talibánAFP

Afganistán

La dudosa lealtad de las mujeres al régimen talibán

La crisis del régimen le lleva a aprovecharse de ellas y espolearlas para que se manifiesten a su favor

Hay quien piensa que su perfil podría responder al de aquellas mujeres que padecen el síndrome de Estocolmo. Otros, sencillamente, aseguran que ellas están de acuerdo con el régimen talibán y un tercer grupo, quizás el más acertado, observa que su apoyo es obligado. En cualquiera de los casos, lo cierto es que las mujeres afganas han comenzado a salir a las calles para apoyar a un Gobierno que las tiene totalmente sometidas.

Esta semana un centenar de ellas se manifestó en Kabul. Entre sus demandas, reclamaban, además de un respaldo al régimen talibán, la liberación de los activos congelados por los países de Occidente. Afganistán atraviesa una crisis económica muy profunda y la población sufre sus consecuencias. La desesperación de los talibanes por esta situación de penuria les está llevando a recurrir al género «débil» o segundo género, como diría Simone de Beavoir. Su desprecio a ellas llega al punto de prohibirlas ir al colegio y retirarlas del mercado laboral.

En la última manifestación de apoyo al régimen, las manifestantes mantenían la estética obligada por la autoridad. Prácticamente todas vestían con burka. La túnica de la cabeza a los pies, con una rejilla a la altura de los ojos (nicab) era el uniforme común. Concentradas frente a la antigua embajada de Estados Unidos, agitaron pancartas en inglés, pastún (lengua oficial de Afganistán) y darí (persa), con leyendas solidarias con su gobierno. «Apoyo al Emirato Islámico», el nombre dado por los talibanes a su régimen, o demandas para forzar el «desbloqueo del dinero congelado», estaban rotuladas como leyendas en algunas de éstas.

Basri Deedar, directora de una escuela privada que formaba parte del grupo de manifestantes, declaró a AFP: «Estados Unidos debería liberar inmediatamente el dinero de Afganistán». A renglón seguido, afirmó: «La comunidad internacional no debe utilizar los derechos de la mujer como pretexto para acosar a los afganos».

Desde que los talibanes recuperaron el poder el pasado agosto, tras la retirada de las tropas estadounidenses, el país se ha desplomado. La retirada de las tropas de Estados Unidos y los aliados dejó un reguero de muertos y detenidos pero también una miseria creciente. La comunidad internacional no reconoce el régimen y le niega el pan y la sal mientras no de muestras sinceras de que, al menos, respetará los derechos humanos de la población.

De la noche a la mañana, por una decisión intempestiva de Joe Biden, los afganos se quedaron, con la salida de las tropas occidentales, desprotegidos y pasaron de disfrutar una democracia sui generis a volver a tiempos de las cavernas. Las mujeres, que se habían acostumbrado a una rutina laboral y vida de costumbres modernas, fueron las grandes perjudicadas.

La ayuda internacional para Afganistán representaba en torno al 80 por ciento del presupuesto. Estados Unidos hirió al régimen al congelar 9.500 millones de dólares en activos del Banco Central de Afganistán. El golpe, en un contexto de aislamiento, no sólo no lo han podido superar sino que la hambruna amenaza ahora al 55 por ciento de la población, según naciones Unidas.

En este contexto y con estos antecedentes, quizás, no resulté tan extraño entender por qué las afganas, pese a ser tratadas como si fueran menos que nada, se muestran leales y salen a la calle a apoyar a un régimen que, en verdad, es el causante de todos sus males.

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