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Los presidentes de Rusia y Argentina, Vladimir Putin y Alberto Fernández, respectivamenteEFE/AFP

Internacional

El 'kirchnerismo' se queda sin respaldo popular en su «marcha» contra la Justicia

Alberto Fernández huye de la guerra dentro del oficialismo por la renuncia de Máximo Kirchner y se entrevista hoy en Moscú con Vladimir Putin

La marcha contra la Corte Suprema en Buenos Aires pasó sin pena ni gloria. La embestida contra el único poder que puede -y está en ello- poner freno al entusiasmo por violar el código penal del kirchnerismo de ayer y hoy, no parece haber despertado el entusiasmo nacional y popular. Por fortuna, como dicen los argentinos, la gente no come vidrios.

A estas alturas, podría resultar sorprendente que sea desde el propio Poder Ejecutivo desde donde se atice el fuego de las manifestaciones contra los jueces del más alto Tribunal. Pero lo cierto es que la capacidad de asombro se perdió hace tiempo. Quizás, en aquella Cumbre de las Américas de Mar del Plata del 2005, donde el Gobierno de Néstor Kirchner organizo el evento oficial y la contra cumbre que protagonizó Hugo Chávez de la mano de Diego Armando Maradona, Evo Morales y el cineasta Emir Kusturika. Todos ellos, viajeros de primera en un tren fantasma de tercera que hizo las delicias del populismo. Aunque, nada comparado con la actuación de Néstor Kirchner, protegido de George Bush en la negociación con el FMI quien, tras cerrar el trato, lo haría saltar por los aires para llenar los bolsillos del bolivariano, y se descarta que los suyos.

Kirchner inauguró la costumbre de acoso y derribo de la Corte Suprema. Aquel ejemplo lo intentaría seguir, sin éxito, su mujer y sucesora en la Presidencia. La diferencia era que el primero heredó los magistrados del menemismo, bajo algo más que sospecha de corrupción, y Cristina Fernández los puestos por su marido. Difícil tenía en este caso, acusarles de deshonestos. Aun así está en ello, pero por una razón sencilla: quiere pasar a la historia sin sentir el frío respaldo del asiento de una celda.

En la «marcha» de esta semana las pancartas exigían «democratización y el cese de la politización» del Poder Judicial. También, más mujeres una vez que la ejemplar Carmen Argibay falleció y se retirara Elena Highton de Nolasco. Si no fuera porque detrás estaba el condenado por asaltar una comisaría y ex subsecretario de tierras Luis D´Elía y el juez Juan Ramos Padilla, sería motivo de chacota. Este magistrado, en la tribuna de Oradores, pidió que «se vayan los jueces y que el pueblo tenga una justicia igualitaria. La Corte Suprema ha tolerado secuestros, causas armadas, prisiones indebidas y ha permitido que el país se endeude», dijo. El mundo al revés, Padilla ejerció de acusador, por su cuenta y riesgo, de los colegas que investigaron a la vicepresidente y ex presidente, Cristina Fernández por lavado de activos, asociación ilícita, corrupción y un rosario de delitos cometidos durante su mandato, entre 2011 y 2015.

Varios miles de personas que se concentraron, «choripán» en mano (bollo preñado o perrito caliente de chorizo) reclamaban, «el fin de las causas armadas», algo así como el carpetazo a las querellas que tiene pendiente la número 2 del Gobierno y para no pocos, la número 1. Reformar el Consejo de la Magistratura (Consejo General del Poder Judicial) era otra de las demandas de los manifestantes entre los que se encontraba el ex vicepresidente Amado Boudou, condenado por apropiarse de la máquina de imprimir papel moneda, billetes de curso legal, para ser más claros.

Alberto Fernández calificó la «marcha» de «expresión ciudadana». En un Estado de Derecho, afirmó en el canal pro gubernamental C5N, «nadie tiene que molestarse porque un número de ciudadanos reclame a la justicia que sus actos no se están adecuando a lo que esperan.» La respuesta anticipada de la oposición fue calificar la manifestación de «golpista». Patricia Bullrich, presidenta del PRO, partido al que pertenece Mauricio Macri y que forma parte de la coalición Juntos por el Cambio, resumió el escenario: «Es un atentado al principio básico de una República democrática y su división de poderes».

Después de esto, con el Gobierno asumiendo el cimbronazo de la renuncia de Máximo Kirchner y el oficialista Frente de Todos revuelto como una manada de gatos en una bolsa, el presidente de Argentina, Alberto Fernández emprendió rumbo a Moscú. Lejos de la guerra de los suyos, hoy le espera una reunión con Vladimir Putin, más cerca de Ucrania que de Argentina.