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Vladimir Putin y Jair Bolsonaro en la última Cumbre de los BRICS en el Palacio de Itamaraty en BrasiliaAFP

Bolsonaro viaja a Moscú como si Rusia y Ucrania estuvieran en son de paz

El presidente de Brasil se entrevistará con Vladimir Putin, irá a la Duma, firmará un paquete de acuerdos comerciales y hablará con Putin de la «agenda mundial»

Aprincipios de mes fue el presidente de Argentina, Alberto Fernández, y hoy Jair Bolsonaro. El argentino fue de visita oficial a Moscú cuando la crisis en la frontera de Ucrania atravesaba uno de los momentos más delicados. Ahora, cuando Estados Unidos se ha animado hasta a barajar el miércoles como «día D» de la invasión, el mandatario brasileño emprende rumbo a Moscú.

Negocios son negocios, dirá Bolsonaro, un presidente con pocas simpatías en las encuestas justo el año que busca su reelección frente al incombustible Luiz Inácio Lula Da Silva. Con la bandera comercial en la maleta, el ex capitán del Ejército del país más grande de Sudamérica, despachará, se supone que plácidamente, con Vladimir Putin mientras el resto del mundo se pregunta si el ruso mantendrá su palabra de no entrar en Ucrania o sus tropas se desplegarán por un territorio que considera propio, sin más dilación.

La agenda de Bolsonaro, que llegará a Moscú entrado el martes, será, oficialmente, estrictamente comercial pero resulta difícil pensar que ambos líderes resistirán la tentación de abordar el problema de Ucrania o el «desembarco» de Rusia en la zona del continente americano donde no se habla ni inglés ni francés. Entre otras razones, porque el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov, se ocupó de proclamar que Putin espera esta visita «con impaciencia» para «intercambiar opiniones sobre los temas más candentes de la agenda mundial».

Hasta el momento, Bolsonaro, evangélico bautizado, la única mención que ha hecho sobre la crisis de Ucrania ha sido que desea «que la paz reine en el mundo».

La expansión de Rusia por la región causa malestar en Estados Unidos que, históricamente, ha considerado de México a Punta Arenas, territorio bajo su órbita (es el principal inversor) o su patio trasero, un espacio que, en los últimos tiempos, le intenta disputar China. Algo similar, salvando las distancias, de lo que le sucede a Vladimir Putin con Ucrania, donde la región del Donbás de Ucrania es, prácticamente de facto, rusa.

El mensaje implícito de esta visita del presidente de Brasil a Moscú apunta a subestimar las declaraciones que difunde desde el viernes Washington, la OTAN y buena parte de los aliados de la Alianza Atlántica. Diferentes voces se alzaron para dar la voz de alarma sobre un escenario real e inminente de guerra.

Joe Biden, según filtraciones interesadas, comunicó hace unos días a los presidentes de los países miembros de la OTAN, a la Unión Europea, a Justin Trudeau y a la cúpula militar de Estados Unidos, que estaba convencido de que Putin atacaría. El presidente de Estados Unidos, según Der Spiegel y The Guardian, les habría confiado que esa era la preocupación de la CIA y el argumento en el que basaba sus sospechas o certezas.

Su asesor en Seguridad en la Casa Blanca, Jake Sullivan, hizo declaraciones similares, «puede ocurrir en cualquier momento», dijo, pero matizó que su país no tenía claro que Putin hubiera adoptado ya la decisión final. En concreto, precisó: «Washington no está diciendo» que Putin haya tomado ya la decisión. Pero, «la forma en que ha construido y emplazado sus fuerzas, junto con otros indicadores», añadió, «deja claro que existe una posibilidad muy clara de que Rusia elija actuar militarmente y hay razones para creer que podría suceder en un plazo razonablemente rápido».

Al carro de esta retórica incendiaria se subieron en las últimas horas líderes como Boris Johnson que consideró «muy peligrosa» la situación y su ministro de Defensa, Ben Wallace, que llegó a asegurar que ve «altamente probable» la invasión. Decisiones de países como España que aconsejaron a sus ciudadanos abandonar Ucrania generó un clima de mayor inseguridad. Italia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Noruega, Reino Unido, Dinamarca, Australia y Nueva Zelanda, entre otros, siguieron la misma hoja de ruta.

En sentido totalmente contrario se manifestó en las últimas horas el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, al advertir que le había comunicado al presidente ruso que existen posibilidades de alcanzar un acuerdo con Estados Unidos y la OTAN: «Hay una posibilidad de resolver los problemas», aseguró a AFP.

En este contexto, de guerra no declarada y paz en la cuerda floja, Jair Bolsonaro se reunirá con Putin en el Kremlin, será recibido en la Duma y volverá a Brasilia con un paquete importante de acuerdos comerciales y militares, con la potencia que mantiene al mundo en vilo.