Las maniobras de Putin aumentan el temor a una inminente invasión de Ucrania
Los líderes de los países de la OTAN reactivan sus advertencias a Putin en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en la que Ucrania ha exigido el respaldo total de Occidente
El telón de las maniobras rusas, por tierra, mar y aire, se levantó con Vladimir Putin al mando y el maletín para presionar el botón rojo de los misiles a su lado. El presidente de Rusia exhibía al mundo el potencial bélico del país que, a esa misma hora, recibía una nueva andanada de advertencias y amenazas de la OTAN por si se le ocurre, como se temen los aliados en Occidente, invadir Ucrania.
El comandante en jefe, había advertido el Ministerio de Defensa, era indispensable en los «ejercicios» como se refiere Rusia al espectáculo anunciado la víspera al planeta. La mano que mece la cuna para el lanzamiento de los misiles balísticos es la del hombre que desplegó, según EE.UU., más de 150.000 soldados en las proximidades de la frontera con Rusia.
Las imágenes difundidas por Moscú de estas prácticas a lo largo del día difícilmente dejan a alguien indiferente. Torpedos submarinos, misiles crucero, tanques y artillería pesada quedaban registrados en un vídeo difundido por el formidable aparato de propaganda de Moscú. Ironías de la historia, Vladimir Putin no aparecía en ningún fotograma.
En Múnich los principales líderes de la Alianza Atlántica comparecían para explicar las razones por las que no creen en las buenas intenciones de Putin, tenderle la mano del diálogo, abrirle la puerta de salida de la crisis con diplomacia y en simultáneo, lanzarle una batería concreta de misiles exocet en la línea de flotación de la subsistencia de Rusia. Todo, más allá de la economía y las finanzas, si da el paso fatal de empezar una guerra.
Jens Stoltenberg, secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, se dirigía al auditorio de la Conferencia de Seguridad y anticipaba que, con su actitud, si Putin lo que pretende es tener cerca de sus fronteras «menos OTAN» lo que está consiguiendo es el efecto contrario, tener «más OTAN». En su intervención advirtió: «Los aliados de la OTAN somos uno y haremos siempre lo que sea necesario para protegernos y defendernos mutuamente». Dicho esto, destacó una novedad preocupante: «Por primera vez Pekín se une a Moscú para pedir a la OTAN que deje de admitir nuevos miembros».
A esas horas las flotas del Mar Negro y del Norte soltaban amarras con los torpedos, las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia despegaban sus cohetes en lo que Rusia se esforzaba en calificar de entrenamiento «regular» y Putin, como había aclarado el jefe de comunicación del Kremlin, Dmitri Peskov, las seguía en «el puesto de mando» con «el maletín negro» del «botón rojo».
Ursula Von der Leyen tardó poco en ponerse delante del atril en el mismo escenario que Stoltenberg. Su discurso fue en la misma línea. Criticó la alianza reciente de China y Rusia para imponer «la ley del más fuerte» y, como el secretario general de la OTAN, denunció que Putin intenta «socavar» la arquitectura de la seguridad europea y pretende «reescribir las reglas del orden internacional». Determinante, añadió: «No podemos permitirlo, estamos ante un intento flagrante de reescribir las reglas del orden internacional».
La vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, debía saber, cuando tomo el relevo del escenario en Múnich, cuál de todas maniobras militares rusas se estaba desarrollando en ese momento. Fue clara y directa al explicar por qué su Gobierno no cree nada de lo que dice Putin ni en los anuncios de repliegue de tropas del Kremlin. «Sus acciones no se corresponden con sus palabras».
La primera mujer en entrar, por decisión popular, en la Casa Blanca como número 2, desarrolló sus argumentos: «Rusia afirma estar dispuesta negociar pero restringe las vías diplomáticas». Un paso más adelante y puso el dardo en la palabra: «Difunde desinformación, mentiras y propaganda». Convencida como Joe Biden de que Putin invadirá, pidió no subestimar las reacciones que están listas: «Apuntaremos contra las instituciones financieras e industriales clave de Rusia», pero también «contra quienes sean cómplices, ayuden o permitan una invasión no provocada». Dicho esto, reiteró el mensaje de Washington: «Nuestras fuerzas no lucharán dentro de Ucrania pero defenderemos cada pulgada de territorio de la OTAN».
Según anunció el portavoz de la Casa Blanca en un comunicado la tarde del sábado, Biden encabezará este domingo una reunión de su consejo de seguridad nacional para abordar la crisis. El mandatario norteamericano sigue convencido de que Rusia puede invadir a su país vecino «en cualquier momento».
Acorralado en Londres por el partygate, Boris Johnson recuperó oxígeno en el escenario de la OTAN. «Todavía hay oportunidad de evitar un baño de sangre», aseguró. El primer ministro, que ya respondió al cuestionario de Scotland Yard sobre las fiestas en tiempo de pandemia en Downing Street, pidió nuevos y extraordinarios gestos de solidaridad para no escribir un episodio negro de la historia. «Se necesitan enormes muestras de solidaridad en Occidente. Más allá de cualquier cosa que hayamos visto en la historia reciente», para evitar una guerra.
El premier británico lamentó que «por un error de cálculo grave» pudiéramos generar un escenario que «devastaría a Ucrania, Rusia y al resto de Europa».
La ausencia, por primera vez, del país objetivo de todas las críticas la suplió China, el aliado más potente para Putin y peligroso para Washington. El ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, intervino vía telemática, para apuntar a la que todavía es la primera potencia mundial. Sin nombrar a EE.UU., dijo que su forma de actuar «se contrapone al progreso histórico… Alardea de su fuerza y glorifica la hegemonía y el matonismo», algo que «no se le debería permitir». En su intervención, en tono muy oriental, Wang defendió un futuro en el que todos los países sean conscientes de que forman parte de «un gran barco» donde juntos «reman a la par y se animan mutuamente».
Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, la víctima indiscutible de esta crisis, preguntó al auditorio de Múnich si la comunidad internacional había aprendido alguna lección de las dos Guerras Mundiales y reclamó celebrar «en las próximas semanas» una «reunión con los países del Consejo de Seguridad» para lograr «nuevas garantías de seguridad».
«Todo el mundo debe comprender que no son contribuciones de caridad lo que Ucrania pide. Es su contribución a la seguridad de Europa y del mundo, donde Ucrania ha sido el escudo durante ocho años», dijo el líder ucraniano cuando se están recrudeciendo el uso de armamento pesado y los bombardeos sobre zonas civiles en las regiones de Donetsk y Lugansk, en el este de Ucrania, según denunció la Unión Europea en un comunicado. Los 27 definieron los ataques como «una clara violación de los acuerdos de Minsk y del derecho internacional humanitario».
Ante esta situación, Zelenski reclamó un «calendario claro» de adhesión de su país a la OTAN. Lo que, como reconoció el secretario general de la Alianza, hoy por hoy, no existe.