Guerra Rusia - Ucrania
Putin embarca a Europa en una nueva guerra al lanzar una invasión masiva a Ucrania
Las bombas ya caen en las zonas fronterizas de Ucrania con Rusia y Bielorrusia. La guardia fronteriza ucraniana ha confirmado que las tropas rusas se están introduciendo en territorio ucraniano desde Crimea y el pánico se ha desatado en Kiev.
Las vías de salida de la capital ucraniana están colapsadas por la huida de miles de ciudadanos aterrorizados por las noticias y las explosiones que se han registrado a las afueras de la ciudad.
Han sido meses de advertencia, amenazas, negociaciones y desmentidos. Desde los últimos compases del año 2021, el mundo ha asistido a un tira y afloja entre la Rusia de Vladimir Putin y Occidente.
El 20 de noviembre de 2021 la inteligencia ucraniana lanzó una primera advertencia: Rusia había concentrado 90.000 soldados en la frontera ruso-ucraniana y se disponía a iniciar una invasión a gran escala contra Ucrania.
La cuestión del Donbás
En el centro de la escalada se encuentra la cuestión del Donbás, la región oriental ucraniana de población mayoritariamente prorrusa que proclamó su independencia en 2014 en dos entidades: la república popular de Donetsk y la república popular del Lugansk.
Tras la guerra en Donbás en 2014 y 2015, se acordó un alto el fuego en virtud de los Acuerdos de Minsk, Ucrania perdió el control de un tercio del Donbás y Rusia anexionó la península ucraniana de Crimea.
La cifra de tropas rusas en la frontera fue aumentando paulatinamente a lo largo de los meses: De 90.000 soldados a 100.000; de 100.000 a 130.000; de 130.000 a 150.000. Además de otros 10.000 en la anexionada península de Crimea y 30.000 más en Bielorrusia.
Las advertencias de Estados Unidos no se hicieron esperar: Estados Unidos aseguró que Rusia se disponía a lanzar una invasión contra Ucrania y anunció un paquete de «sanciones sin precedentes» en caso de invasión.
Guerra Rusia - Ucrania
Las acusaciones falsas de Putin contra Ucrania, desde genocidio hasta armas nucleares
Los aliados de la OTAN y de la Unión Europea se apresuraron a respaldar a Estados Unidos y a Ucrania en la respuesta a Putin. Era el momento de la diplomacia.
Encuentros y llamadas telefónicas entre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y de Rusia, Vladimir Putin. Entre el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov.
De forma paralela, desfilaron por el Kremlin el presidente francés, Emmanuel Macron, el canciller alemán, Olaf Scholz, la ministra británica de Exteriores, Liz Truss, entre otros líderes. Para el recuerdo, la «kilométrica» mesa del Kremlin en la que Vladimir Putin sentó a sus interlocutores occidentales, que quedará como una metáfora del desencuentro de estos meses.
Exigencias de Rusia
Las exigencias de Rusia pronto se hicieron públicas: Vladimir Putin exigía que un compromiso vinculante de que ni Ucrania ni Georgia se incorporaría a la OTAN, reclamaba que la Alianza Atlántica iniciara un repliegue de los países de la zona de influencia rusa y que Ucrania regresara a los acuerdos de Minsk que pusieron fin al conflicto en 2014.
La OTAN y Estados Unidos rechazaron esas exigencias. El secretario general de la OTAN afirmó que Rusia no tenía capacidad de veto sobre las decisiones soberanas de terceros países y que la Alianza no iba a poner fin a su política de «puertas abiertas».
Todos esos esfuerzos, no han servido de nada. En su estrategia de informaciones falsas, mentiras e intoxicación informativa, Rusia insistió en numerosas ocasiones que no tenía intención de invadir Ucrania. Según repitieron el presidente Putin, su portavoz, Dmitri Peskov, y su ministro de Exteriores, Lavrov, las alertas de Estados Unidos respondían a un «bulo», una campaña de «fake news».
El mismo embajador de Rusia en España, Yuri Korchagin, negó la evidencia de la concentración de tropas rusas en las fronteras ucranianas: «No sé de dónde han sacado el número de cien mil».
Además, aseguró que las tropas rusas están dentro del territorio ruso y que los países vecinos no tienen por qué sentirse amenazados: «Rusia no tiene ninguna intención de invadir», «las tropas rusas se encuentran a 300 kilómetros de la frontera, la misma distancia que hay entre Calatayud y Francia».
Estados Unidos puso en alerta a 8.500 soldados desplazados en Europa y anunció el envío de otros 3.000. Además, la Alianza Atlántica aumentó su presencia en las misiones de vigilancia aérea y de despliegue marítimo en el Mar Báltico y el Mar Negro.
El 13 de febrero los acontecimientos se aceleraron. Los servicios de inteligencia de los países occidentales informaron de una invasión inminente. Estados Unidos, Reino Unido y los países de la Unión Europea emitieron aleras desde sus cancillerías para que sus ciudadanos abandonaran Ucrania cuanto antes. Estados Unidos y la OTAN señalaron un «riesgo real» de guerra. Rusia acusó a Estados Unidos y a sus aliados de «histeria» y repitió que no iba a haber invasión.
El 19 de febrero, Rusia y Bielorrusia iniciaron maniobras militares a tiro de piedra de Kiev. Pero el mensaje de Putin seguía siendo el mismo: «No habrá invasión». De forma paralela, Rusia amagaba con la distensión: inició un aparente repliegue de tropas en Crimea y en las cercanías de la región ucraniana del Donbás y apuntó a una posible solución dialogada.
El ministro de Exteriores, Lavrov, aseguró que una vez finalizadas las maniobras militares «las tropas rusas volverán a sus cuarteles, como es habitual».
Comienza la guerra
El 21 de febrero todo cambió. El gobierno ruso reconoció la independencia de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk y anunció el despliegue de una «misión de paz» en ambos territorios.
En un discurso para explicar la decisión, Vladimir Putin afirmó que «Kiev no está interesado en una solución pacífica», negó el derecho de Ucrania a su soberanía e integridad territorial y definió a Ucrania como un gobierno títere de occidente que amenaza la seguridad de Rusia.
Horas más tarde, las primeras tropas rusas entraron en el Donbás. Occidente reaccionó a este anuncio con nuevas sanciones, una de ellas, especialmente significativa: la suspensión por parte de Alemania de la certificación del gasoducto Nord Stream 2 que debía exportar gas ruso a Europa por el mar Báltico.
Ucrania declaró el Estado de excepción y movilizó a sus reservistas para prepararse para una invasión a gran escala que se produjo en la madrugada siguiente.