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El presidente ruso, Vladimir PutinEFE

Guerra Rusia Ucrania  Putin va ganando: una lectura 'tucideana' de esta guerra

Por encima de todo, Rusia saldrá vencedor de la invasión si Europa y la OTAN no hacen nada

Tucídides en su Historia de la Guerra del Peloponeso nos sigue enseñando muchas cosas respecto a la política y la guerra, al detallar con su espléndido relato aquella guerra antigua y originaria de Occidente que se desató por una cuestión de hegemonía comercial entre Atenas y Esparta. Nos enseña, por ejemplo, que su intención es que su crónica «pueda ser útil para aquellos que examinen los hechos acontecidos y de tales cosas semejantes a las que aun puedan acontecer de nuevo mientras la humana naturaleza siga siendo lo que es». Es decir, la guerra (aquella que él vivió y las venideras) han ocurrido y ocurrirá mientras que la naturaleza del hombre siga siendo la misma.

En aquel tiempo, tras las guerras médicas, y la victoria sobre los persas, Atenas se había convertido en el primer poder político y económico de la Grecia antigua, conformando la Liga Délica (ya en el 448 la sede se trasladó de Delos a Atenas) y aquello no era tanto un sistema de defensa, pues la amenaza persa se había aplacado, como una alianza de seguridad y estabilidad entre las Polis bajo la influencia de Atenas (algo así como la OTAN en estos tiempos de paz, bajo el control de los Estados Unidos).

Entre los años 443–431, transcurrió el llamado 'siglo de Pericles' un florecimiento cultural en el que se desarrolló la democracia ateniense y su imperialismo comercial, algo parecido al orden político del mundo económico y financiero demo-liberal. Fue una época en donde florecieron las artes, las humanidades y la ciencia en medio de una filosofía que poco a poco fueron corrompiendo los sofistas: una suerte de maestros, educadores, divulgadores, pedagogos que acabaron sucumbiendo en un relativismo socio-cultural y en un escepticismo y pragmatismo moral tan feroz que hizo de la demagogia su oficio y condujo a la decadencia la democracia griega. El mayor signo del que tenemos constancia de tal corrupción fue la condena y la muerte de Sócrates, un sofista-filósofo, que fue capaz de plantar cara a aquella «ideología» de los sofistas.

Pero en el 431 comenzaron unas guerras internas y devastadoras: las guerras del Peloponeso que finalizan en el 404 con la derrota de Atenas que quedó bajo una tiranía títere impuesta por la hegemonía de Esparta: un gobierno oligárquico compuesto de treinta magistrados conocido como el «gobierno de los treinta tiranos». Estos acontecimientos detallados por Tucídides, nos enseñan mucho en medio de una situación de guerra.

Una de la cosas principales, como indiqué en un artículo mío anterior, es que «son los fuertes quienes imponen su poder a los débiles y a los débiles les corresponde padecer lo que deban padecer», algo que estamos contemplando en directo, impasibles, viendo como el «fuerte» ocupa y arrasa al «débil» como ocurrió en la isla de Melos o, muchos siglos más tarde, en 1938, cuando Checoslovaquia fue ocupada por la Alemania nazi sin que nadie hiciese nada o, poco después en Polonia, en septiembre de 1939, cuando fue invadida con la complicidad de la Unión Soviética, con su apoyo desde el norte.

Solo aquellos valientes lanceros polacos nos dieron ejemplo de heroísmo lanzando su carga a caballo contra los Panzers alemanes; ellos son un antecedente de los actuales patriotas ucranianos que hacen frente a esta nueva 'Blitzkrieg' ordenada por Putin, como los melios cuando argumentaron, tantos siglos atrás, que «sería vergonzoso y cobarde por su parte someterse sin lucha».

Una «guerra relámpago» consiste en valerse de la superioridad militar y tecnológica para sorprender al pueblo invadido con un asalto llevado a cabo con todo tipo de armamento y vehículos que permiten un avance muy rápido, con blindados, aviación, etcétera. Ahora lo estamos contemplando en vivo.

Las razones

La concepción 'tucidiana' se muestra siempre realista evitando las contaminaciones ideológicas e idealistas y desde este punto de vista, hoy podemos afirmar que Putin va ganando. ¿Por qué digo esto?

–Va ganando principalmente porque su planificación y su ofensiva progresan adecuadamente con una resistencia valiente pero pequeña y prevista por sus estrategas. Está ocupando impunemente una nación más débil; un estado de derecho centro europeo, asociado desde 2014 a la Unión Europea.

–Va ganando porque la reacción internacional, las sanciones y las medidas económicas ya las tenía previstas y calculadas. Sabe que tales medidas van a causar un mayor daño a Europa occidental que a la propia Rusia. Hoy la prensa rusa se mofaba de que «occidente se dispara un tiro en el pie» gracias a sus propias sanciones contra Rusia.

–Está ganando, también, al poner a Europa en evidencia, como muestra la indignación que hay en Alemania al tomar conciencia de la pérdida de liderazgo de Europa y de su propio gobierno tras la tomadura de pelo de Putin a su Canciller, el socialista Olaf Scholz. No solo es una pérdida de liderazgo de Alemania, o de Francia, es la pérdida de liderazgo de toda Europa y el momento muestra su grave ausencia de protagonismo en la escena internacional. La hegemonía de China y Rusia se han adelantado. Scholz ha reconocido ya a los alemanes que: «la situación es muy grave… después de la invasión rusa de Ucrania, el mundo está revuelto… Putin ha destruido el orden de paz».

–Putin está ganando porque una parte de las movilizaciones pacifistas que se extienden por Europa están movilizadas por sus propios activistas y propagandistas prorrusos, como celebran hoy sus medios (Sputnik) al referirse con alborozo a la manifestación celebrada en Madrid por Izquierda Unida, Podemos y otros grupúsculos deudores de Rusia, bajo el lema: 'No a la guerra, no a la OTAN'. Aquí al final el malo y agresor es la paralizada OTAN, propiciando una presión política de «apaciguamiento» que favorece al Kremlin.

–Está ganando Putin cuando ayer en la ONU, no solo vetó la resolución propuesta por Estados Unidos como era de esperar, sino que logró que se rebajase el tono del documento previamente para que, al final, se contase con la abstención de China, India y Emiratos Árabes Unidos. De este modo Rusia no ha quedado aislada por todos.

–Putin está ganando por hacer de avanzadilla a las posibilidades de China, quien bajo los antecedentes de hoy, en muy breve plazo invadirá con la misma contundencia e impunidad la isla de Taiwán.

–Putin gana porque lo menos que este conflicto provocará será una catástrofe humanitaria y un movimiento migratorio hacia el oeste de Europa de millones de personas que modificará irreparablemente la fisonomía europea occidental y, con ello, su economía.

–Putin ganará porque su gobernador Aleksander Grigórievich Lukashenko seguirá hostigando a sus vecinos del Báltico impunemente hasta que se pueda justificar una nueva intervención militar en beneficio del Kremlin.

Putin ganará si Europa y la OTAN no hacen nada. Recordemos la frase de Edmund Burke (que muy bien entra en esta concepción 'tucidiana') que tomó Winston Churchill en momentos semejantes a éste cuando afirmó: «Lo único que se necesita para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada».