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Ali Jamenei Irán

Ali Jamenei, Líder Supremo de la Repúblíca Islámica de IránAfp

La otra gran amenaza: Irán y Siria

La intervención de Rusia en Siria ha sido un paso en la escalada y un ensayo de su posterior ocupación y expansión hegemónica, como hizo Crimea en 2014

No perdamos de vista las alianzas y movimientos geopolíticos de Rusia en Oriente Próximo. La última gran campaña de Putin, antes de enfrascarse en Crimea, Donbás y Ucrania fue en Siria donde Rusia ha jugado un papel decisivo apoyando a Bashar Háfez al-Ássad. Una campaña que le salió muy bien porque, al apoyar el régimen sirio, Rusia restableció su importancia internacional y logró frenar la hegemonía estadounidense en la zona.

Como subrayó, en 2011, el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov: «Rusia considera que Siria representa una oportunidad de volver a la escena internacional como un importante mediador diplomático».

Rusia, resuelta a reforzar su poder, entró a jugar su papel en los cambios en la dinámica de Oriente Medio, y Siria representaba su baluarte en la región. La dimensión creciente del conflicto, la violencia que se desató en la zona, que ha llevado a miles de muertes y a una crisis de refugiados inabordable para occidente, ha debilitado particularmente a Europa y mermado la influencia estadounidense.

Sin embargo, la influencia de Rusia se ha reforzado y ya el tono del Kremlin era muy beligerante entonces cuando Lavrov declaró: «desestabilizar Siria tendría repercusiones mucho más allá de sus fronteras», esto fue en junio de 2011, y, más tarde, el mismo Vladímir Putin advertía en un artículo de opinión en The New York Times que posibles ataques militares contra Siria los consideraba «un acto de agresión». Para muchos analistas la intervención de Rusia en Siria ha sido un paso en la escalada y un ensayo de su posterior ocupación y expansión hegemónica, como hizo Crimea en 2014.

De otra parte, desde que Barack Obama proclamó un «nuevo comienzo» para la política exterior estadounidense en Oriente Medio y chocaron con la realidad de lo ocurrido en Libia y en Siria, «Washington ha demostrado que es mucho mejor destruyendo estados que construyéndolos». Un fracaso de la democracia liberal para conseguir cambios económicos y políticos, que la gente del Oriente Medio anhelaba desesperadamente, y que ha posibilitado que, cada vez más, miren a China en lugar de a Estados Unidos como modelo.

En una situación tan delicada, como la nuestra en Europa, la posibilidad de abrir un frente oriental no es descabellada; eso sí, es una gran amenaza.

Tengamos en cuenta que la guerra de Siria es aun «una guerra abierta» y, si se reaviva, el problema más acuciante será Irán. La República Islámica ha presentado siempre a Rusia como aliado y socio estratégico. Desde 1979, cuando los revolucionarios islámicos transformaron el país en una teocracia chií, Irán ha peleado por expulsar a Estados Unidos de Oriente Medio y por acabar con Israel en favor de Palestina.

Irán ha luchado por transformar la región como ningún otro. Si bien la estrategia estadounidense hacia Oriente Medio ha seguido un curso cambiante conforme a las distintas administraciones (Clinton, Bush, Obama, Trump, Biden), la estrategia iraní hacia Estados Unidos y Oriente Medio se ha mantenido en continuidad.

Irán también ha exacerbado otros numerosos retos para la seguridad de Estados Unidos, como la proliferación nuclear, la ciberguerra, el terrorismo, la inseguridad energética y los conflictos en Afganistán, Irak, Siria y Yemen y el que enfrenta a israelíes y palestinos. En las últimas dos décadas, Irán ha establecido su primacía en Irak, Líbano, Siria y Yemen, los cuatro estados fallidos que constituyen su «eje de resistencia».

Esto lo ha hecho creando milicias regionales, como Hezbolá en el Líbano, las milicias chiíes en Irak o los Houthis en Yemen; todos estos grupos son sus devotos aliados dispuestos a lanzar ataques contra sus adversarios. Irán ha explotado los vacíos de poder dejados por la invasión estadounidense de Irak en 2003 o las «primaveras» fracasadas de los años 2010 y 2011. En Siria, Bashar al-Assad debe su supervivencia y su posición al apoyo iraní junto con el ruso.

Ni Estados Unidos ni los rivales regionales de Irán han demostrado la voluntad o la capacidad de desafiar la posición de Teherán en estos países, por eso EE. UU., a pesar de su retirada militar de Afganistán e Irak, mantiene un amplio contingente de entre 45.000 y 65.000 soldados en el Golfo Pérsico. Su objetivo principal es disuadir a Irán.

Pero la guerra declarada de Irán es contra Israel: Según la unidad de lucha antiterrorista de Kurdistán, se registró el impacto de doce misiles balísticos contra un barrio de la ciudad de Erbil y dirigidos al Consulado estadounidense o contra al aeropuerto, donde se encuentra una base de la coalición internacional anti-yihadista. Los misiles han sido lanzados desde Irán y los iraníes han justificado que el ataque se dirigía a una base secreta israelí.

Hace unos días Irán informaba que dos coroneles de su Guardia Revolucionaria murieron en un ataque aéreo israelí cerca de Damasco y prometió vengarse. Israel ha estado llevando a cabo ataques aéreos contra las milicias apoyadas por Irán y el personal iraní en Siria para evitar que el régimen de los ayatolas transfiera armas a Hezbolá, el grupo terrorista libanés.

De otra parte, en Viena, desde abril de 2021, a través del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) Estados Unidos negocia, junto a Alemania, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China para salvar el pacto nuclear. Las reservas de uranio enriquecido de Irán son hoy 15 veces más que el límite establecido, en el acuerdo de 2015.

Estados Unídos veía muy cerca el acuerdo, pero Moscú hizo una demanda que vinculaba el conflicto de Ucrania con estas negociaciones con Irán: «Rusia debe recibir una garantía estadounidense de que podrá comerciar con Irán sin obstáculos». Estados Unidos ha tratado de acercarse a Irán, con ciertas concesiones, al margen de las peticiones de Rusia.

Las conversaciones de Viena pretenden hacer avanzar el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC). La posición de China, en estas negociaciones, está siendo más constructiva, sobre todo para Irán, porque Beijing apoya las demandas de Teherán, quien quiere un acuerdo y rápido debido al aumento de los precios del petróleo, lo que podría contribuir a la recuperación de su economía, afectada por las sanciones.

Pero Israel mira estas conversaciones como una grave amenaza y con gran preocupación su primer ministro, Naftali Bennett, decía: «Miramos hacia Viena y estamos profundamente preocupados por lo que vemos. Para Israel y todas las fuerzas de Oriente Medio que buscan estabilidad, el acuerdo emergente probablemente cree un Oriente Medio más violento y menos estable (...) Israel no aceptará a Irán como un estado que está a punto de convertirse en potencia nuclear. Tenemos una línea roja clara y no negociable: Israel siempre mantendrá su libertad de acción para defenderse».

Para Israel es, ni más ni menos, que una cuestión de supervivencia.

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