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Eric Zemmour, líder del partido «La Reconquista»AFP

Elecciones francesas 2022

Eric Zemmour: imposible ser más francés

El periodista y polemista ha creado una poderosa corriente de opinión desacomplejadamente conservadora y nítidamente patriótica

Éric Justin Léon Zemmour (Montreuil, 31 de agosto de 1958) ha sido uno de los periodistas políticos más brillantes de su generación. Lo reconocen hasta sus más encarnizados adversarios dentro de la profesión y fuera de ella. Y nadie con un mínimo de objetividad puede dudar de su oceánica cultura política e histórica ni de sus dotes de polemista, condición hacia la que ha evolucionado a lo largo de los últimos quince años, tras abandonar el periodismo clásico y desde la que ha creado una poderosa corriente de opinión desacomplejadamente conservadora y nítidamente patriótica.

Conservadora, porque defiende sin tapujos a la familia natural, descuartiza sistemáticamente los mantras feministas –«El primer sexo», que no reivindica el machismo, pero sí la virilidad de siempre frente al modelo de hombre blando fue uno de sus primeros éxitos de ventas–, aboga por una vuelta a la tradición en la elección de nombres y defiende la autoridad frente a las modas más libertarias en las relaciones entre padres e hijos.

Pese a haber nacido casi noventa años después del hecho, Zemmour no para de mostrar su agradecimiento hacia una Francia cuya historia mitifica: cuando no cita a Napoleón –su principal referente–, evoca a San Luis y una vez ha terminado con el monarca medieval, resurge con Colbert o De Gaulle. Y los utiliza para advertir del principal peligro que, según él, acecha a Francia y a Europa: la sustitución de su civilización cristiana por una de corte mahometano.

Un discurso que ha seducido a cientos de miles de lectores que han devorado ensayos como «Le suicide français» o en fechas más recientes «La France n’a pas dit son dernier mot», 'Francia no ha dicho su última palabra', y que ha servido como rampa de lanzamiento de su candidatura presidencial.

Pero una cosa es ejercer de líder de opinión desde los platós televisivos o radiofónicos y otra muy distinta implicarse directamente en política. Dice que su partido, Reconquista, creado hace unos meses, tiene ya 120.000 miembros, más que ningún otro en Francia, según él, pero la tendencia demoscópica consolidada n de las últimas semanas no le atribuye más del 9 % de las intenciones de voto. De momento ya ha perdido su particular pulso «derechista» frente a Marine Le Pen. Sigue proclamando que su objetivo es el Elíseo, o la jefatura de la oposición, pero en realidad es otro: unir a todas las derechas. Tiene tiempo por delante.