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El presidente ruso, Vladimir PutinAFP

Putin subraya en rojo la fecha del 9 de mayo para alzarse victorioso en Ucrania

La arrogancia y el aislamiento del presidente ruso le llevan a tomar decisiones erróneas que afectan al desarrollo de la guerra

Se acerca la fecha del 9 de mayo, marcada en rojo en el calendario de Vladimir Putin como el día en que deberá mostrarse victorioso en Moscú.

Como si de un César –o un Zar– se tratara, Putin espera alcanzar la apoteosis de su «reinado» en una capital rusa engalanada para celebrar la victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi en 1945.

En su imaginario, las futuras generaciones de rusos no sólo celebrarán ese día la victoria de Stalin sobre Hitler, sino también la de Putin sobre Zelenski. Solo le falta un cortesano que se le acerque sigiloso y le susurre al oído aquel «recuerda que eres mortal».

Sin embargo, por el momento los avances rusos siguen sin ser, ni de lejos, lo suficientemente contundentes como para pensar que la guerra la está ganando Rusia.

De hecho, el subsecretario de Estado británico para las Fuerzas Armadas, James Heappey, afirmó en The Times que Ucrania cuenta con «viento de popa» y que es «muy probable» que termine ganando la guerra.

Recrudecimiento de la guerra

Heappey auguró un recrudecimiento de la guerra en el Donbás, pero rechazó la idea de una victoria segura de Rusia.

Reconoció que las fuerzas rusas son muy superiores a las ucranianas, pero muchos de los soldados están agotados y desmoralizados tras luchar en el norte. Otros son nuevos reclutas sin apenas entrenamiento o veteranos ya no aptos para el combate extremo.

Frente a ellos, están las mejores unidades del Ejército ucraniano, pequeñas en número, pero muy bien entrenadas, con experiencia en el Donbás desde el año 2014 y que han fortificado la región con una intrincada red de trincheras.

«Vamos a asistir a una pelea entre dos fuerzas militares muy similares, incluso a pesar de que los rusos son numéricamente superiores, porque los ucranianos están bien atrincherados en posiciones que han ocupado durante ocho años», explicó Heappey a The Times.

Desprecio hacia Ucrania

La arrogancia de Putin, su desprecio hacia Ucrania, hacia su clase política y hacia su Ejército le llevó a minusvalorar las capacidades militares ucranianas.

El presidente Putin reiteró en varias ocasiones de forma pública que ni siquiera considera a Ucrania un país de verdad.

Adulado por la camarilla de cortesanos que puebla los pasillos del Kremlin y que únicamente contaban a su jefe aquello que quería oír, Putin imaginó una entrada triunfal de su Ejército en Kiev.

Una operación veloz, una guerra relámpago, un recibimiento con flores y abrazos por parte de una población ucraniana supuestamente sometida a un gobierno «neonazi».

El Ejército ruso acabó diezmado y en retirada

Nada de eso ocurrió y el Ejército ruso acabó diezmado y en retirada. Ahora, los estrategas del Kremlin se centran en el plan B: el Donbás y Mariúpol.

Conseguir esos objetivos antes del 9 de mayo sería suficiente para presentar una victoria contundente ante la sociedad rusa.

Mariúpol parece cerca de caer en cuestión de días, u horas. La resistencia ucraniana está atrincherada en la zona industrial del puerto y se prepara para una batalla en los túneles de la ciudad.

Los militares rusos han comenzado a despejar de escombros, vehículos calcinados y cadáveres la vía principal de la ciudad para preparar su «desfile de la victoria» el próximo 9 de mayo.

Sin embargo, en el Donbás las cosas no están tan claras. La conquista de Mariúpol permitirá liberar tropas para centrarlas en el frente de Donetsk y Lugansk, pero son soldados agotados tras casi dos meses de asedio.

Servicios secretos

Los servicios de inteligencia no tienen nada claro que Rusia pueda lograr sus objetivos, ni antes del 9 de mayo ni nunca.

Putin ha culpado al FSB, los servicios de inteligencia interior de Rusia, del fracaso en Ucrania y ha purgado a 150 agentes a los que acusa de facilitar información errónea sobre la realidad ucraniana.

Sin embargo, según The Times, los funcionarios del FSB responsabilizan a Putin, siempre de puertas para adentro, del desastre del Ejército ruso en Ucrania por actuar sin consultar y movido únicamente por sus fanáticas ideas historicistas sobre las relaciones entre Rusia y Ucrania alejadas de la realidad.

Aislado, tanto por su desconfianza hacia aquellos que le rodean como por miedo a contagiarse de coronavirus, Putin ha pergeñado durante meses sus planes hacia Ucrania en práctica total soledad.

Envalentonado por la facilidad con que arrebató Crimea y parte del Donbás a Ucrania en 2014 y 2015, pensó que con la sola entrada de los soldados rusos en Ucrania se desmoronaría el Ejército y el Gobierno ucraniano.

Los hechos han mostrado que el desconocimiento de Putin, de sus asesores y de sus servicios de inteligencia sobre Ucrania era absoluto.

Entre otras cosas, no contaban con el arraigado sentimiento nacional de los ucranianos, incluso entre la población rusófona, un sentimiento que ahora está aumentando debido a la guerra.

Muchos rusoparlantes se sienten traicionados por Rusia

Muchos ucranianos rusoparlantes se siente traicionados por Rusia, un país a quien consideraban hermano, y han empezado a renunciar a la lengua rusa y a expresarse únicamente en ucraniano.

Ese desconocimiento, ese error de percepción se trasladó a los planes de batalla. Puesto que la guerra no duraría muchos días, dado que la población ucraniana recibiría a los rusos entre vítores y banderas tricolores rusas, no había necesidad de diseñar un plan logístico que garantizara los suministros a las avanzadillas rusas.

Las convicciones de Putin

Casi dos meses después de iniciar la guerra, las tropas rusas siguen padeciendo problemas logísticos que parecen imposibles de solventar sobre la marcha una vez iniciada la invasión.

En un artículo publicado por The Washington Post se afirma que Putin no empela teléfonos inteligentes y que casi nunca usa internet.

A pesar del golpe, la arrogancia de Putin no ha disminuido. Ha nombrado al sanguinario general Alexandr Dvórnikov como comandante de sus tropas en Ucrania y ha centralizado en él el mando.

Una vez cerrado el frente norte, el Kremlin cree que podrá conquistar rápidamente todo el Donbás y afianzar los territorios en el este y sur que ya ha conquistado.

Putin se ve victorioso en la Plaza Roja de Moscú el próximo 9 de mayo, convertido en el nuevo «Zar» que ha ampliado las fronteras rusas como nunca se había visto desde tiempos de la Unión Soviética. No admite otra realidad. Sólo la victoria sobre un país que no cree que exista.