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Direct Macron-Le Pen debate on TV. Paris, 2022-04-20. Photograph by Aline Morcillo / Hans Lucas.
Emmanuel Macron y Marine Le Pen, candidatos a la Presidencia de Francia, durante su último debate televisivo

Emmanuel Macron y Marine Le Pen, candidatos a la Presidencia de Francia, durante su último debate televisivoHans Lucas vía AFP

Elecciones presidenciales en Francia

Macron vence por la mínima un debate moderadamente bronco

El presidente acorraló a Le Pen al denunciar sus vínculos con Rusia, pero sin tomar una ventaja irreversible

Marine Le Pen tuvo que esperar a las 23.07, más de dos horas después del inicio del enfrentamiento televisivo, para poder desfogarse con una de las propuestas estrella de su programa electoral: un referéndum sobre la inmigración para que «los franceses puedan decidir quién viene, quién se queda, quién debe marcharse». Referéndum e inmigración, dos clásicos del lepenismo, incluso en su versión más edulcorada, esa que la hija del fundador se empeña en exhibir desde hace más de una década. Fue, probablemente, la única secuencia del octavo debate presidencial desde 1974 –año del primero– en que la candidata de la Agrupación Nacional llevó la iniciativa.

Porque la superioridad, intelectual y técnica, del presidente saliente, Emmanuel Macron, quedó clara prácticamente en el resto de secuencias, empezando por la primera, dedicada al poder adquisitivo, pese a ser otro de los temas favoritos de Le Pen y uno sobre los que más ha trabajado. Mientras proponía una rebaja fiscal generalizada y duradera –tanto en los impuestos directos como en los indirectos– para las categorías más desfavorecidas, y así «devolver a los franceses su dinero», al actual inquilino del Elíseo, defensor de una política contraria basada en el «cheque energía» o el «escudo tarifario» –subvenciones indirectas–, no le costó demostrar la «ineficacia» de lo preconizado por su contrincante.

La verdadera vida

Lo mismo ocurrió con los salarios: la candidata apuesta por una subida «perenne»; el candidato a la reelección defendió a capa y espada su mecanismo de primas a cargo de las empresas.

-Le Pen: «En la verdadera vida, cuando uno va a ver al banquero para que le conceda un préstamo, le pide su salario y le importan un rábano las primas».

-Macron: «¡No gestiona usted los salarios, señora Le Pen! No me gustaría que aquellas y aquellos [guiño inclusivo] que nos escuchan piensen que con usted el salario va a aumentar un 10 %, no es automático». «Usted no gestiona los salarios», replicó Le Pen, sin convencer.

Banco ruso

Uno de los momentos más esperados, el de la guerra entre Rusia y Ucrania, sirvió para presenciar una de las estocadas más punzantes de Macron. El alegato de Le Pen en pro de la causa del país agredido y de las sanciones al país agresor –con la excepción de las relativas al gas– fue vano: la insistencia de Macron en resaltar la dependencia «kremliniana» de su adversaria por el caso del préstamo del banco ruso dio sus frutos. Fue una rampa que le permitió ir desgranando las etapas del apoyo de Le Pen a Vladimir Putin desde la anexión de Crimea hasta las numerosas ocasiones en que los eurodiputados lepenistas votaron en Bruselas a favor de las posiciones rusas. El distanciamiento de Le Pen hacia Rusia resultó intrascendente frente a la ofensiva retórica de Macron.

El choque tuvo, asimismo, sus trances barriobajeros. Fueron principalmente dos. Cuando el presidente defendía apasionadamente su compromiso europeísta y pronunciaba reiteradamente la palabra Europa, Le Pen estimó oportuno recordar la famosa burla del general De Gaulle, destinada al entonces candidato democristiano Lecanuet, sobre la inutilidad de invocar verbalmente a Europa sin actos concretos. Macron zanjó rápidamente: «Viniendo de donde usted viene, señora Le Pen, mejor no hable del general De Gaulle», alusión al antigaullismo de Le Pen padre.

Tamaño ataque personal fue debidamente correspondido minutos después a cuenta de las eólicas, cuyo uso defiende Macron a capa y espada. La líder de la derecha extrema aprovechó la ocasión para decir: «Es verdad, las quiere instalar en todas las zonas marítimas menos en Le Touquet», localidad costera donde el matrimonio Macron tiene su residencia secundaria. «Madame Le Pen, madame Le Pen, madame Le Pen, pare», respondió un Macron algo desestabilizado.

Macron, en cambio, cometió errores de comunicación achacables exclusivamente a sí mismo. Por ejemplo, su forma algo desenfadada de sentarse en su silla o las miradas despectivas que dedicaba a su oponente. No supo aprovechar un escenario ventajoso, configurado por un espacio diáfano, dos pupitres semicirculares y con los moderadores situados a considerable distancia.

Errores burdos que no empañaron su supremacía, pero que tampoco le dieron una ventaja aplastante sobre una Le Pen, imperturbable durante las casi tres horas que duró el debate –a diferencia de su vergonzosa prestación de hace un lustro–, si bien le queda mucho camino por recorrer para mostrar solvencia en asuntos relacionados con la economía o la política exterior.

Mención a España

Para defender su gestión económica, Macron no dudó en afirmar que la actual tasa de inflación de Francia es dos veces inferior a la de España. Seguro que en Moncloa habrán apreciado el comentario.
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