Elecciones Francia
Le Pen, un apellido contra viento y marea
Portada de revista erótica o episodios sórdidos con objetos funerarios: los escándalos protagonizados por la célebre dinastía política han sido innumerables. Pero la ambición por el poder siempre ha prevalecido
Las tres hijas de Jean-Marie Le Pen han intentado hacerse un nombre (profesional) al margen de la política. La mayor, Marie-Caroline, hizo sus pinitos en el periodismo colaborando con medios como 'Le Figaro'; la segunda, Yann, estuvo de animadora en conocido club de vacaciones antes de crear una agencia de azafatas; Marine, la menor y actual candidata presidencial, trabajó algo más de un lustro como abogada.
Las tres acabaron renunciando a sus respectivas profesiones por el mismo motivo: el peso del apellido se hacía demasiado agobiante como para pasar desapercibidas.
Las tres acabaron viviendo a tiempo completo de la política. Marie-Caroline es desde hace años diputada regional en la Asamblea de Isla de Francia, la región de París; Yann lleva casi tres décadas como organizadora de eventos del partido y Marine es hoy su líder. Oficialmente por su victoria en las primarias de 2011; oficiosamente por dedazo del patriarca.
El favor por filiación no ha sido óbice para que Marine, con tal de salvar su propia carrera, cometiera sin contemplaciones el doble «sacrilegio» -así lo consideraron los más puristas- de expulsar al padre en 2015 y de cambiar el nombre al partido tres años más tarde.
Todo en familia y en partido
Por si no fuera suficiente, la mayoría de los sucesivos consortes que han pasado por la agitada vida sentimental de las tres hermanas también forman parte del peculiar 'entramado': Philippe Olivier, segundo marido de Marie-Caroline, es hoy uno de los asesores áulicos de su cuñada; Samuel Maréchal, ex marido de Yann fue alto cargo del Frente Nacional en los noventa y asumió la paternidad de Marion Maréchal, la hija que nació fruto de sus amoríos con el periodista y ex rehén en el Líbano, Roger Aunque, hoy fallecido.
Las tres parejas oficiales de Marine Le Pen no podían ser menos en el cuadro: Frank Chauffroy, el único con el que contrajo matrimonio y padre de sus tres hijos -la mayor Jeanne, y los mellizos Louis y Mathilde, de los que apenas existen instantáneas- es un proveedor del Frente Nacional. El siguiente en compartir su vida, Éric Iorio, fue en su momento, asalariado del 'Frente' y el último del que se tiene constancia, Louis Aliot, es el actual alcalde de Perpiñán por la Agrupación Nacional, faltaría más.
La ruptura sentimental no implicó en absoluto la política. La adversaria de Emmanuel Macron vive hoy en un adosado con jardín en las cercanías de París que comparte con una amiga -y solo amiga- llamada Ingrid, ajena por completo a la política.
La dinastía está en su mejor momento
Es una evidencia que la dinastía política más polémica está atravesando su mejor momento con la presencia de 'la pequeña', por segunda vez consecutiva, en la segunda vuelta de unos comicios presidenciales, escenario que no imaginaban aquel otoño de 1976, cuando una explosión -cuyos orígenes y autoría siguen siendo confusos- voló la vivienda familiar, situada en pleno centro de la capital gala.
La suerte sonrió a los pocos meses a los Le Pen con motivo del cobro de la polémica herencia de Huber Lambert, hijo único y sin hijos de un rico cementero. Poco antes de morir dejó a Jean-Marie Le Pen la totalidad de su patrimonio. El buque insignia era el soberbio palacete de estilo neoclásico, llamado Montretout, ubicado en Saint-Cloud, un lujoso municipio de los Altos del Sena, la provincia más rica de Francia, limítrofe con París.
Montretout ha sido y es algo más que una residencia familiar: si sus paredes hablaran, serían el mejor testigo de la historia de la derecha extrema francesa del último medio siglo. Fue, precisamente, la explosiva mezcla que incumbió a Montretout, sede política y residencia privada, una de las causas de la sonada separación que protagonizaron Jean-Marie y Pierrette Lalanne, su primera esposa y madre de sus tres hijos, en el otoño de 1984.
La ruptura y el trauma
«Salía de mi cuarto de baño y me encontraba a la cúpula del partido», alegó Pierrette. Una noche de octubre en que su marido, que acababa de volver a la primera línea de la política, estaba fuera dando un mítin, se largó tras haber recogido todas sus pertenencias.
Bueno, casi todas: según algunas fuentes, se le olvidó la urna que contenía las cenizas de su madre. Jean-Marie no se la quiso devolver y utilizó el objeto como moneda de cambio en un proceso de divorcio que ambos convirtieron en escarnio público.
Ella denunció reiteradamente en los medios que su ex no le pasaba pensión. Él aludido, harto, estalló en una radio: «¡Que limpie casas!». Pierrette aceptó el reto y replicó enseñando sus encantos, trasero incluido, en la edición francesa de Playboy de junio de 1987, ligeramente recubierta por un delantal y rodeada de utensilios propios del servicio doméstico, como el plumero.
Un episodio que traumatizó a sus hijas, de modo especial a Marine, de ahí que las tres hijas tomaran partido por el padre hasta una reconciliación definitiva -de la madre con sus retoñas- que tardó unos quince años en sellarse.
Un alineamiento no exento de choques
Este claro alineamiento no impidió sonados enfrentamientos políticos y personales en los años siguientes entre el padre y las hijas. Marie-Caroline inauguró el festival en 1998, año en que se produjo la escisión en el Frente Nacional promovida por Bruno Mégret, hasta entonces número 2 de la formación. La mayor y su consorte Olivier se fueron al nuevo partido de Mégret.
La respuesta no se hizo esperar: en el telediario de mayor audiencia, Jean-Marie ajustó cuentas, arremetiendo contra «esas hijas que prefieren a sus amantes antes que a su padre». Casi quince años estuvieron sin hablarse, con episodios dignos del más cutre de los programas del corazón. Con Marine el choque duró menos, pero fue de alto riesgo político.
La reconciliación familiar llegó en junio de 2018 con motivo de los 90 años de Jean-Marie. En la fiesta, celebrada, cómo no, en Montretout, participaron las tres hijas y las dos mujeres del protagonista. La plena reconciliación política tendrá que esperar: Marion Maréchal, la nieta favorita a quien su abuelo ofreció prácticamente en bandeja un escaño parlamentario en 2012, dejó la Agrupación hace ya un tiempo y para esta elección presidencial se decantó por Éric Zemmour, el gran rival de la tía que la crió.
A Marine se le resquebrajó la voz al comentar la noticia en televisión, La emoción le reportó votos. Los Le Pen, a fin de cuentas, son muy humanos.