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Elecciones en Francia

Cuatro desafíos urgentes para Emmanuel Macron

Terminar con la polarización social y las tensiones étnicas, reconquistar al electorado para las legislativas, ajustar las pensiones y mantener el liderazgo de Francia en la UE

El reelecto presidente de Francia tiene una primera misión inmediata:

Apaciguar y unir al país

La indiscutible victoria de Emmanuel Macron no debe hacer olvidar que Francia sigue atravesando fuertes tensiones políticas, étnicas, económicas y sociales.

Las hay entre moderados y populistas; entre franceses de souche y los procedentes de la inmigración; entre las categorías superiores –a las que no les ha ido nada mal en el anterior mandato– y en unas clases medias y populares cuyo poder adquisitivo está diezmado.

Por lo tanto a Macron le incumbe el deber, por no decir el imperativo, de mantener la cohesión social y la unidad nacional. Eso pasa por un discurso apaciguador y consensual, que evite ahondar las divisiones entre una mayoría «cualificada» de franceses. Y también por no convertirse em un mero gestor de acontecimientos a lo Chirac, que espera tranquilamente el final de su mandato.

Forjar una mayoría parlamentaria

Los comicios legislativos de junio serán la primera gran prueba del segundo y último mandato de Macron. Es el primero en saber que su huella en la historia dependerá, en gran medida, de la estabilidad política que haya sido capaz de aportar.

Nadie puede discutir que ha alcanzado su objetivo estratégico de unir bajo su batuta a los moderados de izquierda y de derecha, arrasando a sus partidos -primero a la izquierda y luego a la derecha- y dando forma al «círculo de la razón», según la fórmula acuñada por Alain Minc, símbolo de la corrección política, hace más de un cuarto de siglo. Pero la operación conlleva un riesgo: dejar al país sin oposición moderada. Por lo que podrían ejercerla las fuerzas congregadas en torno a Mélenchon y Le Pen.

Las pensiones

Una reportera de la sección política de un gran periódico francés, buena conocedora de los entresijos de la izquierda gala, confió hace dos días a El Debate, en el transcurso de una conversación privada, que daba por seguro una «tercera vuelta social» en las próximas semanas.

La explicación es sencilla: el apoyo de los principales sindicatos a Macron, manifestado entre las dos vueltas, no es un cheque en blanco. Ya le esperan a la vuelta de la esquina con la reforma de las pensiones: Macron quiere retrasar la edad de jubilación, medida a la que los sindicatos se oponen con uñas y dientes.

Por otra parte, el recién reelegido presidente supo aplacar, en un hábil movimiento táctico, la revuelta de los «Chalecos amarillos». Pero no ha resuelto los problemas de fondo que dieron pie al estallido. Un detalle: llama la atención en las calles de París cómo los locales de dos cadenas de supermercados de precios populares están llenos de pensionistas a todas horas.

Unión Europea

La reelección de Macron ha supuesto un alivio en la mayoría de las capitales de los países que conforman la Unión Europea. Principalmente en Berlín, donde el canciller Olaf Scholz temía la victoria de una Marine Le Pen, cuya campaña estuvo salpicada de declaraciones a cada cual más desafiante para con Alemania.

Pero eso no significa que todo vaya a seguir como antes. Hace unos meses, Gérard Araud, ex embajador de Francia en Estados Unidos y ante Naciones Unidas y persona muy escuchada por el presidente, dio a entender en una columna publicada en Le Point que el eje franco-alemán, por muy importante que fuera, no tenía por qué seguir siendo la referencia única de la Unión.

Bien es cierto que fue antes de la Guerra de Ucrania. Más no deja de ser un quiebro de posición de determinadas élites galas. Macron deberá dejar claras sus intenciones cuanto antes.