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Habitantes de Bucha entierran a un familiar y querido amigoAFP

72 días de guerra en Ucrania

Muerte en la calle Yablunska: el trágico destino de dos víctimas de Bucha

Estas son las historias de dos muertos en Bucha, donde los militares rusos llevaron a cabo crímenes de guerra

Los dos hombres fueron hallados muertos en la calle Yablunska de Bucha, pero llegaron allí por razones diferentes: una evacuación arriesgada, una bicicleta prestada, un pariente herido. Uno de ellos incluso había nacido en Rusia.

A principios de abril, en un tramo de esa calle de la ciudad ucraniana a las afueras de Kiev, fueron hallados los cuerpos de al menos 20 personas vestidas de civiles, víctimas de presuntos crímenes de guerra perpetrados por las fuerzas rusas.

Las imágenes de los muertos –en su mayoría abatidos a disparos y abandonados en el lugar durante semanas– tomadas por los medios desataron una tormenta de indignación mundial y acarrearon más sanciones contra Rusia y un aumento de la ayuda a Ucrania.

El jueves, la fiscalía ucraniana anunció que diez soldados rusos estaban siendo investigados por presuntos crímenes en Bucha, vinculados con «el trato cruel a los civiles y otras violaciones de la ley y costumbres de la guerra». Rusia, por su parte, niega cualquier responsabilidad.

Estas son las historias de algunos de los muertos de Yablunska.

Las calles parecían un campo de batalla

«Salimos juntos y regresé solo», dice Oleksandr Smagliuk, de 21 años, con sus ojos azules mirando al vacío, al recordar la mañana de ese 6 de marzo.

Los tanques rusos estaban en Bucha desde hacía más de una semana, y la contraofensiva ucraniana no había logrado recuperar la localidad, situada al noroeste de la capital.

La evacuación de los habitantes se hacía cada vez más difícil, y llegó a ser imposible. La ciudad estaba aislada, sin electricidad, agua ni conexión móvil.

El 6 de marzo, Mijailo Romaniuk, de 58 años, acompañaba a Smagliuk, el novio de su sobrina, para visitar al padre del joven en un hospital, en el que se encontraba herido de gravedad después de un ataque.

Smagliuk y Romaniuk pensaron que allí podrían cargar sus teléfonos móbiles. Pedalearon unos minutos, y cuando llegaron a la calle Yablunska empezó el tiroteo.

«No vimos a nadie. No me di cuenta hasta el final de dónde llegaban los tiros. Solo escuché ráfagas, y lo vi caer. Salí por otra calle para escapar», cuenta Smagliuk.

Oleksandr Smagliuk, en el funeral de su amigo, Mykhailo Romaniuk, que murió de un disparoAFP

Algunos residentes indicaron que los disparos durante la ocupación llegaban de varias direcciones, lo cual aumentaba la probabilidad de que más de un tirador fuese responsable de los asesinatos.

Las calles parecían un campo de batalla. Los tanques rusos se estacionaron en las calles y en los jardines de las casas, y los invasores montaron barricadas y desplegaron tropas en torno a los edificios.

«Lo primero que hicieron fue instalarse y disparar contra todo lo que se movía, todos los que se les acercaban. Incluso dispararon a las estatuas», dijo el jefe de la policía de Bucha, Vitaly Llobas.

El cuerpo de Romaniuk permaneció 28 días en la acera de borde amarillo y blanco. Su cara, hinchada, estaba colocada hacia un lado y guantes naranjas aún cubrían sus manos. Su cadáver fue recogido el 3 de abril, tras la liberación de la ciudad.

El cuerpo de Mykhailo Romaniuk, que permaneció durante días en la calzadaAFP

Su certificado de muerte indica un «trauma balístico craneal, causado por una bala penetrante (...), con múltiples lesiones cerebrales y fractura en la cavidad craneal». El documento concluye: «herida por arma automática con la intención de matar».

Pero estas descripciones no dan indicios sobre su vida. Romaniuk se desempeñaba como obrero en Bucha, donde muchas familias de Kiev se instalaron en busca de una vida tranquila con la naturaleza cerca.

«Le encantaba cantar, era un hombre alegre, y un poco borracho», recuerda su cuñada, Viktoria Vatura, de 48 años, mientras imita con el dedo a alguien que bebe.

Romaniuk fue enterrado el 18 de abril sin ceremonia ni cura. Pero frente a su tumba, cuatro miembros de su familia dijeron algunas palabras. Era «un hombre sencillo que amaba la vida y nunca había lastimado a nadie», dice Vatura.

Manos arriba en un puesto de control ruso

El 5 de marzo, cuando aún era posible, Mijailo Kovalenko trató de escapar de Bucha en coche con su mujer y su hija.

Los combates que azotaban la zona la convirtieron en una ratonera sin agua en las casas y con un riesgo constante de muerte por disparos de balas o metrallas.

Cuando el hombre de 62 años llegó a la calle Yablunska, «salió del vehículo con las manos arriba» para presentarse ante los rusos del puesto de control, cuenta Artem, el novio de la hija de Kovalenko, que aceptó hablar bajo la condición de que no se publicara su apellido.

Pero aun así, los soldados rusos le dispararon, denunciaron su mujer y su hija, que sobrevivieron el ataque al salir corriendo. Mientras corría, la mujer resultó herida en la pierna, agrega Artem.

El cuerpo de su marido, que iba vestido con una parka azul y pantalones beis, permaneció a un lado de la carretera durante 29 días.

Un final brutal y repentino para un hombre que amaba la música clásica y las caminatas bucólicas en la naturaleza de Bucha.

Sus familiares lo identificaron gracias a la ropa, a partir de una foto tomada desde lejos por la AFP el 2 de abril. «Fue horrible», dijo Artem.

El 18 de abril, las autoridades llamaron a Artem para que acudiera a la morgue e identificara el cuerpo. Su novia está ahora en Bulgaria, en cuidados psiquiátricos.

Desde que presenció el asesinato de su padre, «se despierta cada noche», explica Artem.

Kovalenko fue enterrado en un ataúd negro en Bucha. Los únicos presentes fueron Artem y otros dos familiares, según un periodista de la AFP presente en el lugar.