Perfil
Una tecnócrata que deberá adquirir autoridad: así es Élisabeth Borne, la nueva primera ministra francesa
Emmanuel Macron coloca en la jefatura del Gobierno a una eficaz gestora que nunca se ha topado con los votantes
El que avisa no es traidor y Emmanuel Macron había dejado claro durante la campaña electoral que se avecinaban tiempos recios. Para capearlos ha elegido a quien logró, durante su primer mandato presidencial, sacar adelante las reformas más impopulares. Como ministra de Transportes entre 2017 y 2019, Élisabeth Borne (París, 18 de abril de 1961) no se dejó intimidar por la huelga más larga de ferroviarios en varias décadas: de una tacada, abrió la Sncf, la 'Renfe francesa', feudo inexpugnable de sindicatos recalcitrantes, a la competencia en mercancías y reformó sus rígidos estatutos.
Al frente de la cartera de Transición Ecológica y Solidaria hizo votar una ley que contempla el cierre, para finales de este año, de las últimas centrales de carbón y una reducción del 40 % del consumo de energías fósiles de aquí a 2030, al tiempo que consiguió aplazar hasta 2035 la limitación al 50 % de la parte nuclear en la producción eléctrica. Por último, y en su condición de ministra de Trabajo desde 2020, reformó el sistema de Formación Profesional y endureció los requisitos de acceso a las prestaciones por desempleo.
Esta abultada lista de logros en apenas cinco años fue posible, en primer lugar, por el fuerte carácter de Borne, negociadora fría e implacable, dotada de un carácter dominante –sus colaboradores directos y los agentes sociales que ha tenido enfrente lo han comprobado– y de una determinación a prueba de bomba.
En segundo lugar por su buen conocimiento técnico de los diferentes asuntos que ha tratado, pues la nueva inquilina del Palacio de Matignon –sede del Gobierno francés desde 1935– es una tecnócrata de pura cepa: ingeniera de Caminos formada en la señera Escuela Politécnica, toda su carrera ha transcurrido en la alta administración –dirigió el gabinete de Ségolène Royal como ministra de Medio Ambiente tras haber sido asesora de Lionel Jospin– o dirigiendo una importante empresa del sector público como la Régie Autonome des Transports Parisiens, el mastodóntico consorcio de transportes que gestiona las 16 líneas del Metro parisino y buena parte del resto de transportes regionales.
Su primer examen
El corolario de esta trayectoria es el débil peso político de una mujer que siempre fue próxima al Partido Socialista aunque sin adherirse a él. Su primer acto de militancia política fue unirse en 2017 a La República en Marcha, el partido de Macron, y dentro de unas semanas se someterá por primera vez a la prueba del sufragio universal, pues opta a un escaño parlamentario en el sexto distrito de Calvados, una de las cinco provincias normandas.
Si pierde, su estancia en Matignon habrá durado apenas unas semanas: una primera ministra recién derrotada carecería de autoridad política para llevar a cabo las reformas prometidas por Macron, empezando por la de las pensiones, que marcará el inicio de la legislatura. En cambio, con Borne al frente del Gobierno, se evitarán los exabruptos y demás meteduras de pata de Edith Cresson, la única mujer antes de Borne en haber sido primera ministra de Francia. El carácter severo y austero de su lejana sucesora, proyectado en su rostro de institutriz prusiana, hace imposible semejante deriva.