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El presidente ruso, Vladimir Putin, con sus dos hijas en brazosRussian Archives Online via Avalon Project

Vladimir Putin, un padre protector en apuros

Las sanciones occidentales por la guerra en Ucrania amenazan con desgarrar el tupido velo con el que el presidente ruso protege a su familia

Cerdeña y sus costas de zafiro, paseos en barco a motor, y almuerzos en alta mar. Atardeceres mediterráneos en tono melocotón, días interminables con banda sonora de cigarra. El profundo lujo de un verano italiano.

En ese idilio frente al mar tirreno, se torraban al sol las hermanas rusas Maria y Yekaterina, invitadas de la suntuosa Villa Certosa. Cuando se aburrían de languidecer sobre el terreno colmado de olivos, partían en excursiones clandestinas al centro comercial más cercano, y disfrutaban de una tarde de shopping.

El paraíso del glamour, con una condición: debían proteger su identidad y esconder sus rostros de cualquier cámara, para que nadie se percatase de que eran las hijas del presidente Vladimir Putin.

El presidente ruso es más que un padre atento que no ve límite a la hora de garantizar la protección de sus hijas. Concibe el bienestar de Maria y Yekaterina, ahora de 36 y 35 años respectivamente, como un asunto de seguridad nacional, y como antiguo agente del KGB, envuelve su intimidad familiar en un velo de misterio bordado con rumores.

Una ristra de hijos bastardos

Maria y Yekaterina Putina se criaron como hijas legítimas del jerarca ruso, pero muchos aventuran que en realidad podría tener más.

Los medios independientes de Rusia estiman que Putin engendró a otros cuatro niños, con dos mujeres diferentes, y en realidad es padre de seis vástagos secretos.

Esa fue, durante años, la estrategia del jerarca ruso: esconder la identidad de sus seres queridos, y garantizar, hasta cierto punto, su privacidad y libertad. Pero la invasión a Ucrania lo cambió todo.

Cuando empezaron a llover sanciones, y las propiedades y lujos desaparecieron en efecto dominó, la fachada que ocultaba la vida privada de Putin empezó a desmoronarse.

Las sanciones de Reino Unido, por ejemplo, ya alcanzan a sus hijas, a su exmujer Lyudmila Ocheretnaya, y a Alina Kabaeva, que se rumorea que es su amante.

El peligro de los rumores

En 2009, un reportaje del periódico local ruso Moskovsky Korrespondent aventuró que Putin y Ocheretnaya se habían divorciado tras 25 años de matrimonio. El medio también publicó que el presidente estaba ahora enamorado de Kabaeva, gimnasta olímpica de 24 años.

«Nunca me han gustado aquellos que, con sus narices mocosas y fantasías eróticas, se inmiscuyen en los asuntos ajenos», amenazó entonces Putin.

En Villa Certosa, Silvio Berlusconi (dueño de la propiedad), fingió disparar a una de las periodistas que difundieron el rumor.

Putin, al que ya habían acusado de asesinar a varios periodistas, rio la gracia de su aliado europeo. Unos días más tarde, el Moskovsky Korrespondent cerraba todas sus oficinas por «razones económicas».

Nina Kruscheva, bisnieta de Nikita Khrushchev, explicó al periódico The New York Times el porqué de esta insistencia en proteger la identidad de su progenie: «Crea la desinformación. Crea un ambiente de elucubraciones y rumores, y al final todo permanece escondido».

Kruscheva explicó también que el presidente ruso quería perpetuar una mitología salpicada de verdades, perspectiva bizantina típica del Kremlin. «Hay muchas historias. Podrían ser todas ciertas, o podría no serlo ninguna. Esa es la niebla de Putin», agregó la experta.

Pero el pasado abril, tras iniciarse la invasión a Ucrania, Estados Unidos se abrió paso entre la niebla e impuso sanciones a las dos hijas de Putin.

Las justificaron diciendo que eran parientes de una persona sancionada (Putin). Sopesaron también si castigar a Alina Kabaeva, pero rechazaron la idea en el último momento para evitar una escalada.

No se trató en realidad de penalizar a Maria y Yekaterina, si no de transmitir a su padre una advertencia clara: su agresión sobrepasó las líneas rojas, y ahora Occidente se acercaría a ese mundo secreto, privado y familiar que tanto se esforzaba por proteger.