La torpeza de Pedro Sánchez pone en aprietos a Olaf Scholz
El líder socialista no está haciendo muchos amigos en Europa, menos en la política y la opinión pública alemana tras revelar la entrega de tanques a Ucrania
La «escasa discreción» del gobierno de Pedro Sánchez en lo que atañe a cuestiones de seguridad ha caído como un jarro de agua fría en Alemania. Hacer pública la entrega de tanques 'Leopard' de fabricación alemana a Ucrania le crea un grave problema al gobierno del socialista Olaf Scholz por varias razones:
Primero, porque el gobierno alemán había descartado una entrega de este tipo de armamento alegando, entre otras cosas, que ningún otro socio de la OTAN suministraba este tipo de tanques. Al menos hasta ahora.
Segundo, porque, a nivel interno, pone al canciller Scholz en una situación muy difícil dentro de su gobierno de «coalición semáforo» (compuesta por socialistas, liberales y verdes), donde esta inoportuna información venida de España ha levantado profundas disensiones.
También porque en el Parlamento alemán crece el debate con cada vez más partidarios, principalmente desde el CDU-CSU, de entregar armas pesadas a Ucrania.
En tercer lugar, en junio, los miembros de la OTAN se reunirán en Madrid para debatir la guerra de Ucrania y Sánchez se ha precipitado muy inoportunamente, forzando las posiciones.
La única explicación es que Sánchez (como resalta el semanario Der Spiegel) se quiere hacer propaganda, porque quiere dejar su huella en esa cumbre para reforzar su popularidad, ya muy deteriorada de cara a una futura reelección.
En Alemania es un comportamiento imperdonable que un político se sirva de cuestiones de estado y comprometa la seguridad para ganar popularidad. Realmente en Alemania y fuera de ella debería ser siempre así.
Si estas informaciones se verifican es posible que el gobierno de Berlín se vea obligado a actuar. Como todas las exportaciones de armas, incluso para los socios de la OTAN, los 'Leopard' de fabricación alemana están sujetos a la llamada declaración de uso final. Por lo que España debe obtener primero la luz verde de Alemania si quiere entregar esos tanques a Ucrania.
Olaf Scholz, hasta ahora, siempre ha rechazado la entrega de carros de combate modernos, en su lugar, se ha practicado un principio de intercambio distinto donde los países de Europa del Este entregan a Ucrania sus tanques pero que eran de fabricación soviética y, eso sí, reciben reemplazos de mejoras modernas de Alemania y otros socios occidentales. Hay un tipo de acuerdo así, por ejemplo, con la República Checa.
Hoy la prensa alemana ironiza sobre que «la entrega de Sánchez tiene sentido sobre todo en términos de política interior» dado que el embajador ucraniano había acusado al gobierno español de suministrar muy pocas armas, de que la munición que Madrid había enviado solo daba «para dos horas».
También, Sánchez, había anunciado «a bombo y platillo en abril una entrega de 200 toneladas de material de guerra», pero fue un ridículo sonado pues «cuando los ucranianos abrieron los contenedores, supuestamente encontraron, entre otras cosas, un montón de botas de invierno».
Sánchez es cada vez más conocido en Europa por sus ridículos y tal vez pase por ello a la historia por ese cómico pasaje en que se asemeja sobremanera al personaje de 'Adrien Deume' de la gran obra de Albert Cohen Bella del Señor:
«Se abrochó la chaqueta y se dirigió hacia el pez gordo fingiendo que aún no lo había visto, a fin de que el encuentro pareciese fruto del azar y no premeditado. Al llegar ante la pieza codiciada, compuso una expresión mundana de jubilosa sorpresa, sonrió y saludó profundamente, lista la mano derecha. Como el marqués Volpi lo examinara sin responder, el joven funcionario desvió la mirada simulando sonreír ante una idea luminosa y se escabulló».
Así fue, exactamente, como abordo a Joe Biden, en aquella entrevista de 29 segundos durante la cumbre de la OTAN de 2021.
No está haciendo ahora muchos amigos en Europa, menos en la política y la opinión pública alemana. Pero quizás todo esto lo hace Sánchez porque nuevamente quiere impresionar «al pez gordo» a ver si, de una vez, se fija en él. Aunque me temo que Joe Biden, una vez más, como el marqués de Volpi, tan solo lo examine sin responder.