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Un soldado nigeriano de las fuerzas de paz de la ONU en MaliAFP

Cinco puntos calientes en el mundo donde podría estallar una nueva guerra tras Ucrania

La invasión rusa ha desviado la atención mediática de otros conflictos con potencialidad para experimentar una escalada militar

La guerra en Ucrania está entrando en una fase de estancamiento con Rusia cerca de cumplir sus objetivos militares y el ejército ucraniano tratando de lograr un nuevo impulso que le permita emprender contraofensivas.

La guerra se espera que sea larga. Sin embargo, no es el único punto caliente del planeta. En otros países hay conflictos en curso que centrarán la atención del mundo una vez que la guerra ucraniana se estanque.

Cáucaso

El Cáucaso es el patio trasero de Rusia. Desde la caída de la Unión Soviética, el Kremlin se ha esforzado por atar en corto a sus díscolas repúblicas de esta región.

En los años 90 atajó las ansias de independencia de Chechenia y Daguestán. En 2008 invadió Georgia y ocupó militarmente sus territorios de Osetia del Sur y Abjasia.

Sin embargo, si el agotamiento militar ruso debido al esfuerzo realizado en Ucrania, donde Rusia ha perdido a entre 25.000 y 30.000 soldados en menos de cuatro meses, se traduce en un colapso del ejército ruso, el Cáucaso podría ser el primer escenario de un nuevo proceso independentista en Rusia.

El estrés causado por las sanciones internacionales contra Rusia contribuiría a ello, además del descontento de la población local por la muerte de miles de soldados de sus territorios.

En ese sentido, Chechenia, y sus líderes entonces independentistas y ahora fanáticos del imperialismo ruso, podrían dar un golpe de timón y renovar sus ansias soberanistas si ven que el momento les conviene.

Georgia es otro territorio que se mantiene a la expectativa, a la espera de un debilitamiento de Rusia que le permita una nueva aventura militar para recuperar sus territorios perdidos en 2008.

Armenia

Armenia y Azerbaiyán se encuentran en pleno proceso de negociación para normalizar las relaciones tras la guerra de 2021 que enfrentó a ambos países por el enclave armenio de Nagorno Karabaj, reconocido por la comunidad internacional como de soberanía azerí.

Gran parte del territorio controlado por Armenia desde la guerra de 1993 cayó en poder de Azerbaiyán tras su victoria en 2021.

Las negociaciones se centran ahora en el establecimiento de corredores que comuniquen las comunidades armenias de Nagorno Karabaj con Armenia, y del enclave azerí de Najicheván con su metrópoli.

El garante de las negociaciones son Turquía, principal aliado de Azerbaiyán, y Rusia, aliado de Armenia que mantiene un destacamento de paz en Nagorno Karabaj.

La guerra en Ucrania, sin embargo, podría desestabilizar este escenario. Un colapso de las tropas rusas en Ucrania pondría en riesgo el equilibrio en Armenia que Azerbaiyán podría aprovechar para emprender una nueva ofensiva destinada a conquistar todo Nagorno Karabaj si es que antes no se alcanza un arreglo con Armenia.

Bielorrusia

Otro país en la picota cuya estabilidad depende del resultado de la guerra en Ucrania es Bielorrusia.

Las manifestaciones antigubernamentales tras el pucherazo electoral de verano de 2020, que llevó a la reelección del presidente Aleksandr Lukashenko, dejó tocado al dictador bielorruso.

Su única opción fue echarse en brazos de la Rusia de Vladimir Putin, de la que, precisamente, trataba de distanciarse.

Rusia tiene ansias expansionistas hacia Bielorrusia en un proyecto paneslavo que también abarca a Ucrania.

Si bien, en el caso de la díscola Ucrania, Putin trata de atraerla a Moscú a sangre y fuego, en el caso de Bielorrusia pretende que sea un proceso más paulatino y pacífico.

Tras las manifestaciones de 2020, la viabilidad del gobierno de Lukashenko depende del apoyo de Putin. En ese escenario, Bielorrusia se ha convertido ya en una marioneta del Kremlin que hace y deshace a placer, como si Bielorrusia ya fuera un territorio más de la Federación Rusa.

Una derrota de Rusia en Ucrania implicaría que Lukashenko perdería a su único sostén y dejaría la puerta abierta a un nuevo intento revolucionario o, incluso, a un golpe militar.

Taiwán

No son pocos los analistas que señalan que el futuro de la hegemonía mundial no se juega en Ucrania, sino en Taiwán.

La guerra ucraniana ha desviado el foco hacia Europa oriental, pero la tensión en aguas del Mar de China Meridional no deja de escalar.

Sin ir más lejos, este viernes el ministro de Defensa de China, Wei Fenghe, advirtió al secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, que Pekín no dudaría en iniciar una guerra si alguien se atreve a separar la Taiwán de China.

Estados Unidos, si bien respeta el principio de una sola China, ha rechazado cualquier intento de anexión de la isla al continente por la fuerza.

En ese sentido, ante las continuas incursiones aéreas de cazas chinos en el espacio aéreo taiwanés y el rearme de Pekín, Estados Unidos se comprometió a defender la isla en caso de agresión.

Sahel

El Sahel es el gran conflicto fantasma que sufre el mundo. Esta región árida que separa la África sahariana de la subsahariana se ha convertido en un nido de grupos militares y yihadistas alimentados por el dinero del narcotráfico y las armas procedentes de la inestable Libia post Gadafi.

Estado Islámico en el África Occidental, Al Qaeda en el Magreb Islámico o la debilitada Boko Haram son solo algunos de los principales grupos yihadistas que operan en su territorio.

En 2012 el yihadismo ya hizo un primer intento de control efectivo de parte del territorio con la ofensiva de Al Qaeda en Mali.

En Nigeria que, si bien no es un Estado del Sahel sí que tiene unas problemáticas directamente relacionadas con la desestabilización de la región, el grupo terrorista Boko Haram ha controlado durante años parte del territorio.

Sin embargo, la competencia con Estado Islámico ha debilitado mucho al grupo. La sucursal en el país de la internacional yihadista ha asumido el monopolio del terrorismo islamista en el país.

El reciente atentado contra una iglesia católica en el estado sureño de Ondo el día de Pentecostés es una muestra del riesgo de escalada yihadista en el país y en la región.