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US President Joe Biden (R) and Brazilian President Jair Bolsonaro attend a bilateral meeting at the 9th Summit of the Americas in Los Angeles, California, June 9, 2022. (Photo by Jim WATSON / AFP)

Jair Bolsonaro comprometió su presencia en la IX Cumbre de las Américas a una bilateral con Joe Biden, que cumplió su palabraAFP

IX Cumbre de las Américas

«El bueno, el feo y el malo», personajes que pasaron por la Cumbre de las Américas

Para Biden lo importante no es la defensa de dictadores que hizo Alberto Fernández, lo urgente es frenar la hemorragia de inmigrantes hispanos que están reconquistando América

Alberto Fernández vivió su momento de gloria cerca de Hollywood. El presidente de Argentina, en crisis permanente, fue una de las estrellas del firmamento gris de la Cumbre de las Américas en Los Ángeles.

Joe Biden le sirvió en bandeja la oportunidad de «brillar» con luz propia con su cadena de torpezas para gestionar un foro donde expresó mal y tarde las razones de excluir a los dictadores que son miembros de ese club mal avenido made in USA.

Fernández fue el portavoz de dictadores

El presidente de Argentina ejerció de portavoz de lo peor de cada casa, léase: Cuba, Nicaragua y Venezuela, pero logró el protagonismo buscado. Fernández le reprochó a Biden que se arrogara, como anfitrión, el derecho a excluir a sus colegas, pero en ningún momento describió o criticó las violaciones sistemáticas de los derechos humanos del trío caribeño.

Apuntar a la OEA

Último en llegar y en salir por la puerta de la Cumbre, aprovechó para embestir contra la OEA (como Bukele) y su secretario general , Luis Almagro. De paso convocó, como le recomendó desde su tierra Maduro, una cumbre respuesta de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), el sitio de recreo de sus amigos comunistas, progres y especialistas en torturas, ejecuciones y en matar a tiros a los que no piensan como ellos.

El argentino podía haber intentando ser él mismo (dentro y fuera de su país) pero parece que le gusta ejercer de ventrílocuo de alguien, sea CFK, siglas por las que se conoce a la vicepresidenta, Andrés Manuel López Obrador o un ejemplar tan peligroso y pueril como el sucesor de Hugo Chávez. Seguir este libreto en la cuna de Hollywood es como invitar a ver un remake ampliado de «El bueno, el feo y el malo», y que cada cual adjudique el papel a quién considere.

Fernández, un hombre dominado por la mujer que le puso donde está, insiste en sostenerse en la cuerda floja del equilibrio que maneja Cristina, la otra Fernández que controla los hilos de un poder desgastado, pero, a fin de cuentas, suyo.

Ella, la viuda de Néstor Kirchner, fue el brazo ejecutor del «sincericidio» del ahora exministro Matías Kulfas en El Debate y en esos chats con periodistas donde el off the record lo interpreta cada cual a su antojo.

Pero nadie supera a Gabriela Cerruti, la portavoz de la Casa Rosada que engañó a Alfredo Astiz y al resto de la prensa (la de verdad), al escribir de memoria una conversación privada -acordada en esos términos- y sostener que había sido una entrevista con el condenado por su participación en la represión de la dictadura argentina. Eran otros tiempos pero estos se parecen mucho.

Empezamos fuerte...Joe Biden, a Alberto Fernández

Volviendo a la Cumbre de las Américas, Joe Biden hizo como que no entendía o que entendía sólo lo que quería y se quedó tan pancho con los dardos no acusados de Fernández. «Empezamos fuerte», fue todo lo que le dijo con una sonrisa. El sucesor de Donald Trump se centró en lo que les unía y fue a lo suyo y a cumplir su compromiso con Jair Bolsonaro de que tendría su bilateral. El brasileño, otro personaje, había condicionado su asistencia a la Cumbre a esa bilateral.

Para Biden lo importante no son las cosas que diga Alberto Fernández o cualquier otro presidente de ese patio, para el presidente de Estados Unidos lo urgente es frenar la hemorragia de inmigrantes hispanos que poco a poco están reconquistando América.

Por eso, exigió compartir responsabilidades. Dicho de otro modo que abran las puertas del asilo político, que suban las barreras de seguridad fronterizas para evitar las estampidas y que haya solidaridad económica y no pague siempre la factura el mismo.

El discurso se comprende cuando es público que unas 7.500 desahuciados intentan cruzar a diario la frontera entre Estados Unidos y México. La mayoría huye de los países de Centroamérica (incluido Nicaragua) pero también de Venezuela y Cuba, esos regímenes que se le atragantaron a Biden y que le sientan tan bien a Fernández (a los dos).

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