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Manifestación pro vida frente al Tribunal Supremo de Estados UnidosAFP

La lucha continúa tras la era 'post-Roe': la defensa de la vida no acaba aquí

La izquierda capitalista tiene mal perder y dispone de una amplísima red de propaganda

El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha emitido una sentencia histórica y relevante para los movimientos Pro-vida, que anula el caso «Roe contra Wade», de 1973, y que cierra el acceso al aborto como un derecho constitucional.

La supresión del aborto como un derecho federal dará lugar a una mayor protección de la vida en más de la mitad de los estados, en EE.UU. Es, sin duda, una decisión ampliamente esperada por los movimientos a favor de la vida y la dignidad humana de todo el mundo.

«Roe contra Wade» sentó una jurisprudencia equívoca asentada sobre un cúmulo de falsedades. Una forzada interpretación de la decimocuarta enmienda norteamericana que ha expandido una lógica de violencia y desprotección de la vida humana.

Si la lógica del pionero norteamericano, que protege la enmienda 14, otorga el derecho de vida o muerte sobre cualquier intruso en la propiedad privada (privacy) y así es interpretado «el cuerpo de una mujer» al quedar embarazada. La lógica de las constituciones modernas europeas sigue una dirección completamente contraria.

El pacto que propone Hobbes para constituir el Estado, en la sociedad moderna, y superar el «homo homini lupus» (el hombre como lobo para el hombre) supone, en primer lugar, la renuncia a la autodefensa y con ello la suspensión de un «derecho de vida o muerte» sobre nadie, aun dentro de la privacidad de uno.

Superar «Roe contra Wade» es una gran avance de las libertades, de la razón y una revalorización de la dignidad humana frente a las oscuras tendencias ideológicas que se iniciaron tras 1968, y que van más allá de la lógica del «pionero en el oeste» que defiende su privacidad: «nosotras parimos, nosotras decidimos».

Las doctrinas ideológicas de la década de 1970 están ya caducas, pero persisten y tratan de asentarse en todo el mundo

Las doctrinas ideológicas de la década de 1970 están ya caducas, pero persisten y tratan de asentarse en todo el mundo. Se basan en la desconsideración del débil y vulnerable, en este caso el «nasciturus»; se apoyan en dialécticas post-hegelianas, en este caso en la contraposición «mujer-hijo», «mujer-biología».

Una ideología que contrapone un prototipo femenino absolutamente opuesto a la naturaleza biológica como clave de emancipación

La ideología ha impuesto una «sociedad tardía», retardada, descompasada, desajustada, donde el ritmo biológico femenino es continuamente forzado y violentado por el tiempo cultural, tecnificado y productivo. Esta es la base del feminismo ideológico actual: un completo desajuste.

Al fondo no es más que una ofrenda a la productividad, un sacrificio de las mujeres contemporáneas en el ara del rendimiento productivo, del capital, del dinero y del bien estar material.

La nueva izquierda y el capitalismo neoliberal se han aliado plenamente en este punto «materialista-dialéctico». La anti-procreación y el aborto son su vehículo. Por ejemplo, la «L. O. 2/2010», ahora reformada, para una mayor ideologización, es un buen ejemplo.

Estas leyes ideológicas y filo totalitarias presuponen que derechos subjetivos que, además, se corresponden con la vida privada e íntima de las ciudadanas, en este caso, «la vida sexual y reproductiva» caen bajo tutela del Estado y el gobierno que legisla. Supone una intromisión ilegítima y sin precedentes, ahora sí, de la «privacidad» de las mujeres.

Lo más curioso es que esta intromisión legal del gobierno se justifica (BOE-A-2010-35) en que el gobierno que legisla otorga a las mujeres españolas unos derechos que ya tienen y que el Estado no puede otorgar: «adoptar libremente las decisiones que afectan a su vida sexual y reproductiva», eso ya lo hacían las mujeres españolas desde que yo tengo uso de razón, sin que el Estado se metiese de por medio.

Las condiciones físicas, biológicas y sociales son un límite sobre las que ningún gobierno tiene potestad ninguna

En segundo lugar, el Estado le concede una «protección imposible» porque el gobierno desafía las leyes de la biología y dice: «sin más límites que los derivados del respeto a los derechos y al orden constitucional». Algo tan absurdo como prometer la luna. Las condiciones físicas, biológicas y sociales son un límite sobre las que ningún gobierno tiene potestad ninguna. El aborto no es una liberación, es un drama.

De esta forma, los legisladores «a cambio de nada» se entrometen en la privacidad de las mujeres y legislan ideológicamente para llevar a cabo sus políticas y propaganda antinatalista y proabortista. Al fondo de control sobre las mismas ciudadanas y sobre la natalidad.

Esta es la realidad. Por eso «la lucha continúa» y no solo en Europa, donde «la cultura de la muerte» ha colonizado las instituciones, las políticas y la sociedad articulando el derecho al aborto bajo el eufemismo de «salud sexual y reproductiva».

En Hispanoamérica, el feminismo antinatalista y proaborto se extiende. Hace sólo cinco años, en Hispanoamérica el aborto era ilegal o estaba limitado a supuestos excepcionales, con las únicas excepciones de Cuba, Guyana, Uruguay y el distrito federal de Ciudad de México.

Pero en estos dos últimos años, los tres países más poblados de Hispanoamérica despenalizaron el aborto en rápida sucesión: primero Argentina, luego México y, más recientemente, Colombia. Ahora Chile puede hacer historia en el mundo con el borrador de una nueva Constitución que consagra el derecho al aborto.

Activistas provida y proaborto protestan frente a la Corte Suprema, Washington, D.C.Getty Images via AFP

Allí, como entre 1970-1980 en Europa, las feministas luchan dentro de organizaciones de nueva izquierda, bajo la ideología de los derechos de género y reproductivos, defendiendo «el aborto como un derecho humano y un aspecto esencial de la ciudadanía plena».

La lucha continúa porque tras «Roe contra Wade» las poderosas organizaciones proaborto como Planned Parenthood o el Guttmatcher Institute querrán mantener sus enormes beneficios económicos, aumentar su colonización global, y ya han declarado la guerra a esta decisión. La izquierda capitalista tiene mal perder y dispone de una amplísima red de propaganda.

Por eso la defensa de la vida humana y su dignidad no debe disminuir, sino motivarse, impulsarse, lanzarse valientemente al ruedo público desde la sociedad, la cultura, la política, las leyes, la enseñanza para promover un nuevo abolicionismo en nombre de la humanidad y la libertad.

Hoy puede ser un gran momento en España con esta gran manifestación por la vida y la dignidad. La sociedad civil tiene mucho que decir. Recordemos que «el mal triunfa allí donde los hombres buenos no hacen nada».