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Una mujer en ucrania, portando un Cristo crucificado, en la plaza de Kiev al comienzo de la guerraAFP

Un mes después: miedo y orgullo entre las mujeres de los combatientes del Azovstal

Cuatro mujeres recuerdan a los soldados desaparecidos, entre el temor y la incertidumbre

Durante dos semanas, fascinaron al mundo resistiendo bajo tierra ante Rusia en la acería Azovstal de la ciudad ucraniana de Mariúpol. Pero un mes después de su rendición, a las familias de estos combatientes les queda un silencio aterrador y pizcas de orgullo.

¿Están muertos? ¿Vivos? ¿Están siendo torturados? ¿Han sido considerados como combatientes «neonazis», calificativo usado por Moscú para nombrar a los miembros del vilipendiado regimiento ucraniano de Azov, o son tratados como presos de guerra?

Encontradas por la AFP en París y Kiev, una esposa, una novia, una madre y una hermana de los soldados de Azovstal explican la insoportable espera desde el 20 de mayo, cuando su comandante Denys Prokopenko, con un vendaje en el brazo derecho y el izquierdo inflamado, confirmó que «el comando militar superior había dado la orden de salvar las vidas de los militares de nuestra guarnición y dejar de defender la ciudad» del sureste de Ucrania.

La rendición había empezado días antes. Pero él aguantó hasta el final.

A su mujer Kateryna, el comandante Prokopenko le aseguraba en privado que «todo irá bien» y que se «verán pronto», recuerda la esposa, que no quería pasar por una «llorona» y le respondía que era «como un héroe de Marvel, pero de verdad».

«Ni una palabra»

Serguiy Volynski, otro soldado de Azovstal, envió a su familia «un último mensaje indicando que no habría más comunicación», explica desde Kiev su hermana Tatiana Jarko, de 32 años.

Desde entonces, «ni una palabra, absolutamente nada, no sé dónde está, si lo están alimentando, si lo están torturando», se inquieta. «Hay informaciones en los medios rusos según los que algunos fueron trasladados a Moscú, otros a otras partes de Rusia».

«No he hablado con él en un mes. Espero a que me llame. Eso me pone tan nerviosa», apunta Kateryna Prokopenko.

Aunque 95 «defensores de Azovstal», todos «gravemente heridos», según ella, fueron canjeados por prisioneros rusos el miércoles, nada se sabe sobre la suerte de los otros.

Andriy Yermak, cercano al presidente ucraniano Volodimir Zelenski, recientemente declaró «no saber en qué condiciones están detenidos». «Pero estamos seguros de que están vivos».

Según Moscú, 2.439 combatientes ucranianos fueron hechos prisioneros en Azovstal, una gigantesca acería en la que se refugiaron tras ser expulsados de otros barrios de Mariúpol.

A pesar de los incesantes ataques rusos y de la escasez de víveres y municiones, continuaron luchando durante semanas. Con vídeos grabados en los sótanos bombardeados, con una mezcla de coraje y patriotismo, se ganaron el respeto no solo en Ucrania, también más allá de sus fronteras.

«Mi hermano se dirigió al papa diciéndole: Usted debe haber visto muchas cosas en esta vida, pero estoy seguro de que no ha visto jamás lo que ocurre en Mariúpol, porque esto se parece al infierno», rememora Tatiana Jarko.

Esta mediatización gustó poco a Rusia, que nombró al regimiento Azov a cargo de Azovstal como una unidad neonazi, acusaciones desmentidas por las familiares de los soldados.

La república autoproclamada de Donetsk, una entidad prorrusa que combate desde 2014 para separarse de Ucrania, la califica de «organización terrorista» con «crímenes» punibles con «la pena capital», según su responsable de Justicia, Yuri Sirovatko.

«Los tenemos que salvar»

A principios de junio, esta autoridad separatista condenó a muerte por «mercenarios» a dos británicos y un marroquí apresados en Ucrania.

Para Kateryna Prokopenko es «teatro» para que Rusia pueda «negociar» con Occidente mediante este «chantaje diplomático».

Y respecto a los suyos, la mujer del comandante espera que la justicia «enemiga» trate a su marido «con honor» porque es un «verdadero soldado».

«No lo creo más que un 1 %», reconoce. «Pero este uno por ciento me hace sentir mejor».

Alla Samoilenko, madre de Ilia, un combatiente de inglés perfecto que apareció en numerosos medios occidentales con su prótesis terminada con un gancho negro en el brazo que perdió en combate en 2017, explica que estaba «tranquila» cuando su hijo estaba en el subsuelo de la acería.

«Ilia me daba su posición, sus opiniones. Sentía que tenía que confiar en él», explica. Pero después de la rendición, «he dejado de dormir».

La novia del soldado, Daria Tsykunova, se ha unido a una asociación de mujeres e hijas de los combatientes de Azovstal. «He entendido que nuestras voces pueden ayudarlos», explica.

Kateryna Prokopenko, Alla Samoilenko y Daria Tsykunova estaban la semana pasada en París, invitadas al estreno de un documental sobre Ucrania. Las tres lucían una camiseta con el lema Free Azovstal defenders (Libertad para los defensores de Azovstal).

«Necesitamos que el mundo siga mirando en su dirección», resume Daria Tsykunova. «Los tenemos que salvar».