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Winston Churchill y Harold Macmillan en 1961Flickr CC

Reino Unido

La «noche de los cuchillos largos» de los conservadores británicos

El 13 de julio de 1962, hace sesenta años, Harold Macmillan cesó por sorpresa a un terció de su Gobierno, pero cavó su propia tumba

Puede parecer desatinado utilizar el nombre de «Noche de cuchillos largos», uno de los episodios más trágicos del primer nazismo, para describir una crisis política en la venerable y asentada democracia británica.

Pero así ha quedado para la historia el puñetazo sobre la mesa que dio el entonces primer ministro conservador, Harold Macmillan (1892-1986), la noche del 13 de julio de 1962 al prescindir, de forma totalmente inesperada, de un tercio de su Gobierno.

Macmillan era el inteligente heredero de la editorial epónima que inició una carrera política a mediados de los años veinte avalado no tanto por su fortuna como por una notable hoja de servicios en el frente durante la Primera Guerra Mundial.

Dicho de otra forma, Macmillan era el primer interlocutor político de los famosos mariscales sir Harold Alexander, comandante en jefe aliado en el Mediterráneo, y sir Bernard Montgomery, vencedor de la Batalla de El Alamein.

Con la vuelta de los conservadores al poder en 1951, el cada vez más aguerrido político asumió sucesivamente las carteras de Vivienda, Defensa, Asuntos Exteriores y Economía y Hacienda.

Nada extraño, pues, que una mayoría de próceres del Partido Conservador coincidiera en sugerir su nombre a Isabel II para suceder como primer ministro a sir Anthony Eden, cuya dimisión se tornó inevitable a raíz del contraproducente desenlace de la Crisis del Canal de Suez.

La política de Macmillan, tanto exterior como interior, fue inteligente, sin rencores hacia Estados Unidos por su falta de apoyo en Suez y de estímulo a un crecimiento económico por entonces imparable.

El resultado fue una gran victoria en las elecciones de 1959, las terceras consecutivas que vencían los conservadores.

Descolonización en África

Sin embargo, el desencanto no tardó en aparecer, pese a notables iniciativas como el discurso de los Vientos de Cambio, pistoletazo de salida de la descolonización británica en África.

La sociedad británica experimentaba asimismo grandes cambios de fondo y en clave más inmediata, la economía daba señales de estancamiento por primera vez desde 1945.

La consecuencia, clásica en política, fue un progresivo desgaste de la figura de Macmillan y aguas cada vez más revueltas en el seno del partido, sobre todo a raíz de la pérdida del feudo de Orpington en la legislativa parcial de marzo de 1962.

Macmillan debía retomar la iniciativa. Lo sabía. Y tenía planificado hacerlo de forma ordenada.

Pero la indiscreción de su ministro Rab Butler, que filtró involuntariamente la remodelación al editor de The Daily Mail, precipitó unos acontecimientos en los que Macmillan terminó perdiendo los nervios.

A última hora de la tarde del 13 de julio convocó al ministro de Economía y Hacienda, Selwyn Lloyd, al que acababa de felicitar por su proyecto de Presupuesto, para significarle su inexplicable cese.

Fue el inicio de una masacre que desembocó en el cese de un tercio del Gobierno. Fuera también lord Kilmuir, fiel servidor de todos los gobiernos conservadores desde 1951.

El proceso estuvo, además, repleto de incongruencias: Macmillan dijo al ministro de Defensa, que tenía que cesarle porque necesitaba rejuvenecer su equipo. Pero le sustituyó por Peter Thorneycroft, mayor que él.

La poca porción de autoridad que recuperó Macmillan a raíz de esta Noche de los cuchillos largos fue como la alegría en casa del pobre: de corta duración. Solo pudo disfrutar de un repunte de la situación económica.

El resto fue una sucesión de reveses, empezando por el veto del general De Gaulle al ingreso del Reino Unido en la Comunidad Económica Europea, que Macmillan había convertido en su gran causa.

El 18 de octubre de 1963, un Macmillan físicamente debilitado y políticamente acorralado por el caso Profumo, uno de los escándalos político-sexuales más notables de la Guerra Fría, dimitió.