Entrevista | Mariano Caucino, historiador y exembajador argentino en Israel y Costa Rica
«El kirchnerismo seguramente va a exhibir un eventual triunfo de Lula como una victoria propia»
«Durante tres años no ha habido ningún encuentro de presidentes argentino-brasileños por el sólo hecho de la no-coincidencia ideológica», observa Caucino
Mariano Caucino, analista político internacional, historiador y ex embajador argentino en Israel y Costa Rica, conoce bien el mundo. América no tiene secretos para él, pero tampoco Asia y en especial, Rusia.
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Simula que duda, pero Caucino está convencido de que «el kirchnerismo, seguramente, va a exhibir un eventual triunfo de Lula como una victoria propia». Tiene claro que «EE.UU. sigue siendo el primer país de la tierra. Y todo indica que lo seguirán siendo en las próximas décadas», pero no subestima a China: «Es una superpotencia económica al punto de alcanzar en ese plano prácticamente a EE.UU. »
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«Curiosamente, a Rusia –en la guerra– le fue peor en materia bélica que en el terreno económico.»
–¿Cómo afectará a Argentina que gane Lula o Bolsonaro?
–Brasil es nuestro primer socio en el mundo. Un grave déficit de esta cuarta gestión kirchnerista fue haber ideologizado y personalizado las relaciones con Brasil al punto de que durante tres años no ha habido ningún encuentro de presidentes argentino-brasileños por el sólo hecho de la no-coincidencia ideológica.
Eso implica un grado de primitivismo asombroso y un descenso a una suerte de diplomacia pre-westfaliana. Piense usted que el Tratado de Maastrich que dio base a la Unión Europea como la entendemos hoy fue negociado por dos líderes que tenían ideologías opuestas como (Helmut) Kohl y (Francoise) Mitterand. Uno era conservador. El otro era socialista. Pero trabajaron en post de un fin común que era el de crear la Unión Europea.
El gobernador (Axel) Kicilof abiertamente se ha entrometido en asuntos internos del Brasil al hacer un acto proselitista llamando a votar por Lula. Un disparate
–¿Para el kirchnerismo será un respaldo si gana Lula y para la oposición argentina si el que se impone al final es Bolsonaro?
–El kirchnerismo seguramente va a exhibir un eventual triunfo de Lula como una victoria propia. Son muy desvergonzados en ese sentido. Pero la realidad es que el propio Lula tuvo que manifestar hace pocos días -durante una entrevista con líderes de la industria de San Pablo- que la economía argentina es un desastre.
Después de veinte años es evidente que los kirchneristas son capaces de cualquier cosa. El gobernador (Axel) Kicilof abiertamente se ha entrometido en asuntos internos del Brasil al hacer un acto proselitista llamando a votar por Lula. Un disparate.
Macri pudo trabajar muy bien con tres presidentes brasileños: Dilma Rousseff, Michel Temer y Jair Bolsonaro. Macri no ideologizó su política exterior.Mariano Caucino
–¿Y a la oposición qué le conviene?
–Un gobierno de Juntos por el Cambio va a trabajar con quien sea que esté en el gobierno de Brasil atendiendo el interés nacional y no en atención a una preferencia ideológica.
La realidad es que Macri pudo trabajar muy bien con tres presidentes brasileños: Dilma Rousseff, Michel Temer y Jair Bolsonaro. Macri no ideologizó su política exterior. El siempre cuenta que al asumir se reunió con el entonces presidente del Uruguay, con quien los presidentes Néstor y Cristina Kirchner habían tenido una relación muy mala, y pudo resolver conflictos en la relación entre Argentina y Uruguay muy rápidamente.
–Usted ha escrito libros sobre Rusia y sus relaciones con Occidente ¿Qué piensa del desarrollo de la guerra en Ucrania?
–La guerra está ofreciendo algunas sorpresas y algunas paradojas. La primera obviamente es la importante resistencia ucraniana, la que no estaba en los planes de los rusos y es más importante y eficaz de lo que se esperaba. Otra paradoja, en el sentido inverso, la ofrece el hecho de que la economía rusa experimentó un daño menor al esperado. Al menos por ahora. Curiosamente, a Rusia le fue peor en materia bélica que en el terreno económico.
Para Rusia Ucrania es casi una obsesión. (Zbigniew) Brzezinzki explicó muy bien que Rusia es un imperio cuando controla a Ucrania y deja de ser un imperio cuando deja de controlar a Ucrania
–¿Qué consecuencias tendrá la guerra a largo plazo?
–El conflicto ucraniano probablemente continúe en el tiempo. Porque en rigor los conflictos geopolíticos suelen mantenerse en el tiempo. Son conflictos cuyo origen está en la geografía y la historia. Y por lo tanto lo más probable es que se eternice.
Hay que entender que para Rusia, Ucrania es casi una obsesión. (Zbigniew) Brzezinzki explicó muy bien que Rusia es un imperio cuando controla a Ucrania y deja de ser un imperio cuando deja de controlar a Ucrania. Lo que es muy probable es que un debilitamiento de Rusia termine fomentando un aumento del poder relativo de China, porque una Rusia sometida a sanciones de parte de las potencias occidentales se volverá muy dependiente de China en materia económica. Y eso es contrario a los intereses de largo plazo de Occidente. A la vez, el principal perjudicado en esta instancia es Alemania y Europa en general.
–¿Los alemanes sufrirán más que el resto?
–Alemania tenía una situación privilegiada antes de la invasión rusa a Ucrania. Porque accedía a energía abundante y barata proveniente de Rusia y una suerte de paraguas de seguridad provista por la OTAN y por los EE.UU. en última instancia.
Kissinger explicó alguna vez que Alemania era muy grande para Europa, pero muy pequeña para el mundo
–¿Estados Unidos es consciente de que China es el principal beneficiado de esta situación?
–A la larga todo esto parece beneficiar a China. Y eso es potencialmente complicado porque la potencia en ascenso en el siglo XXI no es la ex Unión Soviética sino China. Por esa razón la escuela realista de la política exterior norteamericana sostiene que en el largo plazo los intereses de Occidente podrían esta mejor atendidos en la medida que se pueda alcanzar algún grado de entendimiento con Moscú para contrabalancear el rol ascendente de Beijing.
–Eso es lo que buscaron Nixon y Kissinger en los 70, pero al revés
–Exactamente, en los tiempos de la Detente, cuando entendieron que Washington debía procurar con Moscú y con Beijing una mejor relación que la que éstas tuvieran entre sí. Algo así como una adaptación de la conveniencia de ser miembro de un grupo de tres en un sistema de cinco, como enseñó Bismarck cien años antes.
–¿El mundo cambió tanto por la pandemia y la invasión rusa a Ucrania como parece o en realidad es el mismo mundo de siempre?
–El mundo cambia permanentemente. Lo que está claro es que lo que estamos viviendo es seguramente el final del orden global surgido del fin de la Guerra Fría en 1989/1991.
En Rusia no rigen las mismas categorías que en Occidente. Son pueblos que no atravesaron la reforma religiosa, ni la Ilustración, ni el Renacimiento
–El mundo idílico que imaginó Francis Fukuyama en «El fin de la Historia» en el que todas las naciones debían marchar a la economía de mercado y la democracia.
–Esas esperanzas se cumplieron parcialmente. Tampoco es cierto que no se cumplieron en nada. Fíjese el caso de Asia. En muchísimos países se redujo la pobreza de manera enormemente exitosa. Usted me puede decir que por supuesto muchos de esos países no tienen democracia y eso es verdad. Pero también es verdad que fuera de Occidente no existe el reclamo democrático en el sentido que uno imaginaría. Porque básicamente se trata de culturas diferentes, ni mejores ni peores.
Eso también se aplica a un país como Rusia, donde no rigen las mismas categorías que en Occidente. Son pueblos que no atravesaron la reforma religiosa, ni la Ilustración, ni el Renacimiento. O al menos, no en la extensión ni con la intensidad de nuestras sociedades.
–¿El orden global con eje en los EEUU duró menos tiempo de lo que se imaginaba...?
–Aquel «nuevo orden mundial» del que habló el presidente George H. W. Bush (padre) en 1990 tuvo a los EEUU como eje, pero ese sistema de poder global tuvo golpes muy importantes como el 11 de septiembre, la invasión a Irak en 2003 –una medida unilateral de los EEUU que fue rechazada por Rusia, China, Francia y muchos otros países– y la crisis financiera de 2008/9. Además, China se convirtió en una superpotencia económica al punto de alcanzar prácticamente a los EEUU en ese plano.
–¿El mundo unipolar en torno al liderazgo de los EE.UU. llegó a su fin?
–En alguna medida, sí. Pero eso no significa que los EE.UU. estén en decadencia como creen los izquierdistas trasnochados de aquí y allá. Lo que sucede es que su liderazgo se ve acompañado por el surgimiento de grandes potencias, empezando por China. Y por la Unión Europea. Entre esas tres economías, reúnen el 55 o 60 por ciento de la economía global.
El poder de las naciones no se mide exclusivamente en el plano económico sino como resultado de una combinación de la influencia económica, militar y cultural (Soft Power)
–¿China va camino a convertirse en una superpotencia?
–Económicamente, sí. Pero para convertirse en una superpotencia rival de los EE.UU. en todos los planos falta mucho tiempo. Porque el poder de las naciones no se mide exclusivamente en el plano económico sino como resultado de una combinación de la influencia económica, militar y cultural (Soft Power).
A diferencia de los EEUU, China tiene una geografía en contra. No tiene autoabastecimiento en materia energética ni alimentaria y está rodeada de potencias dotadas de armas nucleares
China ha experimentado un ascenso económico espectacular en las últimas cuatro décadas, a partir de las reformas de mercado y apertura introducidas por Deng Xiaoping en 1978, después de la muerte de Mao y Chou En-lai. Pero desde el punto de vista militar, aun está muy por detrás de los EE.UU. y en materia cultural todavía las sociedades occidentales tienen un atractivo muy superior. Por otra parte, hay un detalle no menor que tiene que ver con la geografía. A diferencia de los EE.UU., China tiene una geografía en contra. No tiene autoabastecimiento en materia energética ni alimentaria y está rodeada de potencias dotadas de armas nucleares con las que mantiene relaciones muy complicadas.
–Entonces, ¿quienes sostienen que el siglo XXI será el siglo de China exageran?
–No puedo decirle que va a ocurrir dentro de 60, 70 u 80 años, pero hoy los EE.UU. siguen siendo la nación más poderosa de la tierra. Es la primera economía global, es la única superpotencia en condiciones de desplegar su accionar militar en dos escenarios simultáneos, posee un grado de atracción cultural solo comparable al de Europa Occidental y a diferencia de Europa, tiene una tasa demográfica positiva. Por eso EE.UU. sigue siendo el primer país de la tierra. Y todo indica que lo seguirán siendo en las próximas décadas. Pero seguramente el siglo XXI puede parecerse más al siglo XIX que al siglo XX.