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Terror y destrucción: Rusia convierte la Ucrania ocupada en un «páramo»

La política de tierra quemada aplicada por las tropas rusas a los territorios ocupados en Ucrania deja detrás de ellos aldeas arrasadas e inhabitables

Sentada bajo un toldo en el jardín de su casa, rodeada de gatos y totalmente indiferente a los estrépitos de la guerra, Maria Syjouk relata más de seis meses de terror bajo la ocupación rusa de su pueblo, recientemente reconquistado por Ucrania en su contraofensiva en el sur.

Visokopilia, en el norte de la región de Jersón, se encuentra a pocos kilómetros de los territorios controlados por Moscú y que Rusia se dispone a anexionar.

Tan cerca de la línea del frente, la pequeña ciudad antes poblada por 4.000 almas y ahora casi vacía, vive todavía al ritmo del fuego de artillería de ambos bandos.

Maria Syjouk, de 72 años, con un pañuelo en la cabeza, sonríe amablemente. Solo se enfada con los «orcos», un término insultante con el que se refiere a los soldados rusos.

«Nos han robado, nos han humillado», expresó furiosa al equipo de AFP que visitó el pueblo acompañado por el ejército ucraniano.

A veces mataban civiles, dice la babushka, que no quiso salir de su casa. «Había una familia aquí, los 'orcos' querían llevarse su coche, pero el marido no quiso dárselo. Le dispararon a él y a su mujer», relató.

No se registraron asesinatos en masa en el pueblo, según los habitantes con los que conversó AFP, pero el destino de esa pareja fue denunciado por tres interlocutores diferentes.

Los relatos recuerdan las ejecuciones sumarias narradas por muchos testigos, a pesar de los desmentidos rusos, en otros territorios ucranianos, comenzando con la masacre de Bucha, cerca de Kiev.

Cruz de madera

Entre las cinco tumbas excavadas aquí desde el inicio de la invasión rusa, ninguna está cubierta por una losa y una de ellas alberga a dos muertos que fallecieron el mismo día. Una cruz de madera establece su muerte el 20 de abril de 2022.

«Una familia, un hombre y una mujer, fueron asesinados. Estábamos en casa cuando escuchamos los disparos. Luego fuimos a buscar agua», recuerda también Nina, de 65 años, quien pasó más de seis meses sin ir más allá de la esquina de su calle.

«No nos quedamos llorando. Esperábamos a que nuestros muchachos regresaran para tomar el control del pueblo», aseguró.

El ejército ucraniano anunció el 12 de septiembre la reconquista de Visokopilia y de otras tres localidades en una contraofensiva en el sur. Para entonces aseguró haber recapturado 500 kilómetros cuadrados.

Desde entonces, la comunicación se redujo al estricto mínimo en este frente. En el noreste, al menos 8.000 kilómetros cuadrados han sido recuperados y las tropas de Kiev continúan su avance.

Consultada por AFP, la portavoz militar Natalia Gumeniuk calificó las maniobras en el sur como «un poco diferentes» por la topografía del terreno.

En las «grandes llanuras» de la región de Jersón, a diferencia del noreste, hay «muy poco bosque» por lo que las unidades militares deben «cubrir grandes distancias en campo abierto» y pueden sufrir grandes bajas.

La portavoz rechazó cualquier «paralización o demora» en las operaciones: «Seguimos trabajando, pero no hablamos de ello tan abiertamente».

En Visokopilia se necesitó al menos una semana de duros combates para liberar la aldea, según un portavoz militar que acompañó a AFP al sitio el martes.

Aterrador

La destrucción es inmensa en este pueblo. Se ven dos tanques rusos en las afueras, la fachada del hospital está desfigurada por los ataques y la mayoría de los techos de las casas están perforados, cuando no faltan las paredes.

Los restos de coches con la letra «Z», una marca de reconocimiento y propaganda de los rusos, salpican la zona. Los proyectiles no dañados parecen haber sido dejados junto a los equipos médicos rusos.

La presencia enemiga era «aterradora, chocante. No sabíamos adónde ir, qué hacer, dónde escondernos», relató Valentina Zgonyk-Safonova.

Contó haber visto «chicas de 20 años acosadas», soldados que se emborrachan y luego gritan, otros que «andan con armas en la mano y apuntan a la gente».

Con miedo de ver su casa saqueada, aunque ya le habían robado el coche, esta profesora abandonó Visokopilia el 5 de junio. Acaba de encontrar su casa completamente quemada.

Solo parece haber sobrevivido su bañera verde, desplazada al patio y en la que flota carne descompuesta.

«Voy a volver y reconstruir mi casa», afirmó. Y añade en medio de las explosiones: «Soy una persona a la que no le gustan los grandes cambios».