Los habitantes de Okinawa ya no ven con malos ojos las bases de EE.UU. como dique frente a China
La isla japonesa de Okinawa alberga desde hace años una base militar estadounidense, cuya presencia ha sido tradicionalmente rechazada por los residentes de la isla
Durante décadas, los residentes de la isla japonesa de Okinawa se han opuesto ferozmente a las bases militares estadounidenses en su territorio.
Pero hay un cambio sutil en marcha, impulsado por el ruido de sables de China y los desafíos económicos.
Las bases solían verse como una carga desproporcionada para la región más meridional de Japón. Estas islas subtropicales suponen solo un 0,6 % del territorio nipón, pero acogen un 70 % de la superficie total usada por el Ejército de Estados Unidos y la mitad de sus 50.000 efectivos.
Pero su territorio está también en primera línea de la creciente confrontación entre Pekín y los aliados de Washington en la región, con lo que estas bases son cada vez más importantes en las estrategias de defensa de Japón y Estados Unidos.
«Okinawa ha recibido una carga excesiva», dice Ryo Matayoshi, concejal municipal de 39 años en la ciudad de Ginowan. Pero «si pensamos sobre la seguridad de Japón y Asia Oriental, la presencia de bases en Okinawa es inevitable de alguna forma», explica a AFP.
«Mucha gente de nuestra generación reconoce esa realidad», añade.
El desarrollo militar de China hace tiempo que inquieta a Japón, especialmente desde que Pekín ha endurecido su discurso con Taiwán y ha exasperado a Tokio con incursiones en islas disputadas.
En agosto, las maniobras chinas en respuesta a la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, terminaron con varios misiles cayendo en las aguas cercanas a Okinawa.
«La reacción de China a la visita de Pelosi y la invasión rusa de Ucrania (...) han aumentado la percepción de la amenaza», dice Yoichiro Sato, experto de seguridad y asuntos exteriores en la Universidad Ritsumeikan Asia Pacífico.
Crimen, ruido, contaminación
La oposición a las bases tiene profundas raíces en Okinawa, que fue un reino independiente antes de la anexión japonesa en el siglo XIX.
Tokio lo usó como amortiguador para ralentizar a las fuerzas estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial. Alrededor de un cuarto de la población murió durante la batalla de Okinawa en 1945.
Después las islas estuvieron ocupadas por Estados Unidos hasta 1972, cuando un tratado mutuo consagró la permanencia de las bases americanas.
El persistente ruido de los aviones, la contaminación y la criminalidad han mantenido un fuerte sentimiento antimilitar, dice la política y activista de la paz de 82 años Suzuyo Takazato.
Entre 1972 y 2020, el gobierno de Okinawa registró 582 crímenes violentos vinculados a residentes en la base. El secuestro y la violación de una niña de 12 años por tres soldados estadounidenses en 1995 congregó a 80.000 manifestantes.
«Cuando un helicóptero se estrelló en la Universidad Internacional de Okinawa, los soldados estadounidenses lo rodearon y no permitieron ninguna inspección», recuerda.
En los últimos años, la oposición se ha cristalizado alrededor de la planificada reubicación en Ginowan de la base aérea de Futenma, a veces llamada la base más peligrosa del mundo por su proximidad a las casas.
El gobierno quiere desplazarla al norte, a la menos poblada Henoko, pero los opositores quieren quitarla para siempre.
Esta es la posición del gobernador Denny Tamaki, un destacado político antibases que fue recientemente reelegido.
Pero a nivel local, los candidatos respaldados por el Partido Liberal Democrático, la fuerza de gobierno nacional y favorable a la presencia estadounidense, ganan terreno, incluso en las zonas donde se encuentran Futenma y Henoko.
Realidad económica
Este cambio evidencia las preocupaciones por la seguridad, pero también los desafíos financieros, asegura el concejal Matayoshi.
«Más que centrarse en la cuestión de las bases (...) la gente se concentra en la realidad económica», explica.
Okinawa es la prefectura más pobre de Japón y su economía dependiente del turismo se vio muy castigada por la pandemia.
Los sondeos antes de la reelección de Tamaki mostraban que la economía era la preocupación principal de los votantes. El porcentaje que señalaba las bases como su principal inquietud bajó del 45 % en 2014 al 32 % este año.
Las bases contribuían solo al 6 % del PIB de Okinawa en 2017, pero traen aparejados lucrativos subsidios del gobierno.
Los conservadores asustan a los votantes de Okinawa afirmando que el gobierno «trae estos beneficios de las islas principales», dice el analista Sato.
Pero Takazato destaca que «tres generaciones han crecido» con la presencia estadounidense, que está ahora tan establecida que algunos piensan que «no tienen otra opción que aceptarla».
Aun así, Matayoshi ve que se construyen lazos verdaderos gracias a las actividades de divulgación del ejército estadounidense y la amistad entre locales y extranjeros. «Nos estamos convirtiendo en buenos vecinos», asegura.
El tradicional sentimiento antimilitar hace «difícil decir públicamente en Okinawa que aceptas su presencia». Pero «creo que la oposición se está desvaneciendo gradualmente».