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Depósitos de municiones rusos destruidos por el ejército de Ucrania en la región de JersónUkinform.ua

240 días de guerra en Ucrania

Jersón: la joya de la corona imperial que Ucrania le arrebatará a Rusia

Con la artillería ucraniana en situación de impedir la llegada de suministros y refuerzos, Jersón pronto estará casi tan cercado como estuvo Mariúpol

Uno de los grandes ríos de Europa, el majestuoso Dniéper entra en Ucrania desde Bielorrusia, sin tomar partido en las contiendas de las naciones a las que riega pero condicionando todas las actividades —incluidas, como no, las bélicas— de las gentes que pueblan sus cauces.

Después de atravesar Kiev y Zaporiyia, el curso bajo del Dniéper divide en dos la región ucraniana de Jersón. En la margen derecha, como si se tratara de una cabeza de puente en el lado del río que domina el ejército de Zelenski, está la ciudad del mismo nombre, única capital conquistada por Rusia en la Guerra de Putin. En la margen izquierda, todavía firmemente en manos rusas, queda la mayor parte de la rica región agrícola que ambiciona Moscú.

Pero sí logró sorprender al ejército ucraniano, volcado hacia el este y mal dispuesto para rechazar una invasión desde Crimea.

El cruce de la imponente barrera fluvial, que en 1943 costó al ejército rojo centenares de miles de bajas, fue un paseo militar en 2022. Le faltó fe al gobierno de Zelenski, que no quiso creer las advertencias de los EE.UU. sobre la inminente invasión. Le faltó esperanza, más que valor, al puñado de defensores del puente Antonovsky, la única gran vía que cruza el río cerca de su desembocadura.

Solo tardó una semana el bravo pueblo ucraniano en darse cuenta de que era posible plantar cara al ejército ruso, y la historia entenderá pronto hasta qué punto supone esto la hazaña colectiva de una nación. Pero, para entonces, Jersón ya había caído, prácticamente sin más oposición que la resistencia de la ciudadanía, en manos del enemigo.

Jersón vuelve a vivir las horas de incertidumbre que preceden a la batalla

Durante los primeros meses de la guerra, el río vio alejarse el humo de los combates en dirección a Mikolayiv, siguiente etapa de los invasores en la ruta por tierra hacia Odesa, la perla del Mar Negro y, seguramente, una de las joyas que Putin quería engarzar en su corona imperial. Pero, desde hace ya algunas semanas, las explosiones han tomado el camino de vuelta. Odesa está segura en manos ucranianas, pero Jersón vuelve a vivir las horas de incertidumbre que preceden a la batalla.

Y es que, ocho meses después, las tornas han cambiado. Hoy Ucrania, que ha liberado en pocos días un tercio del territorio ocupado por Rusia en la margen derecha del río, prepara sus fuerzas para la embestida final sobre la ciudad de Jersón con la seguridad que le dan los éxitos de sus contraataques en las últimas semanas.

Ucrania rebosa confianza y ya no quiere esperar a que las naciones que le apoyan le cedan los aviones de combate, carros o misiles tierra-tierra que en teoría necesita

Rebosa confianza y ya no quiere esperar a que las naciones que le apoyan le cedan los aviones de combate, carros o misiles tierra-tierra que en teoría necesita para equilibrar las fuerzas de un enemigo que sí tiene de todo, pero que no ha sabido prestar atención al elemento más crítico de todo ejército: el soldado.

Como les ocurrió a los defensores de Jersón en los primeros días de la guerra, hoy es al ejército ruso al que le falta fe en su líder y esperanza en la victoria. El río es testigo del contraste entre los preparativos de ambos bandos. Ha visto a los soldados ucranianos descender con confianza hacia el sur y tomar posiciones en la margen derecha mientras crecen cada día las dudas sobre la voluntad del ejército ruso de defender la plaza conquistada.

El Kremlin ha trasladado a todas las autoridades regionales, civiles y militares, a zonas más seguras, en la retaguardia

Los síntomas no pueden ser peores. En la ciudad amenazada, Rusia ha comenzado la evacuación de residentes hacia los campos de filtración en la margen izquierda del río. ¿Le ha entrado a Putin una preocupación por la vida de los civiles que no sentía en Mariúpol o se anticipa a las posibles críticas por abandonar civiles teóricamente rusos a los supuestos nazis ucranianos?

Aún más revelador, el Kremlin ha trasladado a todas las autoridades regionales, civiles y militares, a zonas más seguras, en la retaguardia. ¿Cómo afectará esta medida a la moral de quienes deben dar la vida para defender la ciudad?

Mientras las élites rusas abandonan Jersón, el general Serguei Surovikin, a quien quizá escogió Putin para asumir la responsabilidad de dar un paso atrás que él no quiere protagonizar, anuncia decisiones difíciles sobre la ciudad y asegura que hará lo necesario para proteger la vida de los soldados y de la población civil.

¿Defenderá Rusia la ciudad de Jersón?

A nadie se le oculta que sus palabras tienen un único propósito: preparar al pueblo ruso para una retirada humillante —una más que añadir a las de Izium y Limán, hace pocas semanas— o, aún peor, una derrota vergonzosa que deje en manos de Ucrania miles de prisioneros de esa amalgama de veteranos agotados, reclutas movilizados a toda prisa y mercenarios de la Wagner que hoy da forma al maltrecho ejército de Putin.

¿Defenderá Rusia la ciudad de Jersón? El río no toma partido pero pone al ejército ruso en situación desesperada, separado de su retaguardia por más de un kilómetro de curso de agua que habría que cruzar en embarcaciones sin protección bajo el fuego enemigo.

Con la artillería ucraniana en situación de impedir la llegada de suministros y refuerzos, Jersón pronto estará casi tan cercado como estuvo Mariúpol.

Si Rusia da la batalla y la pierde, el desastre será de proporciones tales que, en lo moral, podría equivaler a la derrota nazi de Stalingrado

Si Rusia da la batalla y la pierde, el desastre será de proporciones tales que, en lo moral, podría equivaler a la derrota nazi de Stalingrado. Si gana, solo conseguirá mantener una posición amenazada, sin valor alguno desde el punto de vista de la estrategia militar, que tendrá que seguir defendiendo el resto de la guerra.

La lógica política —Jersón mantiene un importante papel simbólico para Putin— se opone aquí a la militar, para la cual la cabeza de puente sobre el Dniéper es, una vez que parece imposible aprovecharla para progresar hacia Odesa, una vulnerabilidad que conviene suprimir. ¿Cuál de las dos lógicas se impondrá?

Quizá —o eso podría temer el río si supiera sentir— después de perturbar la calma de sus aguas volando la presa de Kajovka.

No está en la naturaleza de los ríos el mostrarse suspicaces. Pero en la mía sí. Por eso, cuando escucho a los líderes rusos asegurar que Ucrania quiere destruir la presa para matar a los rusos que antes eran ucranianos, siento la inquietud de que sea Rusia la que lo haga para vengar su derrota matando ucranianos que no quieren ser rusos y, además, para culpar a Zelenski de un crimen que acreditaría, a los tuertos ojos de los amigos de Moscú, la condición de estado terrorista de la que cada día acusa a la Ucrania invadida. Acusación que, por desgracia, hemos oído ya demasiadas veces en esta desatinada Guerra de Putin. Queda el lector advertido para que saque sus propias conclusiones.

* Juan Rodríguez Garat. Almirante retirado