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Armenia sigue sufriendo los efectos de un conflicto interminable empeorado por la guerra en Ucrania

Armenia sigue sufriendo los efectos de un conflicto interminable empeorado por la guerra en UcraniaAdrià Solido Zarco / GTRES

Ha empezado el martirio de Armenia

La pasividad occidental, la cobardía rusa y la agresividad azerí, a punto de desembocar en un genocidio

«Sí, hay un riesgo de genocidio» de los armenios en Nagorno-Karabaj, declara a El Debate Tigrane Yégavian, investigador en en Centro Francés sobre Inteligencia. «No hace falta decir cristianos: los armenios son cristianos. Nos encontramos en un contexto en el que, desde hace 30 o 40 años, Azerbaiyán practica una política de armenofobia, un odio visceral a todo lo armenio, ya sea la población, sus iglesias, sus monasterios».

Pone como ejemplo los cementerios armenios de Nagorno-Karabaj, sistemáticamente destruidos y desfigurados cada vez que los azeríes toman el territorio armenio desde hace más de treinta años, cuando estalló hace ya más de treinta años el conflicto entre armenios y azeríes por un territorio incorporado a Azerbaiyán en 1921 por orden de Stalin.

El caso del cementerio de Yogha en Nizhchivan, el mayor camposanto medieval armenio, demolido en los noventa, es probablemente el más llamativo. El proceso macabro perdura a día de hoy.

Tigrane Yégavian, investigador en en Centro Francés sobre Inteligencia

Tigrane Yégavian, investigador en en Centro Francés sobre Inteligencia

«Cuando los armenios abandonan sus pueblos, sus casas, desentierran a sus muertos para evitar su profanación. Hay casos de exacciones, de pogromos. Estos crímenes de guerra no son sancionados por Azerbaiyán, que confía en su impunidad», prosigue el investigador, que alerta del plan de limpieza étnica llevado a cabo por el país musulmán del sur del Cáucaso.

Y no solo en Nagorno-Karabaj, también en el sur de Armenia, «una región muy estratégica», de ahí que los armenios tracen un paralelismo entre el genocidio de 1915 y la situación actual: «Lo que ocurre a día de hoy es la continuidad de lo ocurrido hace 107 años».

El enésimo capítulo del interminable conflicto comenzó el pasado 13 de septiembre, a medianoche, con el bombardeo, por parte de las fuerzas azeríes, de posiciones fronterizas armenias, no solo del Nagorno-Karabaj, por lo que el temor reside en un remake del enfrentamiento de 2020.

Aquel episodio, conocido como la Guerra de los 44 días, tiempo suficiente para que Azerbaiyán infligiera a Armenia una severa derrota con la inestimable ayuda de Turquía, su principal aliado: fueron drones turcos los que diezmaron a la artillería del país cristiano; y grupos de yihadistas traídos por Turquía desde Siria, los que batieron a la infantería armenia.

La presencia de Recep Tayyip Erdogan en el «desfile de la victoria» en Bakú plasmó la solidez de la alianza entre Azerbaiyán y Turquía y la incondicionalidad del apoyo prestado por Ankara. . En clave geopolítica, Erdogan sueña con una gran pasarela turcófona que una el Bósforo con los confines de China. Ya tiene como aliado a Azerbaiyán. Partir Armenia en dos facilitaría su tarea.

El conflicto de 2020 cesó temporalmente a raíz de la mediación rusa en un alto el fuego que Azerbaiyán ha violado desde entonces en numerosas ocasiones

Ahora, Azerbaiyán intenta aprovecharse de la agresión rusa en Ucrania para hacer capitular definitivamente a Armenia: las prioridades del momento en Moscú son otras. El tratado de seguridad colectiva que vincula a Rusia con Armenia se ha convertido en papel mojado.

Los casi 2.000 soldados rusos desplegados en la frontera desde hace dos años para interponerse entre los contendientes mantienen una actitud pasiva: el presidente ruso Vladimir Putin sabe, entre otras cosas, que las importaciones que llegan a Rusia eludiendo el embargo transitan en buena parte por Azerbaiyán. No es el momento de enfadarse con Bakú.

También es, aunque no lo diga abiertamente, la posición de la Unión Europea. A mediados de julio, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen viajó a la capital azerí para cerrar un suculento contrato de compra de gas. Desde Bruselas se procurar suavizar esa posición con llamamientos genéricos al diálogo y con un ofrecimiento para mediar. Sin grandes consecuencias.

«Occidente es un actor inaudible»

La pasividad occidental es una de las vertientes del conflicto que más indignan a Yégavian. «Occidente es un actor inaudible y subalterno: el Grupo de Minsk, presidido por Francia, Estados Unidos y Rusia, que desde 1993 intenta encontrar una solución política para Nagorno-Karabaj, ha sido desmonetizado por la guerra de 2020»

Nadie quiere ayudar a Armenia militarmenteTigrane YégavianInvestigador en en Centro Francés sobre Inteligencia

Más: esos países «están completamente ausentes del proceso y han sido sustituidos por el tándem ruso-turco (Turquía es discreta, pero está ahí). Los franceses no están satisfechos, los estadounidenses intentan aprovechar el debilitamiento de Rusia en Ucrania para volver al Cáucaso Sur». Por tanto, «todo esto es muy peligroso, porque nadie quiere ayudar a Armenia militarmente».

Una salida en cuatro etapas

Esta abandono pone el dedo en la llaga, pues Azerbaiyán, que triplica en población a Armenia, gasta en defensa cuatro veces más que su enemigo.

Una situación crítica para la que la novelista y especialista de Armenia Marina Dédéyan sugiere una salida en cuatro etapas.

La primera, sancionar a Azerbaiyán y a sus dirigentes; la segunda, enviar una fuerza de intervención internacional; la tercera; proporcionar una ayuda militar masiva a Armenia. A ello debe seguir una cuarta acción: el reconocimiento internacional de la República de Nagorno-Karabaj, cuna de Armenia y con un 98 % de armenios, cuyos habitantes serán masacrados y cuyo patrimonio cultural -incluyendo iglesias y monasterios construidos en el siglo V, un testimonio inestimable de los inicios del cristianismo- será destruido si este territorio se mantiene bajo la autoridad de Azerbaiyán.

«Si la comunidad internacional no actúa pronto», señala Dédéyan «tendrá que asumir su parte de responsabilidad en la desaparición de una de las naciones más antiguas del mundo y en lo que podría ser el primer genocidio del siglo XXI». El tiempo apremia.

Una clase dirigente inepta para una civilización trimilenaria

Si Yégavian denuncia incansablemente, las agresiones azeríes, también es lúcido sobre los gruesos errores de Armenia:

«Armenia es un Estado extremadamente débil precisamente porque no tiene tradición estatal. Es un país con una civilización trimilenaria, la primera nación cristiana, un alfabeto, una literatura, una lengua, un espíritu cultural nacional, pero sin tradición de soberanía política. Hoy lo estamos pagando: en 30 años de independencia los dirigentes armenios no han construido un Estado. En cambio, han construido redes clientelares».

¿Los responsables? «Las élites armenias son las principales responsables del debilitamiento del país. Desde el punto de vista demográfico, se ha producido una emigración masiva debido a la injusticia social.

Desde el punto de vista militar, no se prepararon para el conflicto que se avecinaba. Tras la victoria de 1994, creyeron en el statu quo porque los rusos estaban allí. Pero los rusos cambian según sus intereses, que no siempre son los de Armenia. Armenia no pudo hacer valer el derecho a la autodeterminación de Karabaj por la vía diplomática: siempre ha prevalecido el derecho a la integridad territorial de Azerbaiyán».
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