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El Kremlin, sede del gobierno ruso en MoscúEFE

262 días de guerra en Ucrania

Ante los reveses, filas prietas: los leales a Putin se abstienen de criticar la retirada de Jersón

El Kremlin trata de atajar el discurso derrotista y presenta la retirada de Jersón como un movimiento táctico

A pesar de las directrices propagandísticas dictadas por el Kremlin, el desasosiego reina entre los más firmes partidarios de la guerra de Ucrania en Rusia tras la retirada de Jersón.

Aunque incluso el mismo líder checheno, Ramzan Kadirov, apoyó la decisión de abandonar la ciudad para salvar la vida de los soldados, después de haber criticado fuertemente el repliegue en Járkov, la comunidad de blogueros militares rusos muestra una retórica derrotista.

Según señala la BBC, aquellos blogueros con cierta libertad para hablar apuntan a una derrota peor que la que supuso la caída de la Unión Soviética. «Es una traición que quedará grabada en mi corazón durante siglos», aseguró uno de los blogueros nacionalistas rusos.

Mientras tanto, los medios oficiales y los órganos de propaganda del Kremlin tratan de minimizar la pérdida de la ciudad, recomendada por el general Sergei Surovikin, a cargo de las operaciones rusas en Ucrania, y adoptada por el ministro ruso de Defensa, Sergei Shoigu.

La prensa oficialista habla de repliegue, reagrupamiento y decisión táctica. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, descartó ninguna humillación en la retirada y negó que la decisión de anexionar el territorio hubiera sido un error.

Otras figuras de la órbita del presidente Vladimir Putin también han cerrado filas en torno a la decisión de retirarse de Jersón.

Según señala The Moscow Times, la polémica directora de Russia Today, Margarita Simonyan, argumentó que la retirada era necesaria para preservar las tropas rusas y bloquear el camino a Crimea a los ucranianos.

También el fundador del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, afirmó que, aunque se trataba de una decisión «extremadamente difícil», la retirada rusa de Jersón suponía un reto que, de completarse con éxito, constituiría «el mayor logro de Surovikin».

Prigozhin se deshizo en elogios al general Surovikin, cuyo nombramiento promovió para sustituir al general Aleksander Lapin, su principal rival en el tablero ucraniano.

«No le hace justicia al Ejército ruso, pero enfatiza las cualidades personales del comandante», destacó el líder y fundador del Grupo Wagner.

También dijo de él que «no tiene miedo a la responsabilidad» y que es capaz de «asumir todo el peso de las decisiones».

El ya mencionado Kadirov reconoció que la retirada de Jersón es «una decisión difícil», pero «justa».

Además, afirmó que el repliegue permitirá a los soldados rusos «tomar una posición estratégica más ventajosa, cómoda y segura».

La figura más relevante de los medios de propaganda rusos, el presentador de la televisión estatal, Vladimir Solovyov, se plegó inicialmente a las directrices de «prietas las filas» dictada desde el Kremlin.

«Se trata de una decisión difícil, pero valiente», afirmó. Sin embargo, horas después no fue capaz de aguantar su frustración y protagonizó en su programa de televisión un monólogo en el que, fuera de sí, pidió fusilar y colgar de las orejas a los responsables del fracaso ruso.

«Nos han mentido demasiados bastardos. Nos han mentido de principio a fin. Nos han mentido sobre las posiciones, sobre el estado de los vehículos, sobre cuántos soldados luchaban en primera fila. Y ni uno solo de ellos ha sido fusilado. Ni uno solo de esos bastardos ha terminado colgado por las orejas», exclamó fuera de sí.

La respuesta rusa a aquel revés fue una brutal campaña de bombardeos contra las ciudades rusas durante semanas que dejó un reguero de muertes entre la población civil, pero cuya influencia en el desarrollo de los combates fue mínima.

Por ello, en el alto mando ucraniano se especula sobre qué tipo de venganza planea el inquilino del Kremlin, y cómo prepararse para ella.

Una venganza que, como en otras ocasiones, estará destinada a consumo interno del sector militarista ruso, sacarlos de su depresión por la pérdida de Jersón y renovar fuerzas para mantener el apoyo social, cada vez más exiguo, a la guerra en Ucrania.