La era de la incertidumbre y la ola de riesgos en el mundo
Entre el nacimiento de Jesucristo y el siglo XVIII, el nivel de vida de una persona media aumentó apenas un tercio: un 1,5 % cada 100 años. Incluso después de 1750, cuando la economía comenzó a expandirse de forma apreciable gracias a la máquina de vapor, las mejoras en el bienestar de una persona típica siguieron siendo míseras, apenas se duplicaron en 120 años en el «Norte global», ya que los beneficios de la expansión económica se correspondían con el crecimiento de la población.
Solo a finales del siglo XIX la economía empezó a crecer más rápido que la población, permitiendo que «el nivel de vida» aumentara de forma significativa. En los 150 años transcurridos desde 1870, la producción económica total del mundo se ha multiplicado por 50, y la producción media por persona se ha multiplicado casi por nueve.
Un salto cuántico de la productividad producido gracias a: la llegada de la investigación industrial; la corporación moderna y el transporte marítimo y terrestre realmente barato y, en las últimas décadas, podemos añadir una movilidad área accesible y barata.
Colectivamente todo ello condujo a una «sobreabundancia tecnológica» que hizo del «mundo una economía de mercado global».
El profesor de la Universidad de California, Berkeley, J. Bradford DeLong e DeLong, historiador de la economía ha escrito un relato de gran interés sobre los altibajos de la economía mundial en su ascenso de siglo y medio hacia la prosperidad: Avanzando hacia la utopía: Una historia económica del siglo XX (Slouching Towards Utopia: An Economic History of the Twentieth Century 2022).
Casi la mitad del libro está dedicada a todas las cosas que parecían ir mal durante el ascenso económico en el siglo XX, ya que una abundancia de conflictos sin precedentes lo hizo violentamente inestable: guerras, revoluciones, depresiones económicas, crisis financieras y desplomes bursátiles. El «siglo más terrible de la historia occidental», decía el gran maestro de las ideas Políticas, Isaiah Berlin.
263 días de guerra en Ucrania
La reedición del guion de Occidente en la Guerra Fría y en la guerra de Ucrania
El pasado siglo comenzó con una primera ola, entre 1870 a 1913, donde la Belle Époque, entrada ya en «los locos XX» supuso una clara ruptura con el pasado, donde la producción total en Occidente se triplicó y el nivel de vida se duplicó, al punto que el economista John Maynard Keynes, lo describió como «El Dorado económico».
Pero la Gran Guerra de 1914 dio al traste con las buenas expectativas y el espasmo irracional del nacionalismo aumentó las incertidumbres, Una segunda ola, entre 1919 y 1938, donde el crecimiento de las naciones más pujantes se redujo de desarrollo habido en la ola anterior. En medio, la Gran Depresión hizo parecer que la máquina económica se había roto irremediablemente.
Este periodo fue testigo de una intensa agitación política: Auge de las ideologías totalitarias; múltiples revoluciones y, como conclusión, la Segunda Guerra Mundial, una experiencia casi mortal para el capitalismo.
La victoria de los Aliados dio paso a la tercera ola, que duró de 1945 a 1973. Fue otra época dorada, durante la cual la economía mundial volvió a avanzar a un ritmo sin precedentes. La producción económica casi se cuadruplicó. El nivel de vida en Canadá, Francia, Alemania, Japón, Italia y Estados Unidos casi se triplicó.
Finalmente, en 1973, llegó la última ola. Al igual que los años de entreguerras, fue una de desaceleración. El crecimiento de la productividad en el «Norte global» pasó del tres por ciento anual a la mitad, y la desigualdad empezó a aumentar de nuevo al estancarse los sueldos de las clases medias y trabajadoras. Había necesidad de reajustar las economías avanzadas para que fueran más eficientes desde el punto de vista energético, tras el fuerte aumento de los precios de la energía.
Este repaso histórico muestra que el éxito económico de Occidente en el siglo XX «no estaba predeterminado». La marcha ascendente y el éxito de la economía son impredecibles.
De Long no es el único que sugiere que la economía mundial moderna está sujeta a ciclos de 30 a 50 años –décadas de buenos años seguidas de décadas de vacas flacas–. El gran economista de Harvard, Joseph Schumpeter, defendió esto mismo en la década de 1930. Schumpeter lo tomó del oscuro economista Nikolai Kondratiev, que identificó estas olas en la década de 1920. Por cierto, Kondratiev acabó cayendo en desgracia del régimen estalinista y fue ejecutado por no abrazar de lleno la doctrina marxista-leninista de que el capitalismo estaba inexorablemente condenado.
Schumpeter atribuyó estas olas al flujo y reflujo de las inversiones asociadas a la innovación y a la introducción de nuevas tecnologías. Pero nunca fue capaz de dar una explicación satisfactoria de por qué la innovación tecnológica se produjo en racimos históricos o por qué los ciclos de subida y bajada se produjeron con tanta regularidad.
¿Nos enfrentamos nuevamente a un cambio de ciclo? ¿A un futuro sombrío? La nueva ola que va creciendo bajo nuestros pies podría darnos un buen revolcón.
La continua caída de la productividad desde la crisis financiera mundial en 2008, el reciente conflicto de Ucrania, el estancamiento (o ruptura) de la globalización, la erosión de la confianza en el liderazgo de Estados Unidos, las tensiones en el Pacífico, el fracaso de las políticas occidentales para restablecer el pleno empleo y el aumento de los riesgos globales nos sitúa en una completa «incertidumbre».
Es posible que el mundo se enfrente de nuevo a un punto de inflexión crítico y como un surfista estemos tomando una ola cargada de riesgo.