Lujos millonarios, trapos sucios y helado de pistacho: vuelven los Netanyahu
«¡Ya vuelvo!», fue el mensaje escrito a mano que dejó Benjamín Netanyahu sobre el escritorio de la oficina del primer ministro de Israel, cuando fue desbancado del cargo en 2021. Un año y medio después, el político –conocido junto con su esposa Sara por su extravagante adicción al lujo– cumple su promesa.
Garabateado con tinta azul sobre una hoja blanca y adornado con una estrella de David, el mensaje de Bibi –como le llaman sus seguidores– fue fotografiado y publicado en la prensa israelí como la última de una larga serie de excentricidades que protagonizó durante los 15 años que ha gobernado al Estado judío (1996-1999 y 2009-2021).
Enfrascado en un faraónico juicio por corrupción, muchos le acusan de costear los lujosos gustos de su familia a expensas de los contribuyentes y de confundir las necesidades del Estado con las propias, según pudo saber Efe.
Aferrado a la residencia oficial
En las dos ocasiones en las que perdió su reelección en 1999 y 2021, Netanyahu se mostró renuente a abandonar la residencia oficial en la calle Balfour de Jerusalén y vivió la transición de poder como un despojo.
El exprimer ministro Naftali Benet, quien lo sustituyó en el cargo el año pasado, tuvo que darle un ultimátum para que abandonara ese domicilio, algo que no hizo hasta un mes después de ser destronado. Según medios israelíes que citaron fuentes anónimas de su gabinete, habría utilizado esa demora para destruir documentos confidenciales.
Benet también tuvo que pedirle que devolviera 42 regalos de valor que Israel había recibido durante su Gobierno, como una caja de vidrio decorada con hojas de oro y con la firma del expresidente estadounidense Barack Obama; una edición especial de la primera Biblia, cortesía del líder ruso Vladimir Putin; y otros obsequios de mandatarios europeos, el Papa y embajadores, que se había llevado en la mudanza.
En 2016, ante colonos israelíes afectados por el desalojo del asentamiento ilegal de Amona en Cisjordania ocupada, Bibi alegó que él también sabía «lo que es perder una casa», haciendo referencia a que, en 1999, después de perder las elecciones ante el progresista Ehud Barak, tuvo que dejar los aposentos estatales.
«Sin previo aviso, mi familia y yo fuimos expulsados. Con todas nuestras cosas nos echaron a la calle. Tuvimos que ir al Sheraton Plaza Hotel. Fue una sensación terrible», dijo entonces Netanyahu, que tardó mes y medio en ceder la residencia a su sucesor.
«Varios de los patrones de comportamiento de Netanyahu representan la dimensión de egocentrismo», concluyó el profesor Shaul Kimhi, un psicólogo investigador de la Universidad de Tel Aviv, en un «análisis de comportamiento» publicado en 2001 consultado por Efe.
Vida de lujo
Los excesos y el escándalo han sido una constante de los Netanyahu: en 2012 se supo que habían gastado hasta 3.200 dólares de fondos públicos en helados de vainilla y pistacho, y un año después, emplearon 127.000 dólares para reamueblar el dormitorio del avión en el que viajaron solo cinco horas al funeral de Margaret Thatcher en Londres.
En 2016, un informe oficial reveló que Netanyahu gastó más de 600.000 dólares en un viaje de seis días a Nueva York, incluidos 1.600 en una peluquería; mientras Sara fue acusada en 2018 de malversación de unos 100.000 dólares en fondos públicos en encargos de comidas de chefs famosos en la residencia oficial, a pesar de tener cocineros en la nómina del gobierno.
La mala reputación de los Netanyahu no se ha quedado tras las fronteras de Israel y han llegado a la Casa Blanca.
El personal de su casa de huéspedes se mostró sorprendido por las numerosas bolsas y maletas llenas de ropa sucia con las que la pareja llegaba a sus visitas oficiales, para que les hicieran allá la colada gratuitamente.
«Los Netanyahu son los únicos que traen maletas de ropa sucia para que las limpiemos», dijo al diario The Washington Post un funcionario estadounidense bajo anonimato. «Tras varios viajes, quedó claro que era intencionado».
En 2016, Netanyahu demandó a su propia oficina y al fiscal general de Israel para evitar la publicación de sus facturas de lavandería.
A esto se suma una estela de escándalos alrededor de la señora Netanyahu: que si solicita a funcionarios de alto rango limpiar los filtros del aire acondicionado, que si golpeó a un cocinero, que si obligó a un asistente a volver a su residencia a medianoche para calentarle una sopa o para desearle buenas noches.
Está «completamente loca» y «ella decide todo» en el Gobierno, incluidos nombramientos clave y asuntos políticos, aseguró en 2019 el multimillonario Sheldon Adelson, editor del diario Israel Hayom, en el marco de una investigación policial contra Bibi.
En esa línea, el ex primer ministro Ehud Olmert llegó a decir en una entrevista en 2021 que Netanyahu, su esposa y su hijo Yair –que en 2018 fue captado recorriendo clubs de striptease en un vehículo gubernamental– son «enfermos mentales».
Pero este noviembre, la familia ganó un juicio por difamación contra Olmert, quien deberá pagar 18.000 dólares por daños y perjuicios, tras un tortuoso proceso en el que desfilaron testigos alegando trastornos alimentarios, comportamiento obsesivo-compulsivo, narcisismo y paranoia.