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Volodimir Zelenski y Joe Biden, en el salón Oval de la Casa BlancaAFP

302 días de guerra en Ucrania

Zelenski y Biden, causa y efecto de una visita a Washington

El encuentro ha convenido a ambos mandatarios, mientras que la ligera mayoría republicana en la Cámara de Representantes no amenaza la financiación de la guerra

En una visita que se mantuvo en secreto hasta los últimos momentos, el presidente Zelenski acaba de ser recibido en Washington como lo que es, el líder de un país que lucha por su libertad.

Aunque se ha dejado ver con frecuencia en los lugares más amenazados de su patria, esta es la primera vez que el presidente de Ucrania viaja al extranjero. Lo ha hecho, según nos asegura la Casa Blanca, por invitación expresa de Joe Biden, que quería reunirse con él para abordar la nueva fase en la que está entrando la guerra de Ucrania.

En cualquier caso, el momento elegido para la visita parece oportuno. Se han disipado las amenazas del sector más radical del republicanismo, que llegó a sugerir que se retirase el apoyo a Ucrania y se utilizasen los fondos así liberados para defender la frontera con México de la inmigración ilegal.

La ligera mayoría republicana en la Cámara de Representantes no amenaza la financiación de la guerra en un congreso donde cada miembro es elegido directamente por sus votantes

La ligera mayoría republicana en la Cámara de Representantes no amenaza la financiación de la guerra en un congreso donde cada miembro es elegido directamente por sus votantes y, al no existir listas de partido, no se entiende la disciplina de voto a la que los españoles estamos acostumbrados.

Para Biden, muy criticado por los errores cometidos durante la retirada de Afganistán y por no haber logrado impedir la invasión de Ucrania –muchos republicanos creen que, con Trump a los mandos, Putin no se habría atrevido– la visita supone una oportunidad de dar visibilidad a lo que sí ha sabido hacer: construir un frente unido frente a la invasión rusa.

Algo sí se le debe al poco carismático presidente norteamericano que, aunque no parecía rival para un Putin más astuto y con menos escrúpulos, ha llevado con prudencia y determinación la responsabilidad de liderar la respuesta de los países occidentales a la guerra de Putin.

Gran comunicador, Zelenski ha aprovechado el momento para transmitir al pueblo norteamericano dosis equilibradas de agradecimiento y de orgullo

También le conviene el encuentro a Zelenski, revestido por el Congreso de la legitimidad que algunos le discutían. Gran comunicador, ha aprovechado el momento para transmitir al pueblo norteamericano dosis equilibradas de agradecimiento y de orgullo.

En su discurso hay palabras de necesidad y de urgencia, pero también de esperanza. Hay, además, pruebas contundentes de que no acepta compromisos con lo que él define, con toda la razón, como los fundamentos de una paz justa: el respeto a su soberanía y su integridad territorial. Exactamente lo mismo que exigiría cualquier otro pueblo sobre la tierra.

La ayuda financiera de 45.000 millones, pendiente de aprobación por el Congreso norteamericano, no parecía necesitar la presencia física de Zelenski para facilitar el trámite parlamentario

¿Cuáles son los resultados prácticos de la visita? Más allá de sus efectos en la opinión pública, los logros del encuentro son muy escasos. La ayuda financiera de 45.000 millones, pendiente de aprobación por el Congreso norteamericano, no parecía necesitar la presencia física de Zelenski para facilitar el trámite parlamentario.

La cesión de una batería de misiles Patriot, dentro de un paquete de 1.800 millones de dólares de ayuda militar –parece mucho, pero es menos de lo que costaría una pequeña escuadrilla de 12 F-35– estaba acordada antes de un viaje que, desde esta perspectiva, solo ha proporcionado una oportunidad para dar mayor visibilidad a la decisión de Biden.

¿Importa de verdad la llegada del Patriot al campo de batalla ucraniano? A pesar de las voces de alarma de los diplomáticos rusos, su valor a corto plazo es más bien simbólico

¿Importa de verdad la llegada del Patriot al campo de batalla ucraniano? A pesar de las voces de alarma de los diplomáticos rusos, su valor a corto plazo es más bien simbólico. Cuando de verdad entre en servicio, después de las largas semanas de adiestramiento que necesitarán sus operadores ucranianos, se hará evidente que una única batería solo podrá defender un área relativamente pequeña –una ciudad o unos kilómetros de frente– contra misiles balísticos o de crucero. Nunca sería rentable emplear los Patriot contra blancos menos sofisticados como los drones.

¿Por qué tanto alboroto entonces? ¿Es de verdad una provocación de los EE.UU. a Rusia? ¿Priva el Patriot a Putin de un hipotético derecho legítimo a atacar sin oposición las ciudades ucranianas? ¿Existe acaso tal disparatado derecho? Quizá la causa del enfado del Kremlin sea diferente. Abierta la puerta, y después de la primera batería, podrían ir más.

Si así fuera, el despliegue de misiles antiaéreos de largo alcance podría cerrar definitivamente la puerta a una medida extrema que Putin querría considerar cuando todo le falle: el bombardeo masivo de las ciudades ucranianas con bombas de caída libre, prohibido por el protocolo adicional a los convenios de Ginebra de 1977, pero al que Putin parece haber recurrido ya en lugares como Grozni, Alepo o Mariúpol.

El verdadero alcance de la visita se mide en el terreno de la imagen

Con todo, el verdadero alcance de la visita se mide en el terreno de la imagen. En esta fase de la guerra, el único aliado que de verdad le queda a Putin es el tiempo. Con razón o sin ella –se ha equivocado mucho en este conflicto–cree el líder ruso que puede controlar el deterioro de la confianza de su pueblo el tiempo necesario para que el mundo se canse de él y le dé la razón, como el juez injusto se vio obligado a hacer con la viuda bíblica.

En estas condiciones, que hacen prever una guerra larga, Zelenski tiene entre sus más exigentes responsabilidades la de luchar contra la fatiga, no entre la sociedad ucraniana, estimulada cada día por los misiles rusos, sino en las capitales de las naciones que sostienen su esfuerzo de guerra, a costa de considerables sacrificios en sus maltrechas economías.

Guerra y paz

En esa difícil tarea, creo que toda ayuda es poca para el presidente ucraniano. Por eso, cuando el cansancio de la opinión pública y su deseo de paz llevan a borrar las fronteras entre agresor y agredido, cuando algunos piden concesiones a Zelenski para facilitar un posible acuerdo, me atrevo a proponer a los lectores una reflexión.

La paz es, como aseguran solemnemente algunos discípulos de Pero Grullo, mejor que la guerra. Pero también el sexo consentido es mejor que la violación, y a nadie se le ocurriría proponer a las mujeres agredidas que consientan, ni siquiera un poquito, para evitar toda violencia.

No es una mujer, sino un pueblo el que ve violada su soberanía por un vecino más poderoso. Además de un grave error político, sería enormemente injusto exigirle que consienta para que nosotros podamos vivir en paz.