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Roselyne Bachelot, la exministra francesa que acusó de doparse a Rafa NadalEfe

Francia

La exministra de Cultura de Macron ajusta cuentas con los «titiriteros» subvencionados

Roselyne Bachelot denuncia en un libro la arrogancia y la mentalidad quejica de los artistas más beneficiados por el erario público

«Esnobismo arrogante», «feudos clientelistas», «fariseísmo». Estos duros epítetos para calificar a conocidas personalidades del panorama artístico y cultural francés no proceden de un ensayista conservador o de un teórico del liberalismo económico crítico del sistema de subvenciones al sector. No: los ha escrito Roselyne Bachelot, la que fuera ministra de Cultura de Francia entre julio de 2020 y mayo de 2022, en 682 jours, el libro de recuerdos en el que relata los 682 días que sirvió en el Gobierno presidido por Jean Castex, bajo la autoridad de Emmanuel Macron.

Bachelot arremete con dureza contra los cantantes que se quejaron del trato recibido por parte del Estado en los peores momentos de la pandemia, pese a las ayudas públicas dispensadas.

La exministra ajusta cuentas: está especialmente enfadada con ciertos artistas, «los más acomodados», por considerar que han dado muestras de ingratitud al criticar la acción del Estado mientras el sector, paralizado, se mantenía bajo la perfusión financiera.

¿La cantante Clara Luciani? «Amargada» y «resentida»

¿La cantante Clara Luciani? «Amargada» y «resentida». ¿Otro popular cantante, Benjamín Biolay, ¿que reprochaba al Estado el haberle dejado «a pan y agua»? «En todo caso, su tostada estaba bien untada de mantequilla; y por ambos lados», «pese a no ser uno de los «más compadecidos por el sistema». Los zascas están presentes en muchas de las páginas del libro.

También alude a los ataques más feroces que se dirigieron al cine francés tras la noche de los César –equivalente de los Goya– de 2021, en la que el humor ácido, las habladurías y las recriminaciones de los artistas crearon malestar.

Sueldos privilegiados y subvenciones

Sobre todo, en un sistema que permite a los actores que ocupan los primeros puestos percibir enormes honorarios, «tres o cuatro veces superiores a los de los actores de películas independientes estadounidenses», señala Bachelot.

«Las subvenciones directas, los anticipos sobre los ingresos, las exenciones fiscales y la intermitencia han creado una economía asistida que no solo se preocupa poco por los gustos del público, sino que siente un claro desprecio por las películas de masas y rentables».

Nunca un ministro, ministra en este caso, de Cultura de Francia había arremetido con tal dureza ni descrito con tal crudeza un sistema que la mayor parte de los franceses considera sagrado.