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La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, durante una conferencia de prensa en Roma

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, durante una conferencia de prensa en RomaEFE

Italia

Los 100 días de Meloni: entre estabilidad e incumplimientos

Mantiene a flote su coalición heteróclita en perspectiva muy realista

El 22 de octubre de 2022 fue una fecha señalada en la historia política de la Italia contemporánea por partida doble: por primera vez una mujer, Giorgia Meloni, asumía la jefatura del Gobierno y lo hacía como líder de una formación, Hermanos de Italia con lejanos antecedentes neofascistas, o, si se prefiere, posfascistas. Un tabú en una República edificada sobre los escombros del régimen mussoliniano.

Si bien los esfuerzos desplegados desde hace años por Meloni, y anteriormente por Gianfranco Fini –en los tiempos de Alianza Nacional–, para desligar a la formación de aquel pasado han terminado por dar sus frutos, el acceso de la primera a la presidencia del Consejo de Ministros generó ciertas reticencias en algunos poderes fácticos italianos. Meloni lo sabía. Pero también sabía que su presencia en el Palacio Chigi, sede del Gobierno, fue posible, gracias a un discurso rompedor y «políticamente incorrecto».

Lo hizo, además, al frente de una coalición heteróclita, unida únicamente por el pegamento antiprogresista y una tendencia favorable a la firmeza en materia migratoria. Hay globalmente dos líneas divisorias en el Gobierno de Meloni: entre europeístas y soberanistas, por un lado, y entre conservadores y liberales en los asuntos antropológicos o de ingeniería social.

Un estilo perceptible en política exterior, «donde ya se ha visto en varias ocasiones, como en la actitud a tomar ante la Guerra de Ucrania: Meloni ha impuesto a aliados recalcitrantes como la Liga Norte y Forza Italia una postura dura frente a Rusia, incluso con el creciente envío de armas y en plena sintonía con Estados Unidos y la OTAN».

Para Rusconi, en resumen, «en el Gobierno de Meloni, lo importante no son los partidos, sino las personas».

Rusconi señala como pilares a Giancarlo Giorgetti (Economía), dirigente de la Liga Norte, y Domenico Crosetto, de Hermanos de Italia y titular de la cartera de Defensa. «También es crucial», precisa, «el ministro de Agricultura, Francesco Lollobrigida, también de Hermanos, y cuñado de Meloni al haberse casado con su hermana Arianna, muy activa políticamente entre bastidores».

Con estas fuertes personalidades, entre las que también cabe destacar al titular de Trasnporte Infraestructuras, Matteo Salvini, y al de Asuntos Exteriores, Antonio Tajani, así como con el resto de ministros, Meloni y su equipo han desplegado una intensa actividad en estos primeros 100 días: 1118 proyectos de ley –tanto de origen gubernamental como parlamentario–, y 15 decretos ley, a fecha de 13 de enero. Solo el día 10 de este mes se decantó tres veces por esta técnica legislativa: el relativo a la reconstrucción tras el corrimiento de tierras de Ischia en noviembre de 2022 y el que afecta a la prórroga de la llamada «devolución» sanitaria ya han sido enviados al Parlamento, mientras que el tercero, sobre mayor transparencia en el mercado de los carburantes, aún no ha sido remitido a las Cámaras para su preceptiva aprobación.

Unos 100 días en los que Meloni ha incumplido varias promesas. Por ejemplo, en relación con la Unión Europea, asunto en el que ha pasado de ser una crítica de la Comisión Europea a comportarse como una fiel alumna. Para Rusconi, «se ha visto obligada a mediar entre su lealtad a sus raíces políticas (y a sus proclamas en la campaña electoral) y las condiciones internacionales que debe tener en cuenta. Esto implica elecciones que se apartan de su historia personal». De momento, según la última encuesta publicada por Fanpage, Meloni seduce y decepciona a los italianos a partes iguales: 46 % a favor, 46 % en contra.

Es decir, que ni convence del todo a sus adversarios, ni conserva una confianza incondicional entre los suyos, si bien su base electoral no se desmorona. Un escenario ambiguo, consecuencia de una curiosa combinación de medidas destinadas a satisfacer a sus votantes con otras, algunas inevitables por mero realismo, pero con repercusión negativa en el índice de popularidad.

Entre las primeras cabe destacar la firmeza en relación con la inmigración ilegal, plasmada en un decreto que restringe el campo de actividad de las ONG dedicadas al rescate y transporte de migrantes: desde que entró en vigor, los barcos sólo podrán transitar e intervenir con fines de salvamento, y bajo el control y las indicaciones de las autoridades competentes. En caso contrario, se prevén sanciones para el capitán, el armador y el propietario, de hasta cincuenta mil euros, incluido el decomiso de la embarcación, que además debe tener una «idoneidad técnica» de cara a una navegación segura.

Siempre en el ámbito de los guiños a los suyos, Meloni ha suavizado las medidas anti-Covid, suprimiendo, por ejemplo, las multas para los no vacunados. También se eliminan todas las medidas que obligaban a los visitantes o acompañantes a mostrar la certificación verde para acceder a residencias de la tercera edad, sociosanitarias y de cuidados paliativos, así como en los pabellones de las instalaciones hospitalarias.

En cambio, el Gobierno oficialmente más escorado a la derecha de la Italia democrática ha tenido que renunciar a varios compromisos adquiridos ante los votantes y demás medidas ideológicas. Una de ellas es Por otro lado, se ha desechado el anuncio del Ejecutivo de obligar a los comerciantes a aceptar el «pasatarjetas» a partir de 60 euros. La medida estuvo en el centro de un largo tira y afloja entre Italia y la Unión Europea, en el que el Gobierno terminó rindiéndose. Hoy en día, no existe en Italia un límite mínimo para aceptar pagos con tarjeta de crédito.

Rusconi subraya, asimismo, que «han surgido fricciones con algunas categorías profesionales que la apoyaban firmemente, como las gasolineras, los balnearios y los autónomos. Varios de sus votantes están descontentos porque no ha bajado el precio de la gasolina como prometió, ha retrocedido un poco, además de en el tema del dinero en efectivo y en el de la inmigración ilegal, en el control de las fiestas rave». En este último punto, sí que tomó medidas limitativas, aunque por debajo del alcance deseado.

El aborto

Otro aspecto en el que la primera ministra ha irritado al sector más conservador de la coalición es el de los valores morales. El veterano cronista parlamentario recuerda que, sobre el aborto, Meloni «ha reiterado en varias ocasiones que no quiere cambiar la ley 194, abortista de facto. También hay tiranteces en el seno de su partido, donde Meloni ha bloqueado algunas iniciativas de los diputados sobre la personalidad jurídica del no nacido».

Esta última polémica no es la única que asola a Hermanos de Italia, pues la lideresa ha intervenido hace unos días la federación de Roma, la más importante del partido, dirigida hasta la fecha por Fabio Rampelli, su «padre» político. «Una especie de ‘parricidio’, en definitiva, hacia al que ahora se considera un rival del que hay que guardarse».

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