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El presidente francés, Emmanuel MacronEFE

Francia

Macron se juega su segundo mandato

De la crucial respuesta que el Jefe del Estado ofrecerá mañana a sus compatriotas, dependerá la capacidad, o incapacidad, de Francia para salir de su preocupante atolladero

Emmanuel Macron concederá una entrevista conjunta a las dos principales cadenas generalistas. Lo hará en directo en el telediario de la una de la tarde. En general, los dirigentes franceses se decantan por el informativo vespertino, el de las ocho de la tarde, el Vingt Heures, cuando tienen que comunicar anuncios de cierta enjundia a sus compatriotas. Mas el presidente ha elegido, esta vez, el Treize Heures porque sabe que es la cita televisiva de los ciudadanos de a pie.

Sabe también que la reforma de las pensiones, pese a haber sido aprobada dentro de la más estricta legalidad, ha marcado un punto de inflexión en su mandato. La estadística parlamentaria es preocupante: el Gobierno de Élisabeth Borne ha salvado su pellejo por nueve votos. Algunos dirán que el de Pierre Bérégovoy salvó el suyo por tres en 1992 –a cuenta de una discutible negociación agrícola en Bruselas– o que Michel Rocard utilizó 28 veces el 49.3 entre 1988 y 1991.

Ayer, en cuanto se supo el resultado de la votación, estallaron manifestaciones, muchas de ellas violentas, a lo largo y ancho de la geografía gala. Son la continuación de unas movilizaciones contra el proyecto, siendo poco probable que decaigan a corto plazo: la incomprensión entre la élite gobernante y el pueblo se agranda irremisiblemente.

Lo demuestra igualmente el hecho, a nivel político, de que la primera moción de censura fuera impulsada por un grupo parlamentario en el que coinciden el adalid del rigor presupuestario –el liberal Charles De Courson– con parlamentarios de ultramar –provincias que sobreviven gracias a las subvenciones de París– y otros parlamentarios defensores acérrimos del gasto público.

Todos ellos, desde postulados ideológicos teóricamente incompatibles, expresan el malestar profundo de la Francia «des territoires» frente a un Gobierno central desconectado de la realidad. Lo cual no significa, ni mucho menos, que tengan la razón de fondo. Pero se hacen en la capital los heraldos de lo que constatan «sur le terrain», es decir, al contacto de sus votantes en sus respectivos distritos electorales.

Macron –y es su lacra principal– nunca ha sido un político de terreno; es la encarnación perfecta de la élite. Pero ha demostrado, como ministro primero y presidente después, tener inteligencia personal y cintura política para salvar situaciones comprometidas. Porque, tal y como escribe François-Xavier Bourmaud en «Le Figaro», «la calle está poniendo a prueba la determinación del Jefe del Estado; y con ella, su mandato».