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La Policía empuja a los manifestantes que bloquean la carretera principal de Ayalon, Tel Aviv

La Policía empuja a los manifestantes que bloquean la carretera principal de Ayalon, en Tel Aviv, IsraelEFE

El presidente de Israel convoca un diálogo urgente como último recurso para frenar el conflicto por la reforma judicial

Ante las multitudinarias protestas, el primer ministro de Israel decidió aplazar la aprobación de la nueva legislación

El presidente de Israel, Isaac Herzog, se ha erigido como una figura de consenso y diálogo, en un país azotado por protestas multitudinarias y bajo el fantasma de un conflicto, con una sociedad fuertemente dividida y cansada de la cúpula política del país.

Los israelíes han sido convocados a cinco elecciones en tres años, un fenómeno que ha ido polarizando a la sociedad en dos mitades en torno, sobre todo, a la figura del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.

Por su parte, el presidente de Israel –una figura de carácter más bien simbólico– se ha posicionado como el árbitro en la gran disputa que asola al Estado hebreo, a causa de la reforma del poder judicial propuesta por el Ejecutivo de Netanyahu. Herzog ha instado tanto al Gobierno como a la oposición a llegar a un acuerdo.

El 4 de enero, Levin pronunció un incendiario discurso contra el Tribunal Supremo del país hebreo y sus miembros. Su objetivo fue sintetizado en una frase: «Acabar la dictadura de los jueces sobre la voluntad popular». Unas palabras que provocaron las primeras protestas.

Casi tres meses después, las manifestaciones se han multiplicado, así como los asistentes a las mismas. Incluso parte del Ejército israelí –una de las instituciones mejor valoradas del país hebreo– se ha posicionado en contra de la reforma del poder judicial.

Los israelíes temen que se trate de un de golpe de Estado en cubierta, que ponga fin a la separación de poderes, en un país que no cuenta con una Constitución y el Tribunal Supremo actúa como contra peso al Ejecutivo. Los temores a un Gobierno cada vez más autoritario se consolidaron ayer con la destitución del ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, por desmarcarse de la reforma judicial.

La decisión de Netanyahu provocó aún más la furia de los manifestantes que asumieron el cese de Gallant como un nuevo guiño autoritario del primer ministro israelí. Un pulso entre israelíes y Gobierno que, parece, ha acabado con una victoria relativa de los manifestantes. Ahora se inicia la parte más complicada, conseguir que Ejecutivo y oposición lleguen a un acuerdo, aunque sea de mínimos, y poder rebajar el ambiente en la calles.

Herzog ha convocado en la tarde de hoy al Ejecutivo de Netanyahu y a los principales partidos de la oposición, Yesh Atid y Unidad Nacional. El presidente de Israel ha asegurado que trabajará «en plena cooperación con todos los sistemas políticos y públicos», para tratar de «calmar los ánimos, apagar las llamas y tratar de llegar a resultados positivos con un acuerdo amplio».

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