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Protestas contra el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en el consulado de Nueva York, en EE.UU.

Protestas contra el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en el consulado de Nueva York, en EE.UU.AFP

La alianza estratégica entre Israel y Estados Unidos, en la cuerda floja por la reforma judicial de Netanyahu

El presidente estadounidense, Joe Biden, ha revelado que no espera reunirse con el primer ministro israelí a «corto plazo», una situación que muestra un cisma entre ambos países

Israel y Estados Unidos forman, en teoría, una alianza inquebrantable. Washington ha sido el principal valedor del país hebreo desde su fundación, en 1948, e incluso antes. El Estado judío supone un apoyo clave para Estados Unidos en la región de Oriente Medio, mientras que, para Israel, el paraguas de Defensa estadounidense es de vital importancia, sobre todo, por su ubicación en un entorno totalmente hostil.

Una relación de conveniencia mutua que se ha visto empañada tras la formación del nuevo Gobierno de Israel. Los israelíes viven una tormenta política que los ha llevado a votar hasta en cinco ocasiones en tres años. Finalmente, el pasado mes de noviembre, el Estado judío consiguió formar Gobierno a través de una coalición con los partidos ultraortodoxos, y con el eterno Benjamin Netanyahu como primer ministro. Un Ejecutivo considerado como el más escorado a la derecha de la historia de Israel.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, declaró que estaba «muy preocupado» por la deriva de la reforma judicial y advirtió a Netanyahu de que no podía «seguir por este camino». Asimismo, aclaró que no tenía pensado mantener un encuentro «a corto plazo» con el primer ministro israelí. Desde que Bibi –como se conoce popularmente a Benjamin Netanyahu– volviera a ostentar el cargo de primer ministro de Israel, no se ha reunido de manera presencial con Biden.

Una situación anómala que refleja que las relaciones entre los dos aliados son especialmente frágiles. Desde enero, ambos países se han dedicado diversos cruces de acusaciones. En esta ocasión, ante las últimas palabras del presidente estadounidense, Netanyahu defendió la reforma judicial e instó a Biden a no interferir en los asuntos internos del Estado judío. «Israel es un país soberano que toma sus decisiones por la voluntad de su pueblo y no basándose en presiones del exterior, incluso de los mejores amigos», resaltó.

No se trata de la primera vez que Netanyahu sale a defender su nueva legislación ante las críticas de Washington. El pasado mes de febrero, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, en una visita a Israel y con el primer ministro de este país presente, resaltó el apoyo del país norteamericano «a los principios e instituciones democráticos fundamentales». Esta frase provocó un gran malestar entre las filas del partido de Netanyahu, el Likud, y miembros del Ejecutivo israelí reprocharon a Blinken que no necesitaban ningún tipo de «lecciones sobre democracia» de Estados Unidos.

La reforma del poder judicial no solo ha provocado un enfriamiento de las relaciones con Washington, sino que le ha valido la condena de otros países europeos. Netanyahu tuvo que hacer frente a las críticas durante su viaje a Londres, donde se suspendió la comparecencia pública con su homólogo británico, Rishi Sunak, por las protestas en la puerta del nº10 de Downing Street contra el mandatario israelí.

Finalmente, y tras casi tres meses de protestas en Israel, Netanyahu decidió suspender, de manera temporal, la aprobación de la reforma judicial y ha prometido establecer negociaciones con la oposición para llegar a un acuerdo, con la mediación del presidente del país, Isaac Herzog. Israel vive una crisis política y social sin precedentes, en un momento en el que se están produciendo cambios estratégicos en las alianzas de los países de la región.

Irán, el mayor enemigo del país hebreo, ha cogido impulso tras el restablecimiento de relaciones con Arabia Saudí y el apoyo de Rusia y China, cada vez más evidente. Oriente Medio está experimentando una reconfiguración y el Estado judío adolece la mayor debilidad de su historia a nivel interno, mientras que el eje anti- iraní se resquebraja.

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