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El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, junto al líder del Nuevo Partido del Bienestar, Fatih ErbakanAFP

Elecciones presidenciales

Turquía acelera su deriva islamista con el apoyo de partidos religiosos a la candidatura de Erdogan

Entre las condiciones para respaldar al presidente turco, las formaciones islamistas exigen recortar los derechos de las mujeres

Las elecciones presidenciales en Turquía están a la vuelta de la esquina. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, adelantó los comicios al próximo 14 de mayo, con la esperanza de que las encuestas, que le otorgan una ajustada victoria, acierten en sus predicciones. El terremoto del pasado mes de febrero le ha pasado una costosa factura política a Erdogan y ha demostrado el fracaso de una gestión centralizada en su persona.

La oposición ha usado la catástrofe para debilitar la figura del presidente turco y resaltar las fisuras del Gobierno de Erdogan. Asimismo, han conformado una alianza de seis partidos, con un candidato común, para los comicios de mayo. El elegido, tras unas tensas y eternas negociaciones, fue Kemal Kiliçdaroglu, un veterano de centroizquierda y líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP).

La actual alianza gobernante de Turquía ha acogido, de buen grado, el apoyo del Nuevo Partido del Bienestar (YRP) y de la formación Huda-Par. Ambos han hecho público su respaldo a la candidatura de Erdogan, pero no se trata de un acto altruista, a cambio, el presidente turco tendrá que ceder, sobre todo, en lo relativo a los derechos de las mujeres y los homosexuales.

Ambas formaciones han condicionado su apoyo al actual presidente turco a la modificación de la Ley 6284 de prevención de la violencia contra las mujeres y los niños, junto a otras muchas reivindicaciones de una lista, según ha revelado Al-Monitor, de hasta 30 puntos. Entre ellos, también se contempla el cierre de las asociaciones LGBT.

En una copia del acuerdo entre el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), de Erdogan, y el YRP, recogida por el medio citado anteriormente, las partes se comprometen a «prevenir las perversiones contra nuestros valores morales» y a reevaluar las leyes existentes para «proteger la integridad de la familia». Las especulaciones sobre la deriva islámica de Turquía, bajo el mando de Erdogan, no son una novedad.

Aunque en Turquía, a diferencia de los estados declarados islámicos como pueden ser Irán, Afganistán o Arabia Saudí, no existe una prohibición sobre el alcohol ni un código de vestimenta sancionado por el Estado, Erdogan ha ido implantando, a lo largo de los años, medidas para regular estos aspectos. En el caso del alcohol, bajo el gobierno del AKP, se ha vuelto extremadamente caro, por lo que su consumo se ha limitado drásticamente.

En este sentido, es reseñable el presupuesto, cada vez mayor, destinado a la Dirección de Asuntos Religiosos, o Diyanet, el organismo religioso oficial de Turquía. Pero lo más escalofriante es el retroceso en materia de derechos de las mujeres en el país euroasiático. En 2021, de manera unilateral, Erdogan se retiró del Convenio de Estambul contra la violencia de género.

La retirada del acuerdo internacional fue una concesión más de Erdogan al sector ultraconservador de su Gobierno, mientras Turquía sufre un aumento de feminicidios y abuso contra las mujeres, exacerbado tras la pandemia. Un informe de Human Rights Watch, de mayo de 2022, denunció la incapacidad el Estado turco para «proteger adecuadamente a las mujeres de la violencia, evitar que se repita y hacer que los autores rindan cuentas».

Así las cosas, Erdogan se tira a los brazos de los partidos islamistas para afianzarse en el poder y optar a la reelección en las elecciones del próximo mes de mayo, en lo que se plantea ya como una consulta sobre su persona y las políticas, cada vez más conservadoras, impuestas de manera paulatina a lo largo de sus 20 años como hombre fuerte de Turquía.