Entrevista a Alejandro San Francisco, politólogo chileno
«España da prioridad a su posición en la Unión Europea antes que a Hispanoamérica»
Director del instituto de Historia de la Universidad de San Sebastián de Chile, director de Formación en el Instituto Res Publica y fino analista de Hispanoamérica analiza el escenario de la región
El director del instituto de Historia de la Universidad de San Sebastián de Chile, Alejandro San Francisco, no duda que Gabriel Boric cumplirá los cuatro años de Legislatura. «Chile ha madurado y tiene conciencia de que el sistema democrático debe ser sólido y los presidentes cumplir con el mandato establecido».
Dicho esto, cree que los momentos «más difíciles» o aquellos donde la gobernabilidad pudo estar en riesgo, los atravesó «Sebastián Piñera» con el estallido social y el propio Boric, «con el rechazo de la Constitución» por un aplastante 62 por ciento de chilenos en el plebiscito de septiembre del año pasado.
El 7 de mayo , los chilenos volverán a las urnas para votar un «Consejo de Constituyentes que estará formado por 50 representantes» cuya misión es «analizar el texto escrito por un Comité de Expertos, incorporarle modificaciones si lo considera necesario y aprobarlo por una mayoría de dos tercios». Ese borrador a su vez está fiscalizado por una «comisión de admisibilidad» que vigila que no haya los dislates que se vieron en el anterior.
Lo importante de la nueva Constitución, «es que tenga la legitimidad del Congreso, supere el plebiscito y sirva como base de crecimiento económico y desarrollo social para los próximos 30 ó 40 años»
La fórmula chilena resulta un tanto farragosa pero San Francisco confía en que el resultado «sea mejor que la actual Constitución porque superar el texto rechazado es muy fácil», comenta en El Debate con ironía.
Lo importante, reflexiona, «es que tenga la legitimidad del Congreso, supere el plebiscito y sirva como un marco o base de crecimiento económico y desarrollo social para los próximos 30 ó 40 años».
No alcanzar esas expectativas de mínimo supondría a su juicio, «un suicidio» para Chile, un país que «está en la OCDE» y que puede presumir de haber reducido la pobreza de 1987 a 2010, «del 45 % al 10%».
El Chile que «económicamente no logra despegar» y las previsiones anticipan un «crecimiento negativo», contrasta con aquel que tuvo un rumbo ascendente «de 1984 hasta 2006», año en el que gobernaba Ricardo Lagos. «En ese periodo –observa– el país tuvo un crecimiento sostenido en torno al 6,7 %» mientras que de ese tiempo a esta parte su PIB ha estado entre el 1,7 % y el 2 %».
Director de Formación en el Instituto Res Publica y fino analista de Hispanoamérica, San Francisco trata de encontrar explicación al doble rasero que aplican hoy buena parte de los gobiernos de izquierda en la región a la hora de aprobar o condenar las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba.
«La primera década del siglo -rememora- vino acompañada de lo que se llamó Ola roja. Nestor Kirchner estaba en Argentina. Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Lula en Brasil… Había un ambiente de gran tolerancia con esos regímenes» reforzado porque «los países europeos no tenían la fuerza para luchar contra ellos.»
«Puede haber un doble discurso o contradicción doctrinaria», matiza, que se explica porque funcionan bajo el parámetro «amigo o enemigo, independientemente de si son dictadores o demócratas. Eso, –recuerda– ya lo vimos con Stalin».
Dictaduras viejas y modernas
Uno de los factores a tener en cuenta para comprender la supervivencia de estas dictaduras modernas y antiguas, para San Francisco, es el funcionamiento de la comunidad y de los organismos internacionales. «Hay cierta ambigüedad en espacios que deberían ser nítidamente democráticos», observa antes de apreciar que Rusia forma parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, cuando ha sido el país que ha invadido Ucrania.
La OEA, en 60 años de vida, ha condenado a Cuba, pero se ha abstenido de hacer lo mismo con otras dictaduras
En este contexto no olvida que «la OEA, en 60 años de vida, ha condenado a Cuba, pero se ha abstenido de hacer lo mismo con otras dictaduras».
La guerra de Ucrania planea en este análisis. «Los países de la región que no han condenado explícitamente la guerra son aquellos que tienen algún compromiso con Putin o China». Un ejemplo que quizás confirme esa teoría es Brasil que se mantiene inmovible de esa posición equidistante tanto con Jair Bolsonaro como Lula. «Habría que hurgar que hay debajo», advierte.
La levedad del peso de España
El peso o la influencia de España en Hispanoamérica no es hoy lo que era. «La última década España ha vivido otra transición. Tiene sus propios problemas y la región han queda relegada a un segundo plano», reflexiona. «Lo mismo ha sucedido con Estados Unidos, no estamos en la agenda urgente», admite.
España, aunque creo que se equivoca, da prioridad a su posición en la Unión Europea
Dicho esto, pone el foco en aspectos determinantes. «España sigue siendo el principal inversor», aunque China sea hoy el primer socio comercial. «Las Cumbres Iberoamericanas se han desperfilado» y no tienen el empuje que tuvieron desde los gobiernos de Felipe González. Por último, piensa en voz alta, «España, aunque creo que se equivoca, da prioridad a su posición en la Unión Europea».
Llegado este punto se pregunta, «¿Cuál es el horizonte de esperanza de Hispanoamérica?» La primera respuesta se hallaría en «el concepto y el efecto que tiene la población de la democracia». La clave está en que el sentimiento tiene que ser de algo más que de un término bonito, peo inútil. «La gente tiene que sentir el progreso, el Estado de Derecho, una alternancia en el poder... Y que todo se traduzca en crecimiento y bienestar. Otra cosa será, como he visto, repartir miseria».