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Juan Rodríguez Garat Almirante (R)

¿Chapuza criminal sobre el Kremlin?

El Kremlin necesita dar pruebas a los ciudadanos de que la guerra de conquista en Ucrania es existencial para Rusia. Y, como no las hay, se hace preciso fabricarlas

Rusia asegura que Ucrania ha intentado asesinar a Putin con dos drones suicidas que han hecho explosión sobre el Kremlin la noche de miércoles.

ataque kremlin portada

Nadie debiera tomarse en serio lo que dicen quienes todavía insisten en que no están en guerra con Ucrania, que no han invadido a nadie ni piensan hacerlo, que no tienen ambiciones territoriales en el país vecino o que los civiles ucranianos no tienen nada que temer de su ejército.

Nadie debería creer a los que en su día anunciaron al mundo con pretendida solemnidad que Zelenski iba a destruir las presas sobre el Dnieper o que estaba preparando ataques radiológicos… quizá para encubrir sus propios planes.

Nadie debería prestar oídos a quienes dicen que no fueron ellos los culpables de la masacre de Bucha. Nadie debería conceder el beneficio de la duda a quienes volaron la prisión de Olenivka —en una explosión que mató a decenas de prisioneros de guerra ucranianos sin dañar a un solo vigilante ruso— quienes han reducido a cenizas Bajmut o Mariúpol, o quienes destruyeron la estación de Kramatorsk, acusando siempre de ello al régimen de Kiev.

Invitado por El Debate a dar una opinión, no puedo menos que preguntarme: ¿de verdad es necesario rebatir una acusación de quienes —disculpe el lector mi condición de marino— todavía aseguran que el Moskva se hundió solo? Seguramente no, pero lo haré porque el ataque ha sido tan chapucero que me daría vergüenza quedarme callado.

Un ataque de falsa bandera

¿Qué dice Rusia? Que Ucrania lanzó dos drones sobre el Kremlin y que —cito textualmente a la agencia TASS— «como resultado de las oportunas reacciones de los militares y los servicios especiales usando sistemas de guerra electrónica, los drones fueron neutralizados».

Vimos un dron que explotó en el aire sin causar daños significativos. Eso no lo provoca un sistema de guerra electrónica

Pero no es eso lo que vimos en televisión. Vimos un dron que explotó en el aire sin causar daños significativos. Eso no lo provoca un sistema de guerra electrónica, diseñado para interrumpir el control del dron y que, perdida la guía que le conduce a su blanco, impacte en cualquier sitio no vital.

La mentira

Esta primera mentira, comprobable por cualquiera que vea las imágenes, obedece a la patológica necesidad del Kremlin de negar el éxito, siquiera parcial, a cualquier cosa que venga de Ucrania, aunque hacerlo perjudique a su propio relato.

Que lo hace en este caso, y mucho, porque si es cierto que los drones habían perdido el control a consecuencia de la eficaz defensa rusa y volaban al azar, ¿cómo podían saber los rusos que era precisamente Putin su blanco? ¿Llevaban quizá un letrero luminoso que lo anunciaba, como los trenes de cercanías de Madrid? ¿O sabía el Kremlin cuál era el objetivo, condenado a fracasar —Putin ni siquiera estaba allí— porque había sido en alguna de sus oscuras salas donde había sido planeado?

Nadie, además, planearía el asesinato de una persona sin saber exactamente dónde está y lanzando drones que solo impactarían en el Kremlin

Vistas las imágenes, podemos suponer que es cierto que al menos un dron explotó sobre el Kremlin. ¿Venía de Ucrania? No. No creo que ni siquiera Rusia quiera sostener que los drones ucranianos puedan atravesar todo el espacio aéreo ruso sin ser detectados. Nadie, además, planearía el asesinato de una persona sin saber exactamente dónde está y lanzando drones que solo impactarían en el Kremlin tras varias horas de vuelo guiado por GPS sin posible corrección. No es así como en el mundo militar se hacen estas cosas.

Dónde estaba Putin

¿Pueden los drones haber sido lanzados desde algún lugar próximo al Kremlin por saboteadores ucranianos? Sí, pero también por verdaderos terroristas domésticos —alguno hay— y, mucho más probablemente, por agentes del gobierno ruso, los únicos que podían conocer con certeza dónde estaba Putin en el momento del ataque. A cualquiera se le ocurre que, si fueran terroristas o agentes ucranianos, habrían reservado sus drones para el día 9 de mayo, una ocasión en la que sí podrían tener la certeza de saber dónde se encontraba el dictador.

Hace dos semanas, el día 21 de abril, un avión Su-24 ruso lanzó dos bombas sobre Belgorod, una ciudad de casi 400.000 habitantes a 40 kilómetros de Ucrania. Una de las dos bombas —son incontables los fallos de material de las fuerzas armadas rusas— no explotó. Cabe preguntarse cuál de las dos bombas fue la que falló. ¿La que explotó sin estar armada o la que no lo hizo a pesar de estarlo?

El Kremlin asegura que fue un fallo técnico y que las bombas se desprendieron solas. Pasan muchas cosas solas en Rusia —ya hemos hablado del Moskva— pero eso no explica por qué un bombardero con dos bombas armadas bajo sus alas sobrevolaba una gran ciudad tan lejos del frente.

Si quieren mi opinión personal —también sin pruebas, y por eso es solo una opinión— el Su-24 estaba realizando un ataque de falsa bandera que resultó frustrado cuando falló la bomba que no explotó. Con pruebas físicas en el suelo —una bomba rusa sin detonar— era imposible echar la culpa a Ucrania del bombardeo y el Kremlin se tuvo que resignar a anunciar un error técnico. Personalmente, no tengo dudas de que, de haber funcionado correctamente ambas bombas, el Kremlin habría acusado a Ucrania de atacar sus ciudades.

¿Por qué el ataque de falsa bandera?

Para saber qué espera el Kremlin de este ataque de falsa bandera solo hay que recordar qué es lo que sus líderes han declarado inmediatamente después. Por cierto, con una celeridad que no se había dado en otras ocasiones en que las acciones ucranianas sí consiguieron sorprenderlos.

Rusia se reserva el derecho de responder dónde y cuándo lo considere oportunoDimitri Pescov, portavoz del Kremlin

Peskov ha anunciado que «Rusia se reserva el derecho de responder dónde y cuándo lo considere oportuno». Rara declaración, porque hace ya más de un año que Rusia empezó a considerar un derecho atacar los blancos en Ucrania que le parecen oportunos. Quizá tras las palabras del portavoz del Kremlin se esconda la intención de justificar un futuro crimen de guerra: críticamente disminuidas las existencias de sus misiles de guía más precisa, Putin podría ordenar que se empleen misiles más anticuados o bombas convencionales —armas incapaces de discriminar objetivos civiles y militares— para atacar las ciudades ucranianas.

Rusia no tiene más alternativas que eliminar a ZelenskiDimitri Medvedev, actual vicepresidente del Consejo de Seguridad

Medvedev siempre da una opinión más colorida que el resto de sus colegas. «Rusia no tiene más alternativas que eliminar a Zelenski», ha dicho el antiguo presidente. Pero Rusia, probablemente, ya lo ha intentado. Sobre todo en los primeros días. Quizá Medvedev esté pensando en un ataque a los edificios gubernamentales del centro de la ciudad de Kiev, hasta ahora preservados de los bombardeos, quizá porque el Kremlin sabe el daño reputacional que sufriría con las imágenes del parlamento ucraniano o los grandes monumentos históricos de la ciudad destruidos por sus misiles.

El tiempo confirmará las intenciones del Kremlin. Pero, si yo tuviera que apostar, yo creo que la clave del ataque de falsa bandera la da la inmediata declaración de un alto cargo de la DUMA: «Un ataque contra el presidente es un ataque contra todos los rusos». Con el ejército ruso estancado en Bajmut, fracasadas las campañas de reclutamiento de voluntarios para combatir en Ucrania, el Kremlin necesita dar pruebas a los ciudadanos de que la guerra de conquista en Ucrania es existencial para Rusia. Y, dado que no las hay, se hace preciso fabricarlas.