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La Piedra del Destino se muestra dentro de la Abadía de Westminster en el centro de LondresAFP

Coronación Carlos III

La Piedra del Destino vuelve a Londres: la reliquia ancestral que provoca a los nacionalistas escoceses

La Piedra de Scone, losa que representa a los Reyes de Escocia de antaño, se encajará en la base del trono de Carlos III durante su coronación

De entre todos los zafiros, diamantes, y rubíes que engalanarán la Abadía de Westminster en la coronación del Rey Carlos III, la piedra más importante es una losa de arenisca medio rota y antiquísima. Se trata de la Piedra del Destino, una reliquia legendaria que siembra desde hace siglos la discordia entre Escocia e Inglaterra.

La roca pesa más de 150 kilos, y es el símbolo mítico de los antiguos Reyes escoceses. Y aunque normalmente permanece en Edimburgo, ahora viaja hasta Londres para reposar bajo la silla de San Eduardo, trono donde Carlos III será coronado.

Así se acordó en el año 1996: para apaciguar al nacionalismo escocés, que reclamaba a voces su piedra ancestral, la Reina Isabel II y el entonces primer ministro John Major decidieron que la piedra viviría en Escocia y viajaría a Londres solo para las coronaciones.

Un misterio profundo niebla la historia de la Piedra del Destino. Es una losa de arenisca rosácea, decorada con la burda cruz que alguien algún día grabó en su centro. Y en los extremos, gruesos anillos de metal podrían hacer las veces de argollas, pero los historiadores aún no han descubierto su propósito exacto.

Luego está la mitología. Como emblema ancestral de los antiguos Reyes de Escocia, se creía que la piedra rugiría al reconocer a su legítimo monarca. Su nombre real –Stone of Scone– proviene de Scone Palace, el histórico palacio donde antaño coronaban a los Reyes escoceses.

La piedra permaneció en territorio escocés hasta el año 1296, cuando el Rey Eduardo I de Inglaterra la robó para llevársela a Londres. Poco después, para dar importancia a tan legendaria roca, se construyó la silla de San Eduardo, con un espacio a medida para encajar la piedra en su base. Simbolizaría así el yugo de los Reyes ingleses sobre Escocia, recuerdo eterno del poder de Eduardo I, alias 'El Martillador de los Escoceses'.

A lo largo de la historia, la piedra volvió a Edimburgo; hoy es uno de los tesoros más valiosos de la Sala de la Corona de Escocia, y recibe la visita de millones de turistas cada año. Pero siempre bajo promesa de que, para la coronación de Carlos III, volvería a Londres y a los pies de su monarca.

Revuelo nacionalista

Por este motivo, la movilización de la Piedra del Destino revolvió al nacionalismo escocés, frágil y en tensión desde la dimisión repentina de su exlíder Nicola Sturgeon. Aprovechando que su sucesor, Humza Yousaf, aún se está haciendo al cargo, su rival político Alex Salmond criticó la decisión de prestarle la piedra a los ingleses para este sábado seis de mayo.

En declaraciones a la cadena LBC, Salmond, que dirige al partido Alba y que aspira a gobernar Escocia algún día, sugirió que Yousaf «tendría que haber ordenado a sus policías tener un enfrentamiento en el Castillo de Edimburgo, para evitar que se llevasen la Piedra del Destino a Westminster».

Habría sido, según Alex Salmond, una buena oportunidad «para reafirmar la defensa del país y del territorio», y podría haber insuflado al nacionalismo escocés nuevas energías.

El símbolo de la corona de Escocia

La Piedra del Destino representa desde hace siglos a la antigua monarquía escocesa, y se utilizaba para coronar a sus reyes. Se considera un objeto sagrado, pero nadie conoce sus verdaderos orígenes.

Cerca del año 700 A.C., la piedra se plantó en la colina de Tara, en Irlanda. Allí, se utilizaba para coronar a los Reyes irlandeses, pero eso cambió cuando los celtas escoceses la robaron y la llevaron al pueblo de Scone. Al igual que haría Eduardo I siglos después, los escoceses encajaron la losa dentro de su trono de ceremonias. Sobre esa piedra coronaron a más de veinte reyes de Escocia; el último fue John de Balliol, en 1292.

En 1296, el Rey Eduardo I conquistó Escocia y se hizo con la Piedra del Destino. Selló así su victoria sobre el territorio, y adoptó para su propia estirpe aquel símbolo legendario de la realeza escocesa.

Cuatro estudiantes de Glasgow

La Piedra del Destino permaneció expuesta en la Abadía de Westminster durante siglos, para desgracia de los nacionalistas escoceses que ansiaban su retorno. Uno de ellos se llamaba Ian Hamilton: en el año 1950, estudiaba en la Universidad de Glasgow, y soñaba con vivir en una Escocia orgullosa e independiente.

Obsesionado, urdió un plan durante meses; leyó todos los libros sobre la piedra que había en la universidad. Reunió a tres amigos más –Gavin Vernon, Kay Matheson, y Alan Stuart– y trazó un mapa de la Abadía de Westminster. ¿Su objetivo? Traer la piedra de vuelta a Escocia.

El día de Navidad de 1950, por la mañana, los cuatro estudiantes se colaron en la abadía, y encontraron la piedra. La sacaron de su estante, la cogieron por las argollas, y la arrastraron sobre el suelo hasta sacarla al aire libre. Allí, la metieron en su coche, y condujeron hasta la frontera con Escocia.

Era una época de tensión para el nacionalismo escocés; aún no tenían Parlamento propio, y la mayoría de ellos querían la independencia. El robo de la piedra causó un gran revuelo, y provocó que se cerrase la frontera entre ambos territorios por primera vez en 400 años.

La Piedra del Destino apareció tres meses después en la Abadía de Arbroath, en Escocia, donde los estudiantes se la habían entregado a una organización independentista. Y aunque la Policía devolvió la piedra a Londres, volvería a su tierra 40 años más tarde, cuando la Reina Isabel II y el primer ministro John Major decidieron que su lugar estaba en el Castillo de Edimburgo.