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Una manifestación contra la reforma de pensiones tuvo lugar mientras Emmanuel Macron asistía a un evento en en LyonJean-Philippe Ksiazek / AFP

Francia

Macron teme cada vez más a la calle

Impone fuertes cordones policiales cada vez que pisa terreno, ya sea en París o en provincias: el precio político está empezando a salir caro

Emmanuel Macron, que dispone de un asesor específico para conmemoraciones históricas, no quería que la tensión social que persiste en Francia a raíz de la reforma de las pensiones empañase las ceremonias oficiales del septuagésimo octavo aniversario de la Segunda Guerra Mundial.

Ayer, la zona de los Campos Elíseos estaba totalmente tomada por las fuerzas del orden, que aplicaban la orden gubernativa de prohibición absoluta de manifestaciones mientras el presidente de la República, según el protocolo establecido, volvía a encender la llama del Soldado Desconocido –sita en el Arco de Triunfo– o depositaba una corona de flores a los pies de la estatua del general Charles de Gaulle, acompañado por las máximas autoridades civiles y militares.

El resultado fueron unos actos conmemorativos completamente deslavazados, casi sórdidos, a diferencia de lo que venía siendo habitual, cuando una multitud –si bien no tan imponente como la que acude en el mismo lugar al desfile militar del 14 de julio– acompañaba a los antecesores de Macron a conmemorar la victoria sobre la Alemania nazi.

El vacío de ayer era el precio a pagar para que el jefe del Estado no volviera a padecer una enésima cacerolada, el método elegido por los críticos cada vez que él, o sus ministros, pisan las provincias.

Una mujer reclama que «Macron no es mi rey» durante una protesta en MarsellaChristophe Simon / AFP

Macron está empeñado, a través de estos viajes, en recuperar el contacto con el pueblo llano una vez superada la fase política y judicial de la reforma de las pensiones. Sin embargo, el efecto producido está siendo el contrario: sin ir más lejos, el pasado 19 de abril en Séléstat, tranquilo municipio de Alsacia –una de las regiones menos conflictivas de Francia-, el abucheo y el acoso contra el presidente -no solo fue la cacerolada– fueron de tal intensidad que se llegó a temer por su seguridad.

Los escoltas del Grupo de Seguridad de la Presidencia de la República, ayudados por agentes de la Policía, se vieron obligados a redoblar esfuerzos para extraer a Macron del atolladero en que se había metido.

Unos escenarios a los que Macron, celoso de la autoridad -moral y política- que le confiere su cargo, ha decidido afrontar con firmeza. De ahí que ayer por la tarde en Lyon, ciudad que acogía la segunda parte de las conmemoraciones, la Prefectura hubiera prohibido preventivamente cualquier protesta. Una decisión contra la cual la Confederación General del Trabajo, el sindicato comunista, interpuso un recurso administrativo con carácter de urgencia, que fue rechazado.

Mas esta pírrica victoria judicial no fue óbice para que se congregaran cientos de personas en otro lugar. Macron pudo honrar la figura de Jean Moulin, líder de la Resistencia asesinado en Lyon, pero sus críticos causaron graves destrozos en la sede de la concejalía del tercer distrito de la ciudad.

La crisis de las pensiones no ha terminado y el presidente solo saca adelante su agenda a muy duras penas. El peaje político está empezando a salir caro.