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Un patinador realiza un truco en la plaza Manezhnaya, justo al lado del Kremlin, MoscúAFP

450 días de guerra en Ucrania

Así ha cambiado la vida en Rusia tras la invasión de Ucrania

La población rusa también se ha convertido en una víctima de la guerra de Putin

La madrugada del 24 de febrero de 2022, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, dio luz verde a lo que bautizó como una «operación militar especial», eufemismo para guerra o invasión, de Ucrania, bajo la excusa de «desnazificar» el país. El mundo entero observó atónito cómo cientos de carros de combates rusos cruzaban la frontera de Bielorrusia dirección a Kiev.

El segundo mayor Ejército del mundo se abalanzó sobre las fuerzas ucranianas, en desigualdad de condiciones tanto en equipamiento como en número de efectivos. La vida de los ucranianos se vio sacudida de un día para otro y desde ese mes de febrero de 2022 no ha vuelto a ser igual. Pero para los rusos, la guerra también ha provocado profundos cambios en su vida cotidiana, a los que han tenido que adaptarse.

Ir a un banco para hacer una simple transacción bancaria se ha vuelto una ardua tarea. Las sanciones internacionales, impuestas sobre Rusia como represalia por la invasión, han acabado afectando a los ciudadanos de a pie. Los precios de los alimentos básicos han aumentado, muchas marcas extranjeras han abandonado el país, incluso la forma de relacionarse o las actividades de ocio se han transformado.

«Entre nosotros pactamos no hablar sobre la guerra de Ucrania, desde el inicio, y hoy en día seguimos con esta promesa», confiesa Marina -nombre ficticio por miedo a represalias- a El Debate. La joven rusa explica que esta es la única manera de poder conservar las amistades e incluso las relaciones familiares en un país divido por la invasión del país vecino. La sociedad rusa, explica, experimentó diferentes fases, una vez que Putin decidió lanzar su gran ofensiva.

Miedo, estrés o incertidumbre eran los sentimientos más habituales durante los primeros meses de la «operación militar especial». Poco a poco, ese miedo inicial se fue desvaneciendo. La población se vio obligada a continuar con su vida y optó por abstraerse del conflicto centrándose en sus tareas diarias. Pero con un temor constante a perder el trabajo. La vida en Rusia es cada vez más inaccesible y las ofertas de trabajo brillan por su ausencia, por lo que los rusos viven aferrados a su puesto.

Además, a los varones rusos se les suma el temor de ser llamados a filas en cualquier momento. Rusia no se encuentra técnicamente en guerra, pero ha decretado varias movilizaciones durante este último año de invasión, para hacer frente a las incontables bajas que sufre en el campo de batalla ucraniano. Miles de jóvenes rusos abandonaron el país para no tener que arriesgar sus vidas en la guerra de Putin, cuando el presidente anunció el reclutamiento militar, el pasado mes de septiembre.

Diana -seudónimo para no ser identificada-, otra joven rusa que accede a hablar con este periódico, asegura que muchos de sus amigos varones «tuvieron que cambiar de residencia y sortear así la notificación de reclutamiento». Una rutina, salpicada por las trabas de una guerra, que han llegado hasta lo más cotidiano como los restaurantes, las tiendas, el cine o el teatro. El ocio, un elemento imprescindible en cualquier sociedad avanzada, también se ha visto trastocado por el conflicto.

Salir a cenar o comer fuera de casa es ahora un 20 % más caro, además de que las raciones se han visto reducidas, explica Diana. Las actividades culturales continúan, pero con restricciones. Desde el Kremlin se han encargado de suspender todo aquello que no apoye la guerra. Muchos directores o actores que han mostrado su oposición a la invasión han sido censurados e, incluso, procesados. Otros tantos han huido del país por miedo a correr la misma suerte.

La oferta cultural se ha visto reducida al mínimo, y siempre bajo el paraguas de la propaganda rusa

La oferta cultural se ha visto reducida al mínimo, y siempre bajo el paraguas de la propaganda rusa. La televisión, medio de información y entretenimiento para la población más adulta de Rusia, se ha convertido en una nueva arma del Kremlin. Los típicos reality shows han dado paso a tertulias eternas, en las que los comentaristas destacan por su tono belicista e intransigente sobre Ucrania y la invasión.

Viajar para los rusos también se ha vuelto complejo. Europa ha restringido su espació aéreo a todos los aviones provenientes de Rusia, por lo que unas vacaciones en París, Madrid, o Berlín, se ha vuelto todo un lujo. La mayoría de los rusos que sí quieren visitar el Viejo Continente, sortean las restricciones a través de Estambul (Turquía), pero no sin hacer frente a múltiples obstáculos.

Diana volvía de pasar unos días por Europa cuando en su vuelo de conexión desde Roma a Estambul la pararon en el control de pasaportes, cuando las autoridades se dieron cuenta de que era ciudadana rusa la sometieron a un intenso interrogatorio. «Me hicieron muchas preguntas, insistían en por qué estaba viajando sola o qué amigos había visitado y si los amigos eran ucranianos. Fue muy desagradable», recuerda la joven.

Aunque el régimen de Putin trata de vender una imagen de normalidad, la guerra de Ucrania ha calado hasta en las cosas más mundanas del día a día de los rusos. «Ha subido la producción interna rusa de quesos como el parmesano, vinos... para sustituir a los productos extranjeros, pero no están muy bien conseguidos», cuenta Oksana a El Debate, a modo de anécdota. La invasión sobrevuela por la sociedad rusa como un eco incómodo.

Los rusos evitan hablar de ello, evaden la palabra «guerra» y prefieren continuar con su día a día, siempre bajo la tensa calma y la incertidumbre de cuál será el próximo paso del Kremlin y cómo les afectará en su vida privada.