¿Puede todavía la diplomacia poner fin a la guerra en Ucrania?
Históricamente, combatir y dialogar al mismo tiempo ha sido una práctica habitual en las guerras
Tras quince meses de combates queda claro que las partes contendientes no ofrecen capacidad–ni siquiera con la ayuda exterior que recibe Ucrania– para lograr una victoria militar decisiva. Se espera una guerra larga y de desgaste, más allá de cuánto territorio puedan liberar las fuerzas ucranianas en su contraofensiva.
En cualquier caso, Rusia mantendrá su capacidad y supondrá una amenaza permanente para Ucrania. De otro lado, un ejército ucraniano fortalecido también tendrá la capacidad de mantener en peligro cualquier zona del país ocupada por las fuerzas rusas.
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Estos factores están conduciendo la situación a un largo y devastador conflicto, que sería conveniente evitar. Estados Unidos y sus aliados se enfrentan ahora a una disyuntiva: ¿Podrían empezar a intentar dirigir la guerra hacia un final negociado en los próximos meses? ¿O es mejor esperar unos meses?
Si deciden esperar, los fundamentos del conflicto serán probablemente los mismos, pero los costes de la guerra –humanos, financieros y de otro tipo– se habrán multiplicado. Una estrategia posible para la que se ha convertido en la crisis internacional de mayor calado en nuestra generación requiere un nuevo enfoque que facilite un final a la vista. Al menos es la opinión de algunos expertos estadounidenses como Samuel Charap, planificador del Departamento de estado durante la administración de Barack Obama.
También el Vaticano busca un enfoque semejante y el Papa Francisco ha enviado a Kiev al cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, en misión de paz para intentar una mediación en esta guerra. Ya el pasado 17 de mayo, el secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Parolin, llamó al Consejo de Europa a «establecer una paz definitiva y justa en Ucrania, y en todas las demás zonas denominadas grises» del continente.
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Tomar medidas para poner en marcha la diplomacia resultan difíciles, a estas alturas, pero no imposibles. Es muy arriesgado, así mismo, dejar la guerra correr y buscar entendimientos no tiene por qué afectar a los esfuerzos de ayuda militar a Ucrania.
Históricamente, combatir y dialogar al mismo tiempo ha sido una práctica habitual en las guerras. Durante la guerra de Corea, algunos de los combates más intensos tuvieron lugar durante los dos años de conversaciones para el armisticio. Empezar a planificar la inevitable diplomacia puede y debe producirse en paralelo con la guerra en curso.
Si los avances de Ucrania hacen que el Kremlin esté más dispuesto a transigir, la única forma de saberlo sería a través de un canal diplomático operativo
A corto plazo, eso significa tanto seguir ayudando a Kiev con la contraofensiva, como iniciar conversaciones paralelas con los aliados y Ucrania sobre el final de este conflicto. En todos los casos, la apertura de una vía de negociación con Rusia debería complementar y no contradecir, la ofensiva en el campo de batalla. Si los avances de Ucrania hacen que el Kremlin esté más dispuesto a transigir, la única forma de saberlo sería a través de un canal diplomático operativo.
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En principio, la mayoría de las actuales voces en la Unión Europea claman un «querer llegar hasta el final» pero en Estados Unidos ya hay quienes buscan el apaciguamiento. La creación de un canal de conversación no debería hacer que ni Ucrania ni sus socios occidentales aflojaran la presión sobre Rusia.
Cuanto más tiempo pasen Ucrania y los aliados occidentales sin desarrollar una estrategia diplomática, más difícil será hacerlo
Cuanto más tiempo pasen Ucrania y los aliados occidentales sin desarrollar una estrategia diplomática, más difícil será hacerlo. A medida que pasen los meses, aumentará el precio político de dar el primer paso. Cualquier paso que den Estados Unidos y sus aliados para abrir una vía diplomática tendría que gestionarse con delicadeza sin rebajar el apoyo occidental a Kiev.
Empezar los preparativos ahora también tiene sentido porque la diplomacia del conflicto no dará resultados de la noche a la mañana y requiere tiempo. De hecho, llevará meses conseguir que los aliados y Ucrania se pongan de acuerdo sobre una estrategia de negociación, y aún más tiempo llegar a un acuerdo con Rusia.
Aunque mañana se creara una plataforma de negociación, pasarían meses antes de que callaran las armas
Si recordamos el caso de la Guerra de Corea fueron necesarias 575 reuniones a lo largo de dos años para finalizar las casi 40 páginas del acuerdo. En otras palabras, aunque mañana se creara una plataforma de negociación, pasarían meses antes de que callaran las armas, si las conversaciones llegaran a buen puerto.
Estados Unidos debería iniciar conversaciones informales con Ucrania y entre sus aliados del G-7 y la OTAN sobre el final de la crisis. Paralelamente, Estados Unidos debería considerar la posibilidad de establecer un canal regular de comunicación sobre la guerra que incluya a Ucrania, los aliados estadounidenses y Rusia.
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Este canal no tendría como objetivo inicial lograr un alto el fuego. Por el contrario, permitiría a los participantes interactuar continuamente, en lugar de en encuentros puntuales, de forma similar al modelo de grupo de contacto utilizado durante las guerras de los Balcanes, cuando un grupo informal de representantes de Estados clave e instituciones internacionales se reunía periódicamente.
Estas conversaciones deberían comenzar fuera de la luz pública, como ocurrió con los contactos iniciales de Estados Unidos con Irán sobre el acuerdo nuclear, firmado en 2015.
Muchos analistas y estrategas siguen insistiendo en que esta guerra debe decidirse únicamente en el campo de batalla. Pero ese punto de vista no tiene en cuenta que es poco probable que las realidades estructurales de la guerra cambien, aunque se desplace la línea del frente, un resultado que en sí mismo está lejos de ofrecer garantías.