Meloni, tras la muerte de Berlusconi, asume el reinado de la derecha italiana
El hombre que combinó espectáculo y política fue un buen maestro para una Meloni que supo aprender de su experiencia y mantenerse lejos de sus escándalos
A rey muerto, reina puesta. La expresión se puede aplicar a lo que ha sucedido en Italia tras el funeral de Estado de Silvio Berlusconi. La primer ministro, Giorgia Meloni, le hacía sombra a su antiguo padrino político desde que llegó al poder, pero la personalidad arrolladora del protagonista de las fiestas «Bunga bunga» y su Forza Italia no le permitían ocupar un espacio que ella, a la vista de los últimos sondeos, parece poder conquistar por sus propios méritos y medios.
El lunes, cuando se conoció que «el eterno» había fallecido, la flamante lideresa no dudó. Grabó un mensaje en vídeo de despedida donde reconocía las virtudes del hombre que, al nombrarla ministro, la catapultó a las grandes ligas de la política. «Un combatiente», «un defensor de sus convicciones», «con coraje y determinación», son algunos de los términos que usó, con precisión calculada, la mujer más poderosa de Italia.
Meloni, con el visto bueno de Sergio Matarella, que tuvo el buen gusto de no aplaudir al paso del féretro del tres veces primer ministro, le organizó una despedida de Estado a su mentor y mostró su rostro más humano. Berlusconi, si hubiera podido, se habría levantado del sarcófago para celebrarlo.
El padrino político
El hombre que combinó espectáculo y política fue un buen maestro para una Meloni que supo aprender de su experiencia y mantenerse lejos de sus escándalos. En el adiós a su padrino político no se dejó presionar por los sectores que le reprochaban conceder un día de luto y semejante funeral con honores al hombre que tuvo que ajustar cuentas con Hacienda y cuyos valores morales dejaban mucho que desear. Como primer ministro –así pidió que la llamarán– demostró ponderación y en la balanza de la historia, eligió que pesará más la administración del Estado que gestionó Berlusconi que sus otras facetas.
Meloni también debió pensar que esa actitud le granjearía nuevas simpatías de los votantes berlusconianos que todavía se la resisten. Si la tendencia de los últimos sondeos, que la dan al alza, se mantiene, habrá acertado de pleno.
Vencer los prejuicios
La reputación que la precedía no le hizo justicia, pero ha sabido moverse en las densas aguas de la política internacional. Los patinazos de Ursula von der Leyen y los prejuicios de una Europa, en su mayoría, desconfiada con los liderazgos conservadores parecían anticipar un camino de espinas para la sucesora de Mario Draghi antes de llegar al Palacio Chigi.
Con habilidad, temple y buenas maneras, ha logrado cambiar en tiempo récord la percepción que se tenía en buena parte del mundo de ella
Con habilidad, temple y buenas maneras, la primer ministro ha logrado cambiar en tiempo récord la percepción que se tenía en buena parte del mundo de ella. Los problemas de Estado los aborda de frente: plan de natalidad, inmigración, defensa del italiano, reforma fiscal… Dicho de otro modo, ha presentado más de 1.200 proyectos de ley
La inmigración descontrolado trata de frenarla con el Plan Enrico Mattei. Los roces con Emmanuel Macron por este tema los supo manejar sin aspavientos y el francés, finalmente y tras declaraciones intempestivas, parece haberse rendido al rigor de la italiana que, en campaña, bromeaba con su apellido y salía con dos melones cubriéndole los idem.
Con Trudeau tuvo que hacer algo parecido por el tema LGTB y el canadiense también agachó la cabeza. Hasta Pedro Sánchez se fue a Roma a tratar –sin éxito– de seducirla para que brillase la presidencia de la UE. La diferencia la puso Zelenski al saludarla con gran afecto.
Ejecutiva
Ejecutiva, si el problema más grave está en Túnez, se va a Túnez y si Libia es el otro país que levanta las compuertas para la estampida de inmigrantes, recibe a los líderes de Trípoli. De paso, descuelga el teléfono para pedir al FMI que se meta la mano en el bolsillo, tratar de convencer a Olaf Scholz para que la respalde y a Bruselas que siga ese camino con un programa fiscalizado y serio que mejore las condiciones de los desgraciados que se arrojan al mar en busca de una vida mejor.
En este escenario y con Berlusconi en el más allá, Meloni puede sentir que su reinado en la derecha italiana no ha hecho más que empezar.