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El secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, y el Ministro de Exteriores de China, Qin GangAFP

¿Logrará la visita de Blinken calmar los ánimos entre EE.UU. y China?

El secretario de Estado de Estados Unidos viaja a Pekín tras salir a la luz que el gigante asiático opera una base de espionaje desde Cuba

El secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, llega este fin de semana a China para limar asperezas entre las dos potencias, un objetivo que los expertos consideran complicado, al menos a corto plazo, dado el actual deterioro de las relaciones.

Tras un año de tensiones en aumento, la pregunta es si el jefe de la diplomacia estadounidense logrará apaciguar los ánimos y encauzar la relación bilateral, o si por contra la polarización entre Washington y Pekín ha alcanzado un punto sin retorno.

La visita se anunció apenas unas horas después de que Blinken hablara por teléfono con su homólogo chino, Qin Gang. Fue la primera conversación –al menos pública– a este alto nivel en meses y en ella el estadounidense pidió mantener abiertos los canales de comunicación, mientras Qin reclamó respeto hacia su país.

¿Qué perfil dará China a la visita?

Precisamente, la diferencia entre los tonos de los dos diplomáticos hace que expertos como Bill Bishop, editor de la plataforma especializada Sinocism, concluyan que China no está especialmente entusiasmada por la llegada de Blinken y que podría decidir manejarla como una visita de bajo perfil.

«La transcripción de la llamada no transmite precisamente un mensaje de bienvenida», señaló el experto.

China no está especialmente entusiasmada por la llegada de Blinken

Como ejemplo, las cábalas que circulan entre los conocedores de la política china a cuenta de la visita a China, también esta semana, del fundador de Microsoft, Bill Gates: «¿Y si el presidente chino, Xi Jinping, recibe a Gates pero no a Blinken?», se preguntan muchos.

«No es una visita fácil. El deterioro de la confianza es significativo y no parece probable que pueda recuperarse a corto plazo. No es solo que las diferencias van a más y la posibilidad de encauzarlas constructivamente es bastante débil sino que Pekín piensa que los consensos elementales están hoy en cuestión», señala a Efe Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política china.

Taiwán, clave de la discordia

Entre esos consensos destaca con mucho la cuestión de Taiwán, enquistada desde que en agosto del año pasado la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, visitara la isla.

Pekín encajó el viaje como una bofetada a la que respondió con dureza mediante baterías de sanciones, la cancelación del diálogo con Washington en temas de máximo interés –incluyendo defensa y cambio climático– y maniobras militares en el Estrecho de Taiwán de una intensidad inédita en años y que desde entonces se han convertido en habituales.

Igual de habituales que los encontronazos, a partir de la «crisis Pelosi», a cuenta de la isla, como el nuevo enfado de Pekín por la reunión que mantuvo la presidenta taiwanesa en EE.UU. hace unos meses con el sucesor de Pelosi, Kevin McCarthy.

«Este va a ser un año muy tenso en las relaciones bilaterales a medida que se acerquen los comicios de enero 2024 en Taiwán. Esto podría poner en peligro la propia participación de Xi en la cumbre de APEC en noviembre en EE.UU.», sostiene Ríos.

Más allá, considera que «algunos gestos podrían llevar a pensar que China ha decidido prolongar cierto 'stand by' en la relación bilateral por un dilatado plazo, a la espera de lo que resulte en 2024, confiando, quizá ilusoriamente, en que con otra Administración otra relación es posible».

Globos y bases espía

Al asunto de Taiwán hay que sumarle también las cuitas comerciales, cruces de sanciones y el devaneo estadounidense con la posibilidad de un desacoplamiento económico con China.

Blinken llega a Pekín, además, cuatro meses después de lo previsto. El derribo de un supuesto globo espía chino sobre territorio de EE.UU. provocó en febrero pasado que se cancelara en el último momento la visita que tenía confirmada ese mismo mes.

En un giro de guion parecido, en los últimos días y en medio de conjeturas sobre la posibilidad de que retomara el viaje en junio, un medio estadounidense publicó que China operaba una base de espionaje desde Cuba, algo que La Habana y Pekín negaron de inmediato y sobre lo que Washington dijo que se trataba de información «inexacta».

Para Moritz Rudolf, del Paul Tsai China Center, «la retórica entre ambos países revela un enorme déficit de confianza mutua».

«Los principales obstáculos parecen muy difíciles de superar», indica el analista, quien cita «la importancia que dan los dos países a ser la primera potencia del mundo, las dinámicas derivadas de dos sistemas políticos y de valores completamente distintos y los escenarios domésticos de ambos».

Pero por eso mismo, y porque «el deterioro de las relaciones China-EE.UU. es muy peligroso», el experto subraya que «en este momento cada pequeño paso de acercamiento es importante».