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Juan Rodríguez Ballvé

Guatemala votó libremente y se encamina a una segunda vuelta en agosto

Con un voto nulo récord, ninguna de las 23 candidaturas presidenciales se aproximó siquiera a la mayoría, por lo que habrá una segunda vuelta el 20 de agosto

Un miembro del Tribunal Supremo Electoral de GuatemalaAFP

Para sorpresa de nadie, en la segunda vuelta estará Sandra Torres (UNE; centroizquierda), quien obtuvo un 15,8 % del voto. La antigua primera dama representa el ala izquierda de un establishment político desgastado. En los balotajes de 2015 y 2019, Torres sucumbió ante su antivoto.

Para sorpresa de todos, a Torres la acompañará Bernardo Arévalo (Semilla; centroizquierda), reafirmando la vibrante democracia guatemalteca. No es exacto hablar de un outsider –es diputado, fue embajador en España y es es hijo de quien fuera presidente en el albor de la Guerra Fría: Juan José Arévalo–. Pero, habiendo apenas rozado el poder, ni Arévalo ni Semilla sufren el desgaste político de la corrupción que pesa sobre el establishment.

Semilla arrasó en el área metropolitana de la Ciudad de Guatemala, entre jóvenes urbanitas con anhelos de cambio –el interior del país sigue dominado por Torres–.

Resulta revelador que el 17,4 % de voto nulo superó el porcentajes de voto obtenido por la candidatura más votada. Hay que remontarse tres décadas para encontrar cifras que se aproximen. Existe un claro rechazo a la clase política.

Se cumplió, con creces, la ley de hierro de la política guatemalteca: el voto de castigo al oficialismo. Ningún partido ha sido reelecto, o ha regresado al gobierno tras pasar por él. Está dinámica tiene más poder explicativo que la cuña izquierda-derecha. Sociológicamente, Guatemala sigue siendo predominantemente conservador, tal y como reflejan las campañas de los propios Torres y Arévalo.

Entre un voto nulo récord y candidaturas hiperfragmentadas –las 15 candidaturas menos votadas, de entre las 23, sumaron casi el 20 % del voto– quizá la conclusión más robusta sea que los guatemaltecos votaron libremente y sin mayores incidentes por su presidente, diputados y alcaldes. Lo cual no se puede dar por sentado, como saben los nicaragüenses, venezolanos y cubanos.

De paso, la integridad del proceso debería desacreditar la narrativa promovida en el exterior, por media docena de guatemaltecos, que pretendieron deslegitimar la elección.

En el horizonte, el gobierno que asuma el 14 de enero del 2024 tendrá que lidiar con la bancada del partido oficialista Vamos. Ni UNE ni Semilla lograron una bancada mayoritaria en el Congreso, por lo que tendrán que acercarse al resto de agrupaciones para sumar los 81 votos requeridos para aprobar un decreto.

Mucho antes, queda la segunda vuelta del 20 de agosto y, entretanto, los pactos que se den por el camino.