Guatemala celebra unas elecciones libres, entre las tiranías de Nicaragua, Venezuela y Cuba
El país más desacomplejadamente conservador de Hispanoamérica va a elecciones generales este domingo. El voto será libre, que no es poco
Un manojo de encuestas arroja a Sandra Torres (UNE; centroizquierda) ligeramente por encima de Edmond Mulet (Cabal; centro) y Zury Ríos (VALOR-Unionista; derecha) en la primera ronda de las elecciones presidenciales. Ninguna de las 23 candidaturas arrastra más de un cuarto de los votos, por lo que habría balotaje el 20 de agosto.
Calidad demoscópica aparte, no es descabellado imaginar a Torres en segunda vuelta, sucumbiendo contra su anti voto, al igual que en 2015 y 2019. Prevalecerían Mulet o Ríos.
Si el «sandrismo» representa el ala izquierda una la clase política, el ala derecha la encarnan Ríos –hija del general Efraín Ríos Montt y legisladora camaleónica– y lo que rodea a Mulet –él es diplomático y antiguo alto funcionario de la ONU–.
De prevalecer en las elecciones, Mulet y Ríos –cristiana evangélica– mantendrían la orientación proestadounidense y proisraelí de Guatemala, que aún reconoce a la democrática Taiwán y no a la República Popular China. En principio, sólo con Torres cabría una reorientación hacia Pekín.
Voto de castigo al oficialismo: ley de hierro
La sorpresa en primera vuelta vendría del Manuel Villacorta (Vos, centroizquierda) o del oficialista Conde (Vamos, Derecha). Sorpresa, porque la ley de hierro de la política guatemalteca es el voto de castigo al oficialismo. Ningún partido ha sido reelecto, o ha regresado al gobierno tras pasar por él.
Escasean partidos con capacidad de sostener estrategias país, y de formar élites políticas para ejecutarlas. Abundan, en cambio, especuladores de la política –muchos de ellos conformarán un congreso fragmentado–.
Gatopardismo guatemalteco
Naturalmente, outsiders a diestra y siniestra acechan a una clase política que vive ensimismada en una guerra civil por otros medios para aferrarse al poder.
El uso y abuso de una reforma de la ley electoral de 2016 ha dejado por el camino las candidaturas el populista 'atrapalotodo' Carlos Pineda, la marxista-indigenista Thelma Cabrera y el renegado populista de derecha Roberto Arzú, entre otros.
A falta de un liderazgo político reformista, asoman el populismo, y hasta una asamblea constituyente «plurinacional», que podría amenazar el progreso que sin atajos han conquistado los guatemaltecos.
Las clases medias se han ensanchado paulatinamente a través de la estabilidad y crecimiento económico –cercano al 4% anual en las últimas dos décadas–. Una institucionalidad más robusta «bajaría la apuesta» de las elecciones cada cuatro años.
El valor del voto
Los guardianes de la joven e imperfecta pero vibrante democracia guatemalteca serán los más de 100.000 fiscales de mesa, que voluntariamente acudirán a los centros de votación, desde la Ciudad de Guatemala al remoto Petén.
La capacidad que ha existido hasta ahora en Guatemala de desbancar a un gobierno pacíficamente, mediante el voto libre, cobra dimensión entre las satrapías de La Habana, Caracas y Managua.
La narrativa internacional
Guatemala llega al exterior mediada por la «izquierda ONG», distinta del sandrismo, ligada a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) en su última versión, alejada de su mandato. Sin opciones de llegar al poder a través de las urnas, se centra en deslegitimar el proceso electoral.
El caso del ingeniero José Rubén Zamora, dueño de El Periódico, es paradigmático. Finalmente condenado por lavado de dinero, Zamora ha sido posicionado, hábilmente, como símbolo de toda la prensa centroamericana y de un «retroceso democrático» en Guatemala.
Fortalezas estructurales
Más allá de tan compleja coyuntura electoral, Guatemala cuenta con varias fortalezas estructurales.
Si «la demografía es el destino», Guatemala tiene tasas de natalidad y divorcio asombrosas para los estándares europeos, unido a una cosmovisión hondamente cristiana, discernible a lo largo de todas las capas sociales.
Si la clase política y las potentes fuerzas productivas del país se coordinan, Guatemala podría dejar atrás el drama humanitario de exportar a sus jóvenes, para exportar más bienes y servicios de creciente valor añadido.
Está en marcha la relocalización de las cadenas de valor hacia la plataforma industrial norteamericana –el llamado nearshoring o ally-shoring–, propiciada por la pugna geoestratégica entre Washington y Pekín. En este entorno, los tratados de libre comercio y proximidad de Guatemala con Norteamérica cobran importancia.
El país puede aprovechar su ventajosa posición geográfica bioceánica, invirtiendo en infraestructura que mejore la conectividad entre el interior del país, los centros industriales, y el mundo.