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Prigozhin

Prigozhin echa un vistazo al reloj.AFP

499 días de guerra en Ucrania

Prigozhin abandona Bielorrusia y estaría en «San Petersburgo o Moscú», según Lukashenko

La huida del jefe del Grupo Wagner abre interrogantes sobre sus intenciones mientras el Kremlin dice que no sigue los movimientos del jefe del grupo Wagner

La confusión y el desconcierto reinan en Rusia, Yevgeny Prigozhin ya no está en Minks ni en ninguna otra ciudad o localidad de Bielorrusia. El presidente, Alexander Lukashenko, confirmó en rueda de prensa internacional que el jefe del Grupo Wagner había abandonado su país y se encontraría en San Petersburgo.

La noticia dio pie a todo tipo de especulaciones y el Kremlin, en palabras de su portavoz, Dimitri Pescov, se apresuró a aclarar: «No seguimos sus movimientos». El hombre que encabezó el amago de golpe de Estado, del que posteriormente renegó, se había exiliado en Bielorrusia después de llegar a un acuerdo con el Kremlin sellado con el presidente de Bielorrusia que ejerció de correa de transmisión.

Está en San Petersburgo o tal vez mañana viaje a Moscú o a otro lugarAlexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia

El regreso de Prigozhin difícilmente generé tranquilidad en Moscú. «Está en San Petersburgo o tal vez mañana viaje a Moscú o a otro lugar», declaró Lukashenko. Interrogado sobre el paradero exacto del hasta hace poco conocido como el «chef de Putin», Lukashenko respondió: «No es una pregunta para mi, esa es una empresa rusa».

Una amenaza

Las declaraciones del presidente de Bielorrusia, reproducidas por la CNN, parecen echar por tierra el supuesto acuerdo con el jefe de los paramilitares. Su regreso a Rusia vuelve a agitar el avispero de posibles acciones que atenten contra la imagen que pretende ofrecer Vladimir Putin de que el Kremlin y su gobierno están seguros y la situación de rebelión, de esos escuadrones de la muerte, se encuentra bajo control.

Entre el 23 y 24 de junio el Grupo Wagner, al mando de Prigozhin enfiló en dirección a Moscú. Las columnas de los mercenarios formaron la «Caravana de Justicia», como denominó Prigozhin a lo que a todas luces era un intento de golpe de Estado.

A mitad de camino y tras derribar varios aviones rusos los mercenarios detuvieron su marcha. Aquella asonada de este ejército privado costeado prácticamente por el estado ruso se cobró la vida de al menos dos pilotos rusos.

La mediación de Lukashenko

Tras horas de incertidumbre, Lukashenko confirmó que había ejercido de mediador entre los Wagner y el Kremlin y alcanzado un acuerdo. Putin se comprometía a no juzgar a los participantes de la rebelión y tendía puente de plata a Minks a quien fuera su estrecho colaborador y hombre de confianza. A los mercenarios se les ofrecía la posibilidad de incorporarse a las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa o exiliarse con su jefe en Bielorrusia.

Con el transcurrir de las horas esos compromisos parecieron no estar tan claros aunque, finalmente, el propio Kremlin los confirmó. Prigozhin se trasladó a Bielorrusia con buena parte de sus combatientes y Lukashenko aprovechó para declarar que no había razones para tener miedo de ellos. Por el contrario, el mejor aliado –por voluntad o por necesidad– de Putin planteó la posibilidad de aprovechar su experiencia y abrió la puerta a que entrenasen al Ejército bielorruso.

Hoy el panorama es totalmente diferente y desconcertante. Las certezas de Lukashenko han dejado de serlo y el clima que se respira en Moscú es de tensión. Putin buscó a los presuntos cómplices en sus FF. AA. del Grupo Wagner y comenzó una purga de altos cargos. El secretismo que caracteriza su Gobierno permitió conocer la primera detención: el general Serguéi Surovikin.

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