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Antonio Alonso Marcos
Antonio Alonso Marcos
501 día de guerra en Ucrania

Nada de neutralidad, estamos en guerra contra Rusia

De repente, Ucrania ha dejado de ser el paria europeo corrupto y escasamente democrático, para convertirse en el último reducto espiritual –y material— frente a la barbarie rusa

Actualizada 12:27

KIEV (UCRANIA), 01/07/2023.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), se reúne con el jefe del Estado ucraniano, Volodímir Zelenski (d), este sábado en Kiev (Ucrania), día en que España estrena presidencia europea. Sánchez transmitió a Zelenski el apoyo de la presidencia española de la UE al proceso de reformas que exige Bruselas a Kiev para iniciar negociaciones de acceso. EFE/ Borja Puig De La Bellacasa / Moncloa SÓLO USO EDITORIAL / SÓLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con Volodímir Zelenski el día en que España estrenó presidencia europea.Moncloa / EFE

Sí, ya se que es una obviedad, pero creo que precisamente por eso no hemos caído en la cuenta de lo que todo esto implica de verdad. Llevamos ya más de 500 días de guerra contra Rusia.

No ha habido declaración formal de guerra. Eso ya no se hace desde la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, las guerras comienzan con los primeros temblores de la artillería o de los bombardeos. Comienzan con el hecho fáctico del ataque.

Si España no ha atacado a Rusia, ¿se puede decir que estamos en guerra contra ella? Hagamos la suma y veamos el resultado. Hemos enviado armamento no letal, luego enviamos tanques, después las autoridades españolas hacen la vista gorda con los «voluntarios» que viajan hasta el frente de batalla a pegar tiros contra los rusos, estamos a punto de enviar armamento letal –pero «defensivo», como los lanzagranadas—, desde el primer momento enviamos ayuda humanitaria. Todo eso respondiendo a la petición de ayuda de uno de los dos bandos y en el marco de la Alianza OTAN.

Neutralidad es la postura que mantuvo España en la Primera Guerra Mundial e incluso en la Segunda

Eso, obviamente, no se llama neutralidad, sino tomar partido. Neutralidad es la postura que mantuvo España en la Primera Guerra Mundial e incluso en la Segunda –donde no se involucró en exceso, sólo permitió y organizó una partida de voluntarios, la División Azul—, mientras que ahora la postura del Gobierno español es clara: «En relación con Ucrania les digo lo mismo. Yo creo que sería interesante que ustedes hicieran bandera de la fórmula de paz que ha propuesto el presidente Zelenski, porque no es parte del conflicto, es el agredido, es la víctima y, por tanto, creo que merece todo el respeto y todo el derecho a ser escuchado» .

Todo esto se hace por ley. No sólo porque se haya votado en el Parlamento español, sino porque todo eso está presupuestado

Y todo esto se hace por ley. No sólo porque se haya votado en el Parlamento español, sino porque todo eso está presupuestado. De manera similar sucede en la UE, donde hemos impuesto sanciones –diez paquetes ya— a Rusia. Dentro de la OTAN apoyamos todas sus decisiones. ¿Todavía alguien duda acerca de la implicación de la Alianza en la vigilancia por satélite en el apoyo a las comunicaciones, e incluso, muy probablemente, la inserción de oficiales occidentales en los puestos de mando y control de las operaciones?

El papel de la Unión Europea

Por cierto, hablando de la UE, Úrsula von der Leyen, la Presidenta de la Comisión Europea pidió a los estados miembros en junio de 2023 un esfuerzo extra para incrementar los presupuestos comunitarios en 66.000 millones de euros más, precisamente por la guerra de Ucrania, para garantizar nuestro apoyo a Zelensky.

Entre febrero de 2022 y junio de 2023, la UE ha destinado alrededor de 72.000 millones de euros en apoyo a Ucrania y a su población

Entre febrero de 2022 y junio de 2023, la UE ha destinado alrededor de 72.000 millones de euros en apoyo a Ucrania y a su población: 37.800 millones de euros en ayuda económica; 17.000 millones de euros en ayuda a refugiados en la UE; 15.300 millones de euros en ayuda militar; 1.990 millones de euros en ayuda humanitaria.

Esto ha sido posible gracias, en parte, a que el Consejo adoptó en abril de 2022 un Reglamento relativo a la Acción de Cohesión para los Refugiados en Europa (CARE) que modifica el marco jurídico general para el periodo 2014-2020 por el que se rigen los Fondos Estructurales y de Inversión Europeos (Fondos EIE) y el Fondo de Ayuda Europea para las Personas Más Desfavorecidas .

La reconstrucción de Ucrania

Es decir, que aquellos dineros destinados a aliviar los efectos duraderos de la Covid-19 y para construir infraestructuras en regiones más desfavorecidas, han sido desviados a Ucrania. Por cierto, ¿quién pagará la reconstrucción de Ucrania cuando todo esto termine? ¿Los ucranianos? ¿Los rusos? ¿Nosotros, los ciudadanos de la UE? De hecho, ya lo estamos pagando, como se acaba de explicar.

De acuerdo, estamos en guerra contra Rusia, pero ¿por qué? ¿Quién nos ha metido ahí? No me refiero a si se ha votado en algún Parlamento. Hasta el momento en que enviemos soldados, no se habrá votado; sólo implícitamente, sibilinamente, no de frente y de cara, porque de hecho seguimos comprando gas a Rusia y, por ende, financiándole la guerra a Putin.

Las razones que se aducen para apoyar a Ucrania es que nos ponemos del lado del agredido, que Ucrania está, además, defendiendo nuestros valores, y, sobre todo, que Ucrania está poniendo los cadáveres en una lucha que es de toda Europa por su propia seguridad, por su supervivencia, pues Putin va a invadir toda Europa hasta Lisboa si no le paramos a tiempo en esta primera etapa de su plan.

Desde el Rey Felipe VI hasta el último miembro del Gobierno, han coincidido en señalar que esto es una «agresión inaceptable a una nación soberana e independiente» y que esta «injustificable, ilegal y brutal agresión» al pueblo de Ucrania «pone en serio riesgo la seguridad europea» .

De repente, Ucrania ha dejado de ser el paria europeo corrupto y escasamente democrático, para convertirse en el último reducto espiritual –y material— frente a la barbarie rusa, pasando por alto todos los informes de organismos internacionales –ONU, OSCE, UE— que hasta el día antes de la invasión se habían publicado.

El precio de la paz

Además, no es sólo el Gobierno, sino que todo el arco parlamentario está a favor de toda esta corriente anti-rusa y pro-ucraniana. Todos, excepto la extrema izquierda (Podemos, Bildu, entre otros), que abogan por poner fin ya a esta guerra. Sin embargo, como decía Borrell, hoy mismo podemos poner fin a la guerra y tendríamos la paz, pero ¿qué paz sería esa? Una paz injusta en la que Rusia habría conseguido por medios ilegales objetivos políticos.

La cuestión es que las declaraciones oficiales de los líderes involucrados en la contienda van en la dirección de escalar más el conflicto. Existen iniciativas internacionales de paz, algunas secretas, otras discretas, como la del Vaticano. De momento, parecen infructuosas. Por cierto, ¿para que continuar esta guerra? ¿Para recuperar el territorio perdido? ¿Nadie se ha dado cuenta de que las personas que ahora viven allí no quieren ni oír hablar de Kiev ni de Zelensky y adoran a Putin? Obama lo dijo hace años tras visitar Crimea, Henry Kissinger lo insinuó al señalar que habría que hacer referéndum después de la guerra.

Si Rusia tenía algo contra Ucrania, debería haber agotado todos los recursos legales de resolución pacífica de controversias. Sin embargo, optó por otra vía. Algún día descubriremos por qué lo hizo.

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