La cumbre de la OTAN: ¿de qué se queja Zelenski?
Ya no se debate el derecho de Kiev a decidir su futuro en libertad, algo sobre lo que los aliados se muestran unánimes, sino el calendario y las condiciones de su incorporación
La cumbre de la OTAN en Vilna se cerró sin grandes sorpresas. El comunicado emitido por la Alianza, que ya en su primer párrafo —y eso importa a los españoles— enfatiza la voluntad de defender cada pulgada de territorio aliado de cualquier agresión venga de donde venga, en nada se aparta de las líneas doctrinales establecidas hace un año en Madrid.
Si la mayoría de los asuntos pendientes apenas tenían aristas que limar, había expectación por unas pocas cuestiones sobre las que las posturas de algunos de los protagonistas parecían encontradas.
La primera, la ratificación de la entrada de Suecia en la Alianza, se resolvió antes de comenzar la cumbre. Un Erdogan recientemente reelegido, menos presionado por su propio calendario político, ha dado al fin su brazo a torcer y, a cambio de ciertas concesiones tanto del gobierno sueco como de los EE.UU., pondrá en marcha los procedimientos de ratificación pendientes de manera que Suecia ingrese definitivamente en la OTAN en el próximo otoño.
La segunda cuestión que, aunque no se tratase de una decisión de la Alianza, pudiera haber afectado a la cohesión de los aliados a pocos días de la cumbre, pasó sin pena ni gloria. La entrega a Kiev de bombas de racimo, recientemente autorizada por los EE.UU., no levantó debate alguno.
Como cabría esperar, los países firmantes del convenio que prohíbe este tipo de armas, entre los que se cuenta España, no han apoyado la medida. Pero tampoco se han opuesto a la decisión norteamericana, que el propio secretario general de la OTAN explicó como necesaria para compensar la escasez de munición de artillería convencional disponible para su entrega a Ucrania.
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Las expectativas de Zelenski
Con todo, el asunto más importante que la OTAN tenía que resolver era el relacionado con la integración de Ucrania en la Alianza. Es importante constatar que, a estas alturas, ya no se debate el derecho de Kiev a decidir su futuro en libertad, algo sobre lo que los aliados se muestran unánimes, sino el calendario y las condiciones de su incorporación.
Y es en esta cuestión donde las lógicas diferencias de criterio entre el líder ucraniano por un lado, que ve su capital bombardeada cada vez que a Putin le parece oportuno, y por el otro una Alianza prudente que no quiere una guerra con Rusia, se hicieron públicas una vez más.
Aunque no se diga de forma oficial, la OTAN no puede formalizar la invitación a Ucrania mientras duren las hostilidades
Aunque casi nunca se diga de forma oficial con la claridad que el asunto merece, lo cierto es que la OTAN no puede formalizar la invitación a Ucrania mientras duren las hostilidades. Si así lo hiciera, la contienda se convertiría inevitablemente en la guerra de todos.
Seguro que Zelenski se da perfecta cuenta de ello pero, tras el primer día de debate, empleó palabras muy duras para calificar a los aliados que tan generosamente le apoyan desde hace casi un año y medio: «Lo que hace la OTAN es absurdo» y «una falta de respeto a Ucrania».
¿Por qué tal acritud con los gobiernos de quienes depende para defenderse de Rusia? Vaya usted a saber, pero es probable que solo se trate de una táctica negociadora.
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Recuerdo haber presenciado en algún bazar el regateo sobre el precio de, digamos, una alfombra. Después de oír la disparatada cantidad que pide el vendedor —imagine el lector a Zelenski exigiendo un calendario para su entrada en la OTAN— el comprador —en este caso la Alianza— hace una oferta razonable que contempla tres pagos: la creación de un consejo OTAN-Ucrania que permita negociar entre iguales; la eliminación de las trabas burocráticas del plan de acción que otros candidatos tuvieron que superar antes de su admisión; y, la más importante, la negociación, con carácter bilateral, de garantías de seguridad que cubrirán todo el período de transición, previsiblemente largo.
Si volvemos al escenario del bazar, se entienden mejor las palabras de Zelenski. Ya me parece oír al enfadado vendedor: «¿Una oferta así por esta magnífica alfombra? Es absurdo. Me falta usted al respeto a mí y a los artistas que la crearon.» Y, sin embargo, ni siquiera lo airado del tono puede disimular que el acuerdo está cerca.
El presidente ucraniano se lleva un buen botín de Vilna
Las quejas tienen por único objeto conseguir lo más posible de la Alianza en aquellas materias en las que la cesión sí es posible: armas y dinero. Y, sea por habilidad negociadora o por suerte, lo cierto es que el presidente ucraniano se lleva un buen botín de Vilna, tanto en nuevas promesas de entrega de armamento —entre las que destacan los misiles SCALP franceses— como en las garantías de seguridad que Kiev necesitará, probablemente durante años, para resistir la agresión de su ambicioso vecino.
La declaración del G-7
Por si lo logrado en la cumbre hubiera sido poco, el presidente de Ucrania se ha encontrado con un regalo quizá inesperado. En los márgenes de la cumbre, el G-7 se ha comprometido a apoyar a Ucrania en su lucha por su libertad de forma duradera, hasta su integración en la Alianza Atlántica.
Sus miembros, y aquellas naciones que, como España, decidan adherirse a la declaración, negociarán acuerdos bilaterales para dar apoyo financiero y reforzar la capacidad militar de Ucrania a largo plazo con equipo militar moderno, dando prioridad a la defensa aérea, la artillería y los vehículos blindados. No se mencionan todavía los F-16, pero ya se ha formalizado una coalición de países que, en breve, comenzarán el adiestramiento de los pilotos ucranianos.
Al final, el propio Zelenski, casi siempre quejoso, no ha tenido más remedio que reconocer que la cumbre ha sido un éxito para su país. No ha conseguido por su alfombra todo lo que decía querer, pero las enérgicas protestas de los portavoces del Kremlin demuestran que lo que Kiev ha dado en Vilna no es tan solo un paso más, sino un paso muy importante para asegurar el futuro en libertad del sufrido pueblo ucraniano.