La cumbre de la UE-CELAC acaba sin condenar la guerra de Ucrania y con fuertes discrepancias con Nicaragua
La cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños se ha alargado más de lo previsto. La razón, la terminología usada en la declaración conjunta para referirse a la invasión rusa de Ucrania. «Guerra en Ucrania» o «guerra contra Ucrania» era la gran discusión. El propio presidente de Francia, Emmanuel Macron, aseguró que el país que más impedimentos ha puesto para llegar a una resolución conjunta para condenar la agresión rusa ha sido Nicaragua.
Unas conclusiones descafeinadas que, en ningún momento, hace referencia a Rusia o a la invasión rusa. La comida entre líderes se esperaba a la 1 de la tarde, sin embargo las posturas enfrentadas han provocado que esta pausa se haya tenido que retrasar. A escasas horas de que los representantes de la UE y el líder de la CELAC tuvieran que declarar en rueda de prensa aún se estaban «perfilando algunos flecos» del texto final.
Una vez superadas las reticencias de Venezuela y Cuba -afines al Kremlin- Nicaragua se ha convertido en el verdadero quebradero de cabeza de esta III cumbre entre la UE y la CELAC. Desde Bruselas buscaban ofrecer una imagen de «entendimiento» y fortaleza, tras casi una década de silencio. Pero todas las buenas intenciones se han visto empañadas por los desencuentros ante la guerra que asola el corazón de Europa.
Los Veintisiete han luchado por una declaración que ha pasado de hacer referencia únicamente al respeto a la soberanía de los países conforme a la Carta de Naciones Unidas, sin ni siquiera mencionar a Ucrania, a expresar una «profunda preocupación por la guerra en curso contra Ucrania». «La negociación va muy lenta», se limitaban a decir fuentes europeas.
En las conclusiones también se expone el «apoyo a la Iniciativa de los Granos del Mar Negro y a los esfuerzos del Secretario General de las Naciones Unidas para garantizar su ampliación». Un acuerdo que desde Moscú han dado por acabado. En este sentido, los Veintisiete más los 32 países que conforman la CELAC, menos Nicaragua, apuestan por «los esfuerzos diplomáticos encaminados a una paz justa y sostenible en consonancia con la Carta de las Naciones Unidas».
Las opciones que se han barajado para sortear el veto del Managua eran dos. Una declaración conjunta con una aclaración por pare de Nicaragua de que rechazaba el texto o unas conclusiones firmadas por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y el de la CELAC, Ralph Gonsalves. Finalmente se ha optado por la primera opción, los 60 países presentes en la cumbre se han puesto de acuerdo en 40 de 41 párrafos. Nicaragua se ha negado a ratificar aquel en el que se menciona la guerra contra Ucrania.
Los países latinoamericanos y caribeños han luchado, además, por plasmar, en el texto, un compromiso de reparaciones por la esclavitud. Una exigencia que se ha intentado difuminar bajo la referencia a la Declaración de Durban, que consiste en un plan de acción de Naciones Unidas con medidas concretas para combatir el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia, en todo el mundo.
«Es la primera vez que hemos podido discutir y hablar con toda claridad sobre un mecanismo para acabar con el extractivismo en América Latina, sin culpas», ha asegurado el presidente de Argentina, Alberto Fernández, durante la rueda de prensa. «Han tenido que pasar cinco siglos, pero finalmente lo hemos conseguido», ha agregado. Mientras que Von der Leyen ha descrito el encuentro como «un nuevo comienzo para unos viejos amigos».
La Unión Europea y la CELAC han coincidido que ha sido una cumbre «histórica», y que el objetivo era relanzar la relación entre ambas regiones tras ocho años de parálisis. Sin embargo, la cita ha versado desde el primer momento sobre las discrepancias en torno a la guerra de Ucrania, con una declaración conjunta descafeinada y sin mención expresa a Rusia.